Las pérdidas de Lehman
Es inusual para una firma financiera anunciar pérdidas multimillonarias en un trimestre. Pero un puñado han hecho un hábito de ello. Quizá sea preocupante reprender a Lehman Brothers por sus números rojos, los primeros en su historia. Pero la firma de Wall Street estima unas pérdidas de 2.800 millones de dólares para sus tres meses hasta mayo (su segundo trimestre), algo embarazoso si se tiene en cuenta que los bancos de inversión han gestionando largamente el riesgo con destreza.
Cierto: ha sido un mal trimestre, con Carlyle Capital, Pelotón Partners y Bearn Stearns golpeados. Pero si rivales como Goldman Sachs y Morgan Stanley no reportaron problemas similares con sus activos hipotecarios y con hedges fallidos, Lehman parece un poco más expuesto.
Las buenas noticias son que el banco ahora tiene 45.000 millones de dólares de liquidez, se ha quitado de todos las finanzas poco seguras que necesita para el resto del año y, después del aumento de capital de 6.000 millones de dólares del lunes, tiene un ratio de apalancamiento bajo, de unas 10 veces su capital. Además, Lehman ha vendido unos 30.000 millones en activos hipotecarios a cientos de inversores. Esto debería ser suficiente para convencer de que su inventario restante es bueno.
En otra época, digamos hace seis meses, esto debería haber permitido a Lehman robar al jefe de JP Morgan, Jaime Dimon, su eslogan sobre el balance más saneado. Incluso ahora, junto con el acceso a las ventana de financiación de la Fed se debería despejar algún rescoldo concerniente a si el banco de inversión es un próximo Bear Stearns.
Pero los accionistas ya han escuchado esto antes, y a pesar de la evidencia algunos deben ser convencidos. Requerirán que Lehman no tenga que recurrir a las provisiones y evite las aberraciones con los hedge, y crucialmente, demostrar que tiene suficientes ingresos para volver a los beneficios incluso en los mercados turbulentos.
Los ejecutivos del banco parecen confiados en conseguirlo. El CFO Erin Callan clama que el aumento de capital no es para reforzar el balance, sino para aprovechar las futuras oportunidades de hacer dinero. Los accionistas deben estar pendientes de si el banco puede lograrlo, sin socavar demasiado los muros protectores que acaba de levantar.
Por Antony Currie
Acuerdo energético de la UE
Es raro que una reunión de ministros de la UE termine con un acuerdo rotundo en vez de un compromiso descafeinado. Sin embargo, este fin de semana los ministros sí fueron capaces de ponerse de acuerdo en una sensible reforma de los mercados energéticos en Europa. Su decisión podría decepcionar igualmente a los fanáticos del libre mercado como a los burócratas más intervencionistas. Quizá eso sea un señal de que han hecho las cosas bien.El plan original presentado por Andris Pielbalgs, comisario de Energía, estuvo inspirado en las mismas buenas intenciones con las que se pavimenta la carretera al infierno. Su propuesta se basaba en una división radical en el capital de las energéticas europeas, entra la generación y la distribución. Los gaseoductos y las redes eléctricas deberán permanecer y ser gestionadas por corporaciones diferenciadas, forzando a los grande gigantes energéticos europeos como la francesa EDF o la alemana Eon a segregar una división.El plan supuestamente pretende liberalizar los mercados facilitando la entrada de nuevas redes de distribución. Pero, forzados por Alemania y Francia, los países miembros acordaron que también se debilitarían las grandes compañías energéticas justamente ahora que se necesitan garantizar las necesidades energéticas del continente a largo plazo.Bajo el acuerdo adoptado, los operadores energéticos podrán mantener la propiedad de las distribuidoras, siempre que establezcan entidades de gestión diferenciadas. Es razonable. Las compañías de gas argumentaban que la separación total las habría colocado en desventaja a la hora de negociar con sus proveedores, quienes están frecuentemente preocupados por dónde va el gas y en qué cantidad y a qué precio.Además, estaba claro desde el principio que la UE ya contaba con el poder necesario para forzar la competencia en los mercados energéticos, y en cualquier mercado. Alemania es un caso claro, donde a pesar de la fuerte oposición de Angela Merkel al plan, Eon y RWE ya habían decidido vender sus divisiones de distribución para evitar una posible investigación de la Comisión por conducta anti-competencia. El plan original podría haber añadido una carga burocrática innecesaria a las ya estrictas normas europeas. Los Gobiernos hicieron bien en corregirlo.Por Pierre Briançon