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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Dime con quién andas...

Echemos un vistazo a nuestro alrededor: la Bolsa castiga a las inmobiliarias, se generalizan los impagos, escala la inflación… Pese a que las previsiones más alarmistas no han llegado a materializarse, los índices europeos continúan inquietos. Estas fluctuaciones económicas han supuesto una llamada de atención para los empresarios españoles. Por la cabeza de todos ronda la misma pregunta: ¿y si la crisis llegara a producirse?

Lo más preocupante es que la mayoría de los directivos no estarían satisfechos con la respuesta. No todas las corporaciones están preparadas para sobrevivir a situaciones de este tipo. Las crisis dinamitan la organización empresarial y los nervios impiden tomar decisiones apropiadas. Las estrategias no se pueden meditar lo suficiente y el ritmo vertiginoso exige respuestas inmediatas. Por estos motivos, este tipo de situaciones ya deben de estar previstas de antemano por los empresarios. Adelantarse es, en este contexto, vital.

Llegados a este punto, conviene mirar hacia uno y otro lado para saber cuáles son las cartas con las que contamos. Porque en el caso de que una crisis alcanzara nuestra compañía, ¿sabemos en realidad con quién contamos a nuestro lado? ¿Conocemos cómo son las empresas con las que colaboramos y los clientes a los que ofrecemos nuestros productos/servicios? Los impagos son la razón de que aproximadamente una de cada cuatro empresas se encuentre en una precaria situación económica. La insolvencia en una empresa puede obligar a la organización a reestructurar su plantilla o, incluso, afectar a su supervivencia.

Pero seamos realistas: conseguir un riesgo cero en nuestras actividades económicas es como intentar alcanzar la Luna con las manos, una utopía. Las empresas necesitan arriesgar para continuar creciendo y no quedarse estancadas. Las estadísticas demuestran que los directivos que demandan una gran rentabilidad a su negocio son más arriesgados en sus movimientos empresariales.

El riesgo existe, pero, ahora bien, podemos adoptar una planificación estratégica eficaz que tenga por objetivo minimizar las amenazas que se ciernen sobre nuestra empresa. Una gestión eficaz del riesgo puede constituir el factor definitivo que nos diferencie de la competencia. La experiencia nos demuestra que las compañías que cuentan con información comercial, financiera y de marketing de calidad, tanto de empresas como de empresarios, aumentan el conocimiento de sus clientes y proveedores y minimizan de esta manera el riesgo, ya que en muchos casos los fallos se producen por una investigación de mercados, proveedores y clientes inadecuada.

Muchos directivos se guían por su instinto para conducir a sus compañías hacia el éxito, pero, en situaciones complejas, es como elegir a ciegas: unas veces acertaremos, sí, pero en otros casos no tendremos tanta suerte. Esto no quiere decir que los empresarios no deban hacer caso de sus intuiciones y/o experiencia, sino que lo más racional cuando el escenario es desfavorable sería contrastar nuestras primeras impresiones con criterios más fiables y objetivos que determinen la situación en la que se encuentra una empresa o un autónomo con el que tenemos relaciones comerciales, en un momento determinado. De esta manera, evitamos sorpresas desagradables y obtenemos mejores resultados en términos de efectividad y eficiencia.

El riesgo es inherente al empresario y al negocio, y el paso de los años nos enseña que un triunfador es aquel que tiene ideas tan originales como realistas y es capaz de utilizar toda la capacidad de su empresa para hacerlas realidad, siendo siempre consciente de que la posibilidad de fracaso existe.

No debemos ser alarmistas, sino que, tal y como señaló Tom Peters, no triunfa la empresa más fuerte ni más inteligente, sino la que mejor se adapte a los cambios. En este sentido, un directivo debe ser un buen previsor y conocedor de su entorno.

Adaptarse o morir. Aprender a gestionar el riesgo o sucumbir a sus efectos. æpermil;stas son las cuestiones que los dirigentes deben barajar. Optar por una u otra opción será lo que marque la diferencia en este mercado tan global y competitivo. Vivimos en la era de la comunicación, por lo que los empresarios deben tomar conciencia de la importancia de la información como intangible estratégico de sus compañías.

Si en el presente nos preocupamos por rodearnos de la gente adecuada, en el futuro podremos, sin lugar a dudas, recoger los frutos de nuestro esfuerzo cuando vengan las vacas flacas, que, a buen seguro, vendrán. Lo que no sabemos es cuándo... Pero mejor que nos pille preparados, ¿verdad?

David González. Director financiero de Informa D&B

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