La banca española se defiende
El fenómeno más llamativo de la crisis de las hipotecas basura en EE UU ha sido la psicosis de desconfianza que ha generado en la banca en todo el mundo. El lubricante único que engrasa el negocio bancario, la confianza, ha desaparecido de la relación con los clientes y entre los bancos, hasta el punto de que los flujos de liquidez que alimentan la actividad económica se ha reducido a mínimos. En principio el banco A no prestaba dinero al banco B para evitar encontrarse con una bolsa de morosidad inesperada. Pero en pocas semanas el banco A dejó de prestar por si una prolongación excesiva de la crisis financiera, a la que ya se puede colgar tal atributo, le impide contar con liquidez futura para hacer frente a compromisos crediticios con terceros. Ahora, tras ocho meses de crisis, han aparecido ya buena parte de los activos derivados dañados que unos bancos habían puesto en marcha para refinanciar su crecimiento y que otros habían comprado buscando una rentabilidad extra. Pero no han aparecido todos, y mientras no lo hagan no volverá la confianza.
Los desajustes se han concentrado en las cuentas de resultados y balances de la banca americana, suiza, francesa, británica, holandesa y alemana. Pero las víctimas no acaban de entender ni de encajar que la banca española, que ha alimentado la ahora quebrada espiral inmobiliaria, está limpia. Puede crecer su bolsa de morosidad, pero no tiene tumores subprime. Utilizando hasta los más reputados periódicos anglosajones, los competidores mundiales de Santander, BBVA, Popular, etc., han sembrado dudas sobre sus balances, tratando de encontrar anormalidad en comportamientos normales. El Gobierno, el Banco de España y las patronales de bancos y cajas han salido en defensa de las empresas financieras. Pero las invectivas han persistido para erosionar uno de los negocios financieros mejor gestionados del mundo, tanto por la excelencia de sus ejecutivos como por los niveles de exigencia y celo impuestas tozudamente por el Banco de España.
El último episodio lo han protagonizado sendos analistas de Citigroup y Deutsche Bank. El primero dando por hecho, y rectificando después, que Santander era, junto con Fortis, el banco europeo que más utilizaba los bonos titulizados como colateral para captar financiación en la ventanilla del BCE. Si fuera el caso, sería estúpido escandalizarse, puesto que se trata de una vía abierta en Fráncfort con el mismo riguroso criterio que siempre ha exigido el Banco de España para prestar efectivo a la banca. Mientras que la Reserva Federal se ha visto obligada a aceptar como garantía de sus inyecciones de liquidez activos sospechosos inadmisibles en Europa, el BCE, que puede haberse convertido como dice Citi en el primer inversor en bonos titulizados, no ha aceptado ni un solo colateral que no tuviese auténtico valor subyacente.
En el caso del banco alemán, uno de sus analistas ha puesto en circulación un informe de dudoso rigor con recomendaciones de compra y venta de títulos de bancos medianos españoles sin más criterio de una serie defectuosa de ratios precio/beneficio. En ambos casos Santander y Sabadell han exigido cuentas a Citigroup y Deutsche, ambos víctimas de las subprime por sus propios errores, y han aparecido las rectificaciones.