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Tribuna
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Y Bush, perdido en la crisis

Las medidas para evitar una amenazante recesión de la economía norteamericana que ha propuesto el presidente George Bush no tienen ni pies ni cabeza. La acción se ha vendido como una reducción de impuestos, cuyo total puede llegar a 145.000 millones de dólares, una pequeña inyección en una economía de 10 billones de dólares (el 1,45% del PIB). Se supone que el dinero se va a gastar inmediatamente en consumo e inversión para fortalecer el crecimiento de la economía. Pero, ¿tanto valor se atribuye al multiplicador para que esa cantidad pueda tener un impacto inmediato y significativo en el crecimiento del PIB?

Es además un supuesto que depende de quienes sean los receptores de ese dinero. Porque si la reducción de impuestos toma la forma de una rebaja de los impuestos federales pagados el ejercicio anterior, el 40% de las familias americanas quedan excluidas de la recepción de esa rebaja. Los analistas han calculado que una familia de cuatro personas con un ingreso anual de 24.000 dólares no recibiría ningún pago del Gobierno, y las familias de menos de 40.000 dólares apenas recibirían algo. Pero un hogar que ingrese 100.000 dólares recibiría 1.600 dólares. La razón de esta sinrazón es que sólo se pueden rebajar impuestos a los que pagan impuestos. Lo que muestra que esta forma de inyectar liquidez en las familias americanas es muy discutible, y de hecho no se ha adoptado en firme.

Otra cuestión es si el dinero recibido del Gobierno va a destinarse a nuevo consumo, o más bien a pagar las deudas generadas por el consumo anterior. Que es lo más probable, dado el conocido estado de endeudamiento de las familias de clase media norteamericanas. Lo mismo se podría decir de la inversión. Es dudoso que quien reciba 1.600 dólares vaya a hacer una gran inversión. Las familias se pueden sentir agradecidas, desahogadas, más inclinadas a votar a los republicanos, pero es difícil de imaginar cómo con esta clase de ayudas la clase media o las más pudientes vayan a dar un fuerte impulso a la economía.

La intervención del Gobierno más adecuada para evitar la recesión americana en estos momentos es la que ha propuesto Hillary Clinton en su campaña para las primarias en el Estado de Nevada. Es, además, la solución demócrata por excelencia para prevenir o corregir crisis económicas desde los tiempos de la Gran Depresión y Franklin D. Roosevelt.

El Gobierno federal tiene que gastar más, tiene que aumentar significativamente la inversión y el consumo públicos para producir más y mejores bienes públicos. El Gobierno, a diferencia de los privados, puede anunciar medidas que tengan un efecto inmediato, por lo menos en alterar las expectativas pesimistas que pueden alimentar la recesión. Sabido es que las infraestructuras del país están casi en ruinas. Los diques de Nueva Orleans, las tuberías de gas de Manhattan, el puente sobre el Misisipi en Miniápolis, los incendios de California y otros sucesos menores testimonian la falta de inversión pública y de mantenimiento en elementos esenciales de la infraestructura que sustenta la vida de los ciudadanos y sus actividades productivas.

Proponer un aumento del gasto público cuando el déficit fiscal es ya muy grande puede provocar reacciones adversas. Sin embargo, para desactivar el argumento de que no se puede ensanchar el déficit fiscal hay que tener en cuenta que se trata de crear bienes públicos (no se trata de gastos militares, ni de reducciones fiscales) que afectan directamente a la productividad de los factores. El aumento del gasto en obras públicas, por ejemplo, movilizaría a todas las empresas del sector, especialmente a aquellas que están experimentando dificultades con la construcción de viviendas. Esto tiene mucho más sentido económico que repartir donativos entre los miembros de la clase media.

De hecho, las medidas anunciadas por el presidente Bush, quizás porque no son claras ni están completas, o porque no convencen, motivaron una caída de las Bolsas de valores de todo el mundo que continúa hasta ahora. Y, mientras los funcionarios del Gobierno diseñan la política de Father Christmas para 2008, las expectativas de los inversores se van pudriendo, al perder la esperanza de que el gobernante con mayor responsabilidad del mundo en la marcha de la economía encuentre su norte

Luis de Sebastián Profesor honorario de Esade

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