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Debate abierto
Tribuna
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Hacia dónde va la construcción

Fue maravilloso explotar el éxito, pero hay que evitar que nos estalle ahora en la cara'. æpermil;ste es el pensamiento en voz alta más repetido desde hace meses por altos cargos de promotoras, constructoras y entidades financieras cuando se les pregunta cómo se presenta el corto y medio plazo para el sector de la construcción.

Se han sentido maltratados, perseguidos y fiscalizados en todas y cada una de sus actuaciones y aunque admiten que el discurso de los políticos ha bajado de tono, creen que costará todavía recomponer su imagen.

El crecimiento de la economía española ha estado basado históricamente en el consumo y la construcción. En ese contexto, a nadie le extrañó que desde finales de los noventa y animados por la rebaja de tipos y la revolución acontecida en el mercado hipotecario, la demanda de vivienda se disparara a cotas insospechadas. Al principio, todos aplaudieron, España, además de haber conseguido entrar en el selecto club del euro, por primera vez en la historia reciente crecía a tasas más aceleradas y creaba más empleo que sus socios europeos. Sin embargo, después de varios años con récords de producción de casas y el precio de los inmuebles creciendo por encima del 15% anual, saltaron las alarmas.

Para el recuerdo quedan los mensajes en los que todos se estremecían porque en España se construyeran más casas al año que en Alemania, Reino Unido y Francia juntos, siendo su población significativamente inferior. Sin embargo, un análisis pormenorizado de los factores económicos, sociales y culturales de las familias españolas explica casi todo este boom inmobiliario recién culminado.

Tanto es así, que algunas de aquellas críticas feroces, de repente, desaparecieron.

En un mundo globalizado como el actual, claro que no era sano, ni equilibrado brindar casi todo el crecimiento económico de un país a dar respuesta a una desenfrenada demanda de casas, pero no era menos pernicioso apelar a que no siguieran construyéndose 800.000 casas al año sin más, sin plantear alternativas ni reformas que facilitaran que otros sectores productivos tomaran el relevo de la construcción.

Analistas y promotores consultados admiten que el propio Gobierno asumió el error y comenzó a modular su discurso. 'Hay que trabajar para conseguir un crecimiento más equilibrado porque a nadie beneficia que la construcción se desplome ni que los precios de la vivienda bajen', fue la nueva consigna cuando desde 2005 empezaron a surgir los primeros nubarrones de crisis coincidiendo con el aumento de los tipos de interés.

Los malos augurios se cumplieron y desde aquella fecha los titulares de préstamos hipotecarios no han dejado de recibir malas noticias tras el endurecimiento de la política monetaria decretado por el Banco Central Europeo. En la actualidad, pocos hogares son los que pueden contar que el recibo mensual de la hipoteca se ha encarecido menos de 150 euros, lo que, como era de esperar, se ha dejado sentir en la demanda de casas y también, lo más preocupante, en el consumo de las familias.

Ante el descenso de las compraventas de pisos, que algunos cifran en un promedio del 40% anual, las sociedades inmobiliarias, además de paralizar proyectos que en otro entorno económico sí tendrían cabida, han decidido apostar por diversificar su negocio y adaptarse a un mercado en claro retroceso que todavía ofrece demasiadas incertidumbres. La principal es saber cuánto durará el ajuste actual.

Diversos estudios y debates organizados las últimas semanas constatan hacia dónde mirarán las inversiones de este sector a corto y medio plazo: hoteles, oficinas, parques logísticos, centros comerciales y residencias de mayores, entre otras. Los gurús del mercado también plantean que seguirán sucediéndose operaciones corporativas, fusiones y adquisiciones de empresas con el objetivo de aumentar su dimensión y afrontar de ese modo con mejores garantías de éxito la necesidad de diversificar su actividad y su cartera de inmuebles.

Estos serían los efectos directos más inmediatos a los que se ven abocados los promotores, pero qué ocurre con el conjunto de la economía. A comienzos de 2007 comenzaron a hacerse públicos los primeros cálculos que un año después asume como ciertos el Gobierno. Por cada vivienda que deje de construirse, pueden llegar a destruirse 2,3 empleos. Teniendo en cuenta que ya en estos momentos parece que se están iniciando 170.000 pisos menos, las cuentas son fáciles.

Ha habido incluso quienes para llamar más la atención sobre el problema en ciernes han recordado que la inmensa mayoría de ese empleo que peligra está ostentado por inmigrantes, con el consiguiente riesgo de conflicto social que ello conlleva.

Ante estos vaticinios, los más veteranos en el mercado se defienden. Construcción no es sólo edificación, es y debe ser mucho más.

Las cifras oficiales apuntan que de todo lo que produce el sector, el 35% lo absorbe el segmento de edificación de viviendas, el 15% corresponde a rehabilitación y mantenimiento, el 24,5% a obra civil y el resto edificación no residencial (hospitales, colegios y cualquier otra clase de inmuebles). Por tanto, además de diversificar dentro de la edificación, otra de las alternativas naturales parece claro que es la obra civil, pero quienes operan ya en este segmento afirman que el trasvase no es fácil.

Primero recuerdan que es complicado encontrar mano de obra que además de poner ladrillos sea capaz de trabajar en una obra ferroviaria, por ejemplo. Y después advierten de la fortísima competencia que ya existe en este negocio, con un promedio de bajas en el precio de adjudicación de los proyectos que alcanza el 40%.

Sin embargo, todos a una coinciden en que sólo con más formación de los trabajadores, una apuesta decidida por las nuevas tecnologías y la proliferación de iniciativas que contemplen la participación del capital privado podrá sortear el sector esta crisis de manera favorable.

Tan presente está ahora esta premisa en la mente de empresas y gestores públicos que de lo contrario, no se entenderían los mensajes apelando a la calma y confianza que lanzó no hace mucho el presidente del Gobierno para que bancos y cajas sigan apoyando la actividad de promotores y constructores.

Pero es que además de palabras ha habido hechos. Recientemente se ha aprobado la reforma del Plan de Vivienda 2005-2008 que prevé medidas para estimular la construcción de casas de protección oficial (VPO), tanto en compra como alquiler, y ayudas para dar salida a las casas en stock que no se han podido vender. Esfuerzos que el sector elogia, agradece y anima a continuar.

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Manuel Fernández López, "Lito"

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