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Columna
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La economía según el Gobierno

Después del veto al proyecto de Ley de Presupuestos (PGE) en el Senado, la movilización del partido del Gobierno en el pleno del Congreso para lograr los votos que evitasen su rechazo planteó, en mi opinión, una curiosa paradoja: ¿estaba justificado tamaño empeño teniendo en cuenta que, si bien en teoría los PGE son como el evangelio de la política macroeconómica del Ejecutivo, la realidad -como luego se dirá- y la inevitable carga de voluntarismo político que los rodea hacen surgir más de una duda sobre el acierto y la magnitud de sus efectos?

Un excelente artículo de Ángel Laborda, en el número 201 de la revista Cuadernos de Información Económica, nos da un conjunto de claves para encontrar una respuesta meditada. Esa respuesta debe responder, creo yo, a cuatro preguntas: ¿cuál es la situación actual de nuestra economía?; ¿cuáles sus perspectivas para 2008?; ¿cómo encajan los PGE en ese panorama?, y por último, ¿son adecuados o, por el contrario, desequilibrarán aún más la delicada situación que se avecina?

La situación actual. La mayoría de los expertos no gubernamentales están de acuerdo en que a partir del verano de 2007 se ha iniciado una fase cíclica de desaceleración de nuestra economía que agravará algunos de sus desequilibrios: el diferencial de inflación, que aumenta respecto a nuestros competidores en los mercados internacionales; el fuerte endeudamiento exterior, que nos hace más indefensos ante la delicada situación de los mercados financieros; el peculiar modelo de crecimiento, que puede fomentar una aceleración de la tasa de paro, y la propia estructura de las cuentas públicas, sustentadas en unos cimientos frágiles a medio plazo como luego se indicará.

Las perspectivas para 2008. Con el peso que le da el ser director del Gabinete de Coyuntura de la Fundación de las Cajas de Ahorros, Laborda ofrece unas previsiones para el nuevo año en línea con las adelantadas por otros centros de previsión nacionales e internacionales y que se resumen en una desaceleración del crecimiento del PIB -de un punto respecto a 2007-, con una contracción acusada en la construcción residencial y un menor saldo exterior negativo, consecuencia de la reducción de las importaciones. El IPC, en medias anuales, repuntaría del 2,8% al 3,5% en el próximo ejercicio y el empleo registraría un menor crecimiento que se traduciría en una subida de la tasa de paro desde el 8,2% al 8,6%. Desgraciadamente, nuestro endeudamiento exterior seguiría creciendo y la necesidad de financiación se acentuaría en medio punto, hasta el 9,5% del PIB. El Gobierno, por el contrario, es más optimista: según sus cálculos, el producto crecería un 3,3%, el empleo sería mayor que el pronosticado por los restantes analistas y, por ende, la tasa de paro se quedaría en los umbrales del 8%-7,9% exactamente.

Los PGE ante la incertidumbre. Recordando la advertencia inicial el autor del trabajo citado subraya no sólo que los PGE influyen únicamente en menos de la mitad del gasto público total sino que, además, una buena porción de los destinados a infraestructuras y otros significativos no están recogidos en él y, por último, que las previsiones presupuestarias no siempre permiten un análisis preciso en términos de contabilidad nacional, que es la óptica económica relevante. En todo caso, el proyecto del Gobierno confía en allegar unos ingresos no financieros totales que crecerían un 5,1% respecto al avance de liquidación para 2007 -o sea, 1,6 puntos porcentuales menos que el PIB nominal- mientras que los gastos, también no financieros, igualarían a éste, siendo los de carácter corriente todavía mayores (un 7,1%). La diferencia de ambos lados del balance es ya relevante, pero lo malo es que los impuestos se prevé crezcan un 5,6%, lo cual es arriesgado habida cuenta del peligro de que sean en realidad menores debido a la muy probable desaceleración de la demanda interna.

En todo caso, y contando con que las comunidades autónomas alcancen un superávit del 0,25% -que no parece fácil- y las locales cierren unas cuentas equilibradas, se alcanzaría un superávit total del orden del 1,15% del PIB.

¿Unos Presupuestos adecuados? Desde un punto de vista macroeconómico los PGE de 2007 no cumplieron con el objetivo de contener los desequilibrios de la economía, ya que si bien la presión fiscal subió, también lo hicieron los gastos en relación al PIB. Dicho en otros términos, el componente estructural del superávit público ha seguido empeorando, siendo el de carácter cíclico el que lo sustenta. De ahí el rasgo preocupante de las cuentas públicas, ya que con una coyuntura bastante más negativa que las reinantes hasta ahora cabe afirmar, con Laborda, que aquéllas están saneadas sólo coyunturalmente. O sea, que podemos disipar la herencia rápidamente.

Raimundo Ortega Economista

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