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Tribuna
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Turbulencias en Europa

Las perspectivas mundiales han empeorado: el crecimiento se ha desacelerado y la inflación va en aumento. El epicentro de la tormenta está en Estados Unidos, país que se encuentra atrapado en una espiral descendente de caída de los precios de la vivienda, debilitamiento de las finanzas del sector privado y endurecimiento de las condiciones de crédito. Esta tormenta ha llevado a la economía estadounidense al borde de una recesión y ha deteriorado las perspectivas del crecimiento mundial. Además, los precios de los productos básicos (el petróleo, los alimentos, el oro) se han disparado y han provocado una aceleración mundial de la inflación global. ¿Qué significa todo esto para Europa?

Los fundamentos económicos de Europa son relativamente sólidos, pero es probable que sólo proporcionen una protección parcial ante la turbulencia. Si bien se considera que los precios de la vivienda en muchas regiones europeas también se sitúan por encima de los niveles sostenibles, los balances de los hogares son, en general, más sólidos y los hogares tienden a depender menos del crédito respaldado por el valor de sus viviendas. Además, casi no existen préstamos hipotecarios de alto riesgo en los mercados internos y, en general, las hipotecas están garantizadas por la renta del prestatario, y no sólo por el valor de la vivienda, como en Estados Unidos.

No obstante, el panorama financiero es distinto. Muchas instituciones europeas ya han sufrido sustanciales pérdidas con los productos relacionados con los mercados hipotecarios estadounidenses, y las estimaciones parecen indicar que el reconocimiento de las pérdidas en muchos países aún no se ajusta a la realidad. Y aunque la expansión del crédito en Europa haya mantenido un ritmo relativamente vigoroso hasta finales de 2007, las tasas de los préstamos han aumentado y los bancos están aplicando normas de concesión de crédito más rigurosas a los hogares y las empresas.

Es esencial fortalecer la cooperación internacional en materia de supervisión para prever las crisis financieras y responder mejor a ellas

Por lo tanto, en general, si bien Europa experimentaba un ritmo de crecimiento notable cuando se inició la turbulencia, las corrientes de la desaceleración mundial y los problemas de los mercados financieros están minando ahora la fortaleza de la economía. Las proyecciones apuntan a que Estados Unidos avanza hacia una recesión en 2008 y el crecimiento mundial se desacelerará, lo que probablemente reducirá la demanda de exportaciones europeas. La apreciación del euro y el fuerte aumento de la inflación, impulsada por la subida de los precios de los alimentos y la energía, agravan este panorama. El FMI prevé ahora que el crecimiento en las economías europeas avanzadas se reducirá al 1% este año, es decir, a alrededor de la mitad de la tasa registrada en 2007.

¿Qué deberían hacer las autoridades económicas? En la última edición de las perspectivas económicas regionales de Europa preparada por el FMI (Regional Economic Outlook: Europe) se hace hincapié en los principales desafíos que afrontan los Gobiernos europeos en el entorno actual. Las autoridades económicas deben restablecer la confianza en la solidez de las instituciones financieras y respaldar la economía real, y al mismo tiempo asegurar una reducción progresiva de la inflación y preservar la salud de las finanzas públicas. Lograr estos objetivos exigirá gran destreza política.

La tarea primordial será restablecer la confianza en los mercados financieros. Mientras haya incertidumbre sobre la valoración de los activos y la solidez de las instituciones financieras, los bancos mantendrán un comportamiento excesivamente cauteloso en sus decisiones de crédito.

Las autoridades económicas y los auditores pueden fomentar una mayor transparencia en la exposición al riesgo relacionada con los productos financieros complejos y coherencia en los métodos de valoración utilizados por las instituciones. Los bancos con una posición de capital débil deben obtener nuevos recursos, aunque esto afecte a los intereses de los accionistas actuales.

Y los bancos centrales deben continuar inyectando liquidez para facilitar el funcionamiento normal de los mercados monetarios. Con estas medidas, el flujo de crédito seguirá circulando libremente por las arterias de la economía.

Las políticas macroeconómicas también deben centrarse en minimizar el impacto de la crisis financiera en la economía real. La primera línea de defensa es la política monetaria. La inflación se mantendrá elevada a corto plazo, pero se reducirá con el tiempo, a medida que el crecimiento disminuya y los precios de los productos básicos desciendan. Si, como indican las previsiones, las expectativas inflacionarias se mantienen firmemente ancladas y los indicadores confirman la desaceleración proyectada, se ampliará el margen de maniobra para adoptar una política monetaria acomodaticia.

Como segunda línea de defensa, muchos Gobiernos europeos que mejoraron considerablemente sus finanzas públicas durante la reciente fase ascendente del ciclo económico podrán dejar que los estabilizadores automáticos operen plenamente durante la fase descendente.

A medio plazo, serán necesarios cambios fundamentales para preservar la estabilidad del sistema financiero. Aún se están extrayendo las enseñanzas de la crisis actual, pero algunas conclusiones ya están claras. Es preciso reducir los incentivos regulatorios que inducen a los bancos a ocultar los riesgos en las entidades fuera del balance y mejorar los marcos de resolución de crisis para facilitar la rápida resolución de los casos de quiebra de instituciones financieras.

Es esencial fortalecer la cooperación internacional en materia de supervisión para prever mejor las crisis financieras y responder mejor frente a ellas. El sector privado también debe contribuir a esta tarea. Las instituciones financieras deben examinar y mejorar sus sistemas de gestión de riesgos. Las agencias calificadoras de riesgo tal vez deban separar los servicios de asesoramiento de los de calificación a fin de minimizar los conflictos de interés.

Por último, si bien la fase ascendente del ciclo económico ha ocultado las deficiencias estructurales en Europa, la turbulencia probablemente hará que vuelvan a pasar a primer plano. Las rigideces en los mercados de trabajo y de productos podrían prolongar la desaceleración de la economía, como ocurrió en 2001-2003.

Con el objetivo de aumentar la productividad, deberán revitalizarse las reformas estructurales que contribuyen a flexibilizar el mercado de trabajo, fomentar la competencia y mejorar el entorno empresarial. El aumento de la competitividad, el fortalecimiento de la participación en el mercado de trabajo y el incremento de la productividad no sólo ayudarán a Europa a mantener niveles de vida elevados y afrontar los desafíos del envejecimiento de la población a largo plazo, sino que también contribuirán a acelerar la recuperación del descenso actual.

Michael Deppler.Director del Departamento de Europa del Fondo Monetario Internacional

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