Un dinero más selectivo
Las entidades financieras españolas han superado de manera sobresaliente los peligros del contagio de la tormenta subprime. Los hechos han dado la razón a los que están seguros de la fortaleza del sistema financiero español, como uno de los más sólidos del mundo. Sin embargo, la situación no está exenta de sombras.
Al margen de la toxicidad de las subprime, hay preocupaciones que acechan. Entre ellas, dos principales: las consecuencias del frenazo en seco de la actividad inmobiliaria y el impacto al alza de la desaceleración económica sobre la morosidad. La primera ha dejado a las entidades sin una de sus principales fuentes de ingresos al cerrarse el grifo del crédito hipotecario, y la morosidad, aunque parte de mínimos históricos y continúa en niveles de poco más del 1%, lleva camino de triplicarse según el consenso de los expertos.
A pesar de este panorama, todo indica que el sector financiero está, una vez más, preparado para asumir los contratiempos. Pero la situación exige importantes incrementos en las provisiones que van a mermar intensamente los resultados. El primer ejemplo de esto lo han dado las cajas, que esta misma semana han presentado un exiguo aumento interanual del 0,2% en sus resultados del primer trimestre.
En este entorno, la financiación se ha convertido en un verdadero desafío para las entidades. Y también en motivo de reflexión para el Banco de España, que ha lanzado un mensaje claro: el sector debe hacer un esfuerzo suplementario para reducir sus costes internos, pero además éste debe ser compatible con evitar una excesiva restricción del crédito. Estrangular el crédito en exceso entraña riesgos indeseables para la capacidad de crecimiento de la economía, así que las entidades deben 'gestionar adecuadamente los impagos que se vayan produciendo' y 'modular de forma apropiada la desaceleración en el ritmo de expansión del crédito'. Unas instrucciones perfectamente asumibles.
Tras un periodo en que de nada ha valido la nula exposición a las subprime y la percepción de miedo cerró del todo el grifo de la liquidez, el mercado se ha empezado a reabrir. Es cierto que el dinero se ha vuelto más selectivo y el perfil de las emisiones ha variado, con mayores costes para los emisores, plazos más cortos y, salvo en las entidades que cuentan con presencia global como Santander o BBVA, colocando el grueso entre inversores nacionales. Las grandes entidades, como en el resto de Europa, han abierto el fuego y, con el paso de las semanas, se han empezado a sumar otras, por ejemplo, con emisiones de cédulas hipotecarias. En esa línea de la apelación al mercado, la CAM se perfila como pionera en las cuotas participativas, en las que se ha adelantado oportunamente al aprobar esta misma semana la primera emisión.
El entorno se adivina mejor para la deuda empresarial. Los negocios contracíclicos se pueden favorecer de ello y las recientes emisiones de Iberdrola son el ejemplo más nítido. Aun así, el mercado requiere más tiempo para asimilar su vuelta a la normalidad y cualquier traspié puede volver a cerrar el grifo de la liquidez. Pese a las incertidumbres, y preservando siempre la prudencia, es positivo que las entidades y el resto de las empresas envíen señales de confianza en la economía.