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Tribuna
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Subasta de promesas electorales en EE UU

Estamos siendo testigos de una de las primarias más apasionantes que han tenido lugar durante las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Mientras que los republicanos eligieron a su candidato, el senador John McCain, hace ya meses, los candidatos demócratas, los senadores Barack Obama y Hillary Clinton, siguen enzarzados en una batalla encarnizada por dirimir quien será el candidat@ presidencial del partido. Pese a que el senador Obama tiene una ventaja considerable en número de votos, Estados ganados, y de delegados elegidos durante las primarias, la senadora Clinton se resiste a tirar la toalla y apela a los líderes del partido (que en definitiva tendrán la última palabra) bajo el argumento de que ella es una candidata más sólida para derrotar a McCain en las elecciones del próximo noviembre.

Estas primarias ya han dejado traslucir lo que serán las líneas maestras de los programas económicos de los candidatos. Las diferencias entre los dos candidatos del Partido Demócrata son muy pequeñas.

Clinton propone un nuevo seguro médico obligatorio subsidiado por el Gobierno y las empresas; el desarrollo de fuentes alterativas de energía; la creación de nuevas cuentas de pensiones, y el establecimiento de un sistema preescolar universal. Obama también propone un nuevo seguro médico, pero en su caso sólo sería obligatorio para los niños; el desarrollo de nuevas fuentes de energía; doblar los fondos asignados a la ayuda exterior; aumentar el gasto en educación, y extender el acceso a la educación primaria.

Las ofertas de los candidatos originarían un aumento del déficit y la deuda pública, en un momento en que alcanza ya los 9,1 billones de dólares

En ambos casos, como es típico en las campañas electorales, los candidatos proponen programas -con un coste aproximado de unos 145.000 millones de dólares en el caso de Clinton y de 122.000 millones de dólares en el caso de Obama- sin especificar claramente cómo van a financiar éstos. Los dos quieren dejar expirar algunas de las reducciones de impuestos llevadas a cabo por el presidente George Bush, usar los ahorros de terminar con la guerra de Irak, aumentar el impuesto de sucesiones, reducir el número de subcontratas del Gobierno y eliminar programas superfluos.

Por su parte el senador McCain, con una agenda típica republicana, propone hacer permanentes las bajadas de impuestos de Bush (a las que él se opuso), eliminar el impuesto alternativo mínimo, reducir el tipo máximo de los impuestos corporativos del 35% al 25%, doblar la exención personal para dependientes a 7.000 dólares, y aumentar el gasto militar 150.000 millones. Se compromete a financiar todos estos gastos (unos 240.000 millones de dólares) reduciendo el gasto discrecional y eliminando algunos beneficios fiscales a las corporaciones y programas superfluos.

Sin embargo los especialistas están de acuerdo en que los ahorros generados por estas propuestas no serían suficiente para cubrir los gastos de estos programas De hacerse realidad estas promesas significarían un aumento del déficit y la deuda pública, en un momento en que ya ha alcanzado los 9,1 billones de dólares (estaba en 5,1 billones de dólares en 2001).

Desde el punto de vista de la economía internacional uno de los temas más preocupantes de la campaña ha sido la defensa de posiciones más proteccionistas, sobre todo por parte de los candidatos demócratas.

En Estados como Ohio y Pensilvania, que se han visto afectados por el cierre de plantas industriales, Obama y Clinton han competido por el voto de los trabajadores criticando muy duramente el Acuerdo de Libre Comercio con México y Canadá y prometiendo renegociarlo si llegan a la presidencia. También se han comprometido a incluir provisiones para proteger a los trabajadores y el medio ambiente en los acuerdos de libre comercio, y han criticado algunas de las inversiones extranjeras en el país.

Estos posicionamientos hacen poner en duda el compromiso de Estados Unidos con una política económica internacionalista. Desgraciadamente son el reflejo de un creciente escepticismo entre los ciudadanos sobre los beneficios de la globalización, a la cual se atribuye el aumento del desempleo, la inseguridad y las desigualdades.

Sin embargo, es importante enfatizar que este debate está teniendo lugar en el curso de unas elecciones primarias en las que participan principalmente los afiliados de los partidos, que en el caso de los demócratas son los votantes más progresistas e izquierdistas.

Es generalmente aceptado que en Estados Unidos se ganan las primarias apelando a los votantes más activos de los partidos, pero las presidenciales, en el centro del espectro político. Por ello es predecible que una vez que los demócratas elijan a su candidato presidencial se produzca una moderación de su discurso con el fin de atraer a los votantes de centro.

Es de esperar que la subasta de promesas que hemos visto hasta ahora no se traduzca en políticas nocivas. En un momento en que es cada vez más difícil movilizar a los ciudadanos de los países occidentales a favor del libre comercio y la globalización, uno de los retos principales del nuevo presidente/a será diseñar un nuevo modelo que sea capaz de conjugar los intereses de los trabajadores con el éxito de una economía global abierta.

Sebastián Royo. Decano en la Universidad de Suffolk en Boston, director de su campus en Madrid y codirector del seminario de Estudios Ibéricos de Centro de Estudios Europeos de la Universidad de Harvard

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