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Capital de riesgo

¿Quién teme a los fondos árabes?

Carlyle defiende ante el Senado de EE UU el papel de esos inversores

Pueden estar tranquilos los estadounidenses mientras fondos árabes adquieren activos en el país sensibles incluso para la seguridad nacional? La sociedad de capital riesgo Carlyle, una de las mayores del mundo y que en el pasado tenía en nómina a varios ex presidentes, entre ellos Bush padre, dice que sí.

La firma de inversión ha acudido al Senado de Estados Unidos para tratar de convencer a los políticos del país norteamericano de que la intervención de estos fondos soberanos en la economía estadounidense será beneficiosa para todos.

En 2006, líderes republicanos se opusieron a que una empresa árabe (Dubai Ports) comprara los derechos de gestión de los puertos más importantes del país. La venta puso en apuros al presidente George Bush ante la insistencia de sus colegas de que esa operación empresarial tenía que haber sido sometida a un mayor control del Congreso.

Pero el grupo Carlyle quiere restar recelos. En su posición a favor de estos grupos extranjeros de inversión, posiblemente influya el hecho de que este año el fondo Mubadala de Abhu Dhabi haya comprado el 7,5% de Carlyle por 1.359 millones de dólares y haya comprometido, además, la inversión de otros 500 millones de dólares en la firma estadounidense.

La pasada semana David Marchick acudió al Senado de este país en defensa de esos fondos. El grupo Carlyle fichó el pasado año a Marchick, un reputado abogado que trabajó durante los años noventa con Bill Clinton en la Casa Blanca y que es autor del libro Seguridad Nacional en Estados Unidos e inversión extranjera.

Marchick realizó un inteligente paralelismo: comparó el actual temor a la inversión de fondos árabes con la que, dijo, veintiún años atrás se vivió con la inversión de compañías japonesas en Estados Unidos. 'Hoy las compañías japonesas son parte de la sociedad estadounidense', manifestó. Desde su punto de vista, 'hoy igual que a principios de los años ochenta con Japón, hay cierta ansiedad social ante la inversión extranjera proveniente de nuevos países'. En su opinión, 'ningún fondo soberano ha comprometido la seguridad nacional ni de Estados Unidos ni de ningún otro país'.

Marchick ya había defendido su postura y la de la firma Carlyle ante el senado el pasado 24 de abril. En aquella ocasión 0Marchick incidió en la idea de que si Estados Unidos bloqueaba estas inversiones, otros países se aprovecharían de ello. 'Por ejemplo, Reino Unido ha demostrado gran capacidad para atraer inversiones extranjeras', señaló.

Y, asimismo, advirtió: 'El consejero delegado del fondo Dubai International Capital, con 13.000 millones de dólares, ha dicho recientemente que debido a la política estadounidense podría sentirse más atraído por invertir en Reino Unido; por lo tanto, si los inversores creen que el riesgo a la hora de invertir en Estados Unidos es demasiado alto irán, sin dudarlo, a otros países'.

Aliados económicos, sí; pero políticos, todavía no

¿Pueden las democracias occidentales hacer negocios con países cuya política en teoría deberían censurar? La respuesta es que de hecho lo hacen. Pero, ¿hasta qué punto? Por una parte, el sistema capitalista que defiende el libre mercado debería permitir la presencia de cualquier tipo de grupos de inversión en cualquier tipo de negocio. Por otra parte, un gobierno democrático ¿no debería impedir que dictaduras o naciones que no otorgan ningún derecho a sus mujeres participaran en su economía? No sólo Carlyle ha dado entrada en su capital a un socio que levanta sospechas en Estados Unidos. También lo ha hecho otro gigante estadounidense de la inversión, Blackstone, que el pasado año dio entrada en su capital al Gobierno chino.

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