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Tribuna
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¿Un regalo inútil de los bancos centrales?

Las autoridades monetarias de varias zonas económicas de relevancia anunciaron la semana pasada su intención de aportar liquidez adicional al sector financiero, esencialmente mediante subastas de dinero a las que ciertas entidades bancarias están invitadas. Estas actuaciones vienen motivadas por un repunte reciente de la crisis en los mercados de deuda a corto plazo, con los tipos Libor (a los que se prestan los bancos unos a otros, y referente de los costes financieros de gran cantidad de fondos, Gobiernos y empresas en todo el mundo) alcanzando spreads sobre los tipos oficiales de referencia mayores incluso que durante el turbulento verano. Un clima de desconfianza absoluta se ha vuelto a apoderar del mercado crediticio, y los bancos centrales consideran necesario intervenir para prevenir males mayores. ¿Tendrán éxito estas medidas? Dado que estoy actualmente en New York, permítanme que enfoque mi análisis en el caso norteamericano.

Hace un mes el tipo oficial de la Reserva Federal estaba al 4,50% y el Libor a un mes estaba a 4,65%. Hoy el tipo oficial (tras el último recorte) está al 4,25% y Libor a 5,00%. Claramente, el brazo privado del sistema de crédito parece dispuesto a boicotear los intentos de la Fed de abaratar el coste del dinero y de generar liquidez. En base a este desafío, la Fed va a subastar dinero fresco, en condiciones más favorables de lo habitual. Ayer debutó el llamado Term Auction Facility, una subasta de préstamos para determinadas entidades financieras norteamericanas por valor total de 20.000 millones de dólares y 28 días de vencimiento. El tipo de interés mínimo al que empezó la subasta fue de 4,17%, correspondiente al tipo swap con vencimiento similar. Ninguna institución individual podrá obtener más de 2.000 millones de dólares en financiación. El próximo jueves 20 será la segunda subasta, también de 20.000 millones de dólares pero con 35 días de vencimiento (entidades europeas deseosas de obtener dólares podrán participar en subastas paralelas el 17 y el 20, gracias a una línea temporal de swaps entre la Fed y el BCE). Los días 14 y 28 de enero serán testigos de otras dos subastas similares, por montantes todavía no fijados. La Fed ha expresado su intención de llevar a cabo subastas adicionales si la salud de los mercados lo demandase (de seguir mandando, en palabras de Martin Wolf, del Financial Times, helicópteros con sacas de dinero a sobrevolar el territorio financiero).

Paradójicamente, para muchas de las entidades directamente afectadas por (e involucradas en) los eventos que dieron lugar a la crisis de liquidez (hedge funds, bancos de inversión puros, prestamistas hipotecarios que no toman depósitos, SIV, entidades públicas como el Estado de Florida) este rescate de las autoridades monetarias puede no ser del todo bienvenido.

Para empezar, ninguno de estos jugadores puede disfrutar directamente de los beneficios de las acciones oficiales. Tan sólo entidades depositarias (banca tradicional) pueden participar directamente en las subastas. Y no parece muy probable que éstas estén muy dispuestas a trasladar la nueva liquidez obtenida a los miembros del nuevo club de prestamistas en la sombra. Los banqueros comerciales tienen ya bastantes problemas (muchos son dueños también de grandes bancos de inversión y hacen préstamos hipotecarios) y no está el escenario crediticio como para fiarse en exceso de contrapartidas necesitadas de liquidez para cubrir pérdidas en posiciones exóticas.

La realidad es que las acciones de los bancos centrales no aportan demasiado, en principio, a muchos de los más necesitados, atrapados en una pesadilla de pasivos a corto con limitada liquidez y altos costes, y activos a largo que sangran valor y son muy difíciles de liquidar (tipo CDO referenciados a hipotecas subprime). Obviamente, la Fed podría cambiar de política y permitir acceso a sus subastas a los hedge funds y demás cowboys, pero esto también aparece como altamente ilusorio. Las actas fundacionales de la Fed la prohíben hacer tal cosa salvo en situaciones de extrema emergencia que requerirían complejos procesos de aprobación; tal paso nunca se ha dado en la historia de la Fed.

Un segundo, y potencialmente mucho más grave, indeseable aspecto de la intervención oficial para fondos, dealers de derivados, y otros jugadores de alto riesgo es que el precio por estas ayudas sea una mayor regulación futura, un golpe en la mesa política que aspire a evitar que este tipo de situaciones se vuelvan a repetir. La percepción popular de la crisis es ahora la siguiente: el sistema financiero se ha colapsado por las acciones irresponsables de prestamistas sin escrúpulos, especuladores avariciosos, y banqueros desenfrenados, forzando a las autoridades a intervenir para limpiar el desaguisado. Cuanto más costosa parezca tal tarea de limpieza, mayor puede ser la presión para que los productos y estrategias señalizados como culpables sean debidamente controladas e, incluso, subyugados. Esto generaría perjuicios a medio y largo plazo para las entidades financieras más sofisticadas (y sus clientes e inversores que, en general, se benefician de tales avances) mucho más graves que los sufrimientos temporales de los últimos meses.

Pablo Triana, Director del Centro de Finanzas Avanzadas del IE Business School

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