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Columna
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Dependientes del petróleo

El mundo debe prepararse para pagar un petróleo caro y asumir que las reservas se agotan, según el autor, que critica los mensajes contra las energías renovables que tratan de convencer a los ciudadanos de que no habrá problemas de suministro de crudo en el futuro

Comenzamos una nueva legislatura, y nos tocará hablar mucho de energía. Somos dependientes de un petróleo carísimo, que desangra nuestra economía y contamina nuestra atmósfera. Después de muchas dudas, parece que, tanto Europa como Estados Unidos, se han propuesto disminuir su dependencia del oro negro. Y para ello, de forma tímida, apuestan por las energías renovables mientras que en algunos países, como Reino Unido, se reabre el debate sobre la energía nuclear.

Somos petroleodependientes y aún sabiéndolo, no ponemos todas las medidas a nuestro alcance para desintoxicarnos. No somos capaces de superar el mono de su ausencia. El petróleo es mucho petróleo, todo un prodigio de nuestra naturaleza. No somos conscientes de nuestra absoluta dependencia hacia su energía. Pensamos que sólo nuestros coches y nuestras centrales eléctricas dependen de su consumo pero nos equivocamos. Todos los abonos compuestos que consume la agricultura, los plásticos que nos rodean - en nuestras ropas, nuestros muebles, nuestros automóviles, nuestra alimentación - y un sinfín de derivados tienen su origen último en el petróleo. Si desapareciera, no sólo se apagaría la luz eléctrica, sino que los hospitales no tendrían bolsas para transfusiones de sangre ni jeringuillas. Sin petróleo, nuestro mundo se desplomaría estrepitosamente. De ahí que sea considerado como un recurso estratégico por todos los Gobiernos. Gastamos petróleo como si nunca se fuera a agotar. Esporádicamente surge el debate sobre su inviabilidad futura, pero siempre salen voces científicas que garantizan reservas por muchas décadas. Los modernos sistemas de extracción -nos dicen- permiten explotar yacimientos antes imposibles, o -nos repiten-, las nuevas tecnologías mejoran los rendimientos de los sistemas de refinación y los altos precios permiten bombear de pozos que antes no eran rentables. En resumen, nos afirman, no debéis preocuparos por el petróleo, que está garantizado. Y, narcotizados por esa certeza, seguimos participando en la orgía de su consumo, que, año a año se incrementa. El crecimiento de los colosos chino e indio, ha disparado la demanda de petróleo. Las altas cotizaciones que ahora conocemos -casi 100 dólares el barril- no son coyunturales, sino que marcan un suelo que no hará sino elevarse. Hemos alcanzado la punta de producción, y debemos de olvidarnos para siempre de un petróleo barato, tal y como por décadas hemos conocido.

El petróleo que extraemos no se compensa con nuevas reservas. Por cada seis barriles que se extraen, sólo se localizan reservas equivalentes a uno. El petróleo no se acabará pronto, pero será cada vez más caro. El diagnóstico es fácil. Debemos reducir nuestra petroleodependencia, explotando nuevas fuentes energéticas. Y entre ellas, las más accesibles, las renovables. Según el objetivo de la UE, en 2020, el 20% del total de la energía consumida deberá tener un origen renovable. Actualmente, y a pesar de las fuertes inversiones que se realizan, tan sólo alcanzamos un 8%. Actualmente, el 23% de la energía eléctrica producida es de origen renovable. Debemos alcanzar el 40% en 2020. Si nos centramos en los biocarburantes, del consumo actual del 0,6%, debemos pasar al 9,4% en 2020. La UE apoyará sólo aquellos biofueles que garanticen un ahorro de al menos un 35% de las emisiones frente al petróleo. En España ya trabajan en el sector de energías renovables alrededor de 200.000 personas.

Por cada seis barriles que se extraen, sólo se localizan nuevas reservas equivalentes a un barril

Pero lo obvio no satisface a algunos. Observamos con preocupación la reiteración de mensajes contra las energías renovables. Los argumentos son variados. El más usado es que el responsable de la subida del precio de los cereales y las oleaginosas han sido los biocombustibles. Falso, apenas se dedica un 1% para este fin. También afirman los críticos que la agricultura también consume petróleo y CO2 y que su balance es negativo.

Los tópicos contra las energías renovables son variados. Que si la energía necesaria para construir un aerogenerador es superior a la energía que puede producir durante toda su vida útil. Que si la energía renovable sólo es posible gracias a unas cuantiosas subvenciones que salen del bolsillo de los contribuyente y un largo etcétera, argumentos todos ellos rebatibles. ¿Por qué surgen ahora estas críticas, con una precisa cadencia? ¿Existen intereses detrás de ellas? ¿Algún lobby de influencia está orquestando la campaña?

Ahora que comenzamos a sufrir el mono, alguien parece interesado en que sigamos enganchados en nuestra petroleodependencia.

Manuel Pimentel

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