La escasez de materias primas, en aumento
Cuando China se incorporó a la OMC en 2001, los precios de las materias primas habían alcanzado su máximo nivel del último siglo. Con anterioridad, la utilización de los recursos por unidad de producción del PIB mundial había bajado paulatinamente desde la década de los sesenta, como reflejo de la sustitución de las industrias manufactureras por las de servicios en el mundo occidental. Esto motivó un descenso estructural en los precios de las materias primas. Desde 2001, China y otras economías en vías de desarrollo están devorando materias primas a un ritmo sin precedentes. Se calcula que, durante las próximas dos décadas, se consumirán en el mundo más recursos que en todo el siglo pasado. Población joven, economías basadas en los recursos, gran desarrollo urbano y deseo de alcanzar mejor nivel de vida son algunos de los factores que impulsan esta ingente demanda.
En un mundo con limitación de capital, este fenómeno motivará que los precios se incrementen a niveles donde atraigan a una nueva oferta, que los obligue entonces a retornar al coste marginal de producción. Si la oferta es una simple función del precio, los inversores pueden limitar su atención a la demanda. La reciente evolución del mercado sugiere, sin embargo, que ésta no es una buena estrategia.
Como resultado de la falta de inversiones en las últimas décadas, hoy en día la mayor parte de las materias primas son un recurso -y una infraestructura- más que un elemento limitado por el capital. Reabastecer las reservas se ha vuelto cada vez más complicado debido a complicaciones geológicas, situaciones hostiles y tensiones políticas sobre el acceso a los recursos y la seguridad del suministro. Los nuevos descubrimientos suelen ser más pequeños, ya que los primeros yacimientos y campos son los que primero se encuentran.
Los costes de explotación y desarrollo aumentan rápidamente, y los regímenes fiscales se vuelven más onerosos. El efecto neto de todos estos factores es que la escasez y las distorsiones de la oferta se han convertido en los principales condicionantes de los precios de las materias primas, que a su vez ejercen un efecto dominó sobre las existencias de materiales básicos.
Veamos algunos ejemplos. En el ámbito del petróleo, no se ha realizado un gran hallazgo desde hace 30 años (el último megayacimiento encontrado fue el campo Brent a principios de los ochenta), mientras que el consumo interno en varios de los países productores de crudo está creciendo a un ritmo que puede llegar a convertir a los exportadores en importadores en la próxima década. En la industria del cobre no se ha encontrado una gran mina desde hace 20 años.
Las distorsiones de la oferta relacionadas con la climatología en Australia, Sudáfrica y China, junto con los cuellos de botella que forman las infraestructuras, han dado lugar a la situación más precaria que se recuerda en el campo del carbón para uso térmico. Esta situación, a su vez, ha dado lugar a una grave escasez de energía que ha servido para reducir significativamente la producción de otras materias primas como el platino, el aluminio o el cromo, cuya demanda sigue aumentando debido a la legislación medioambiental.
El agua, la energía y los alimentos se están volviendo igualmente más escasos. Ya se está dando esta situación antes incluso de que se aprueben las grandes leyes sobre la emisión de carbono, cuyo efecto será más que notable. Todo esto sugiere que, salvo en el improbable supuesto de una deflación a escala mundial, es muy probable que los precios de las material primas den muchas sorpresas al alza. æpermil;sta es la configuración del escenario de la que será una de las tendencias estructurales más importantes de los mercados financieros durante la próxima década.
Pablo Fernández-Peña. Robeco Asset Management