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Tribuna
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RTVE y el barón de Lampedusa

Próximo a concluir el primer ejercicio de vida de la Corporación RTVE, conviene analizar si la andadura del organismo público está resultando útil para sus objetivos fundacionales o si, por el contrario, su nacimiento respondió al deseo de 'cambiar todo para que todo siga igual', espíritu exquisitamente inmortalizado por Lampedusa en El Gatopardo.

Es cierto que en RTVE han cambiado muchas cosas: el nombre del organismo, su configuración jurídica, su ley regulatoria, la dimensión, composición y extracción de su consejo de administración, sus equipos directivos… Pero todo esto no es sino instrumental, pues lo relevante para los españoles son dos cuestiones. Una, el coste que a la sociedad española le supone mantener la institución. Dos, la calidad del servicio que recibe a cambio.

En el primer orden expuesto, el coste de mantener RTVE se encuentra relacionado con la mayor o menor eficiencia en su gestión, y el mayor o menor orden en su administración. Anécdotas recientes no invitan al optimismo, toda vez que en las últimas semanas la generalidad de los ex trabajadores afectados por el expediente de regulación de empleo (ERE) han sido avisados de la existencia de errores en su liquidación.

Elevando el tiro, convengamos que para conocer el coste anual que el contribuyente soporta por la gestión corriente de RTVE es preciso realizar determinados ajustes en su resultado contable. Así, en éste debe eliminarse la cifra de ingresos representada por la subvención estatal recibida, pues -al margen del estado financiero en el que ésta figure- su cuantía resulta finalmente sufragada con el conjunto de nuestros impuestos.

A su vez, también debe eliminarse la cifra correspondiente a los gastos financieros, dado que éstos responden al volumen de la deuda acumulada y son, por tanto, imputables antes a las gestiones precedentes que a la eficacia gestora del ejercicio considerado. En definitiva, resultado contable menos subvención recibida y más gastos financieros es la expresión cuantitativa que cifra el coste que hemos de soportar por la gestión de cada ejercicio de RTVE.

La existencia del citado coste se inició en los primeros años noventa con la ruptura del monopolio televisivo que afectó negativamente tanto a los ingresos como a los gastos de la televisión estatal. Desde entonces, su importe sufrió una evolución creciente, hasta que en 2002 se puso en marcha el Plan Marco para la Viabilidad.

En efecto, el coste efectivo del ejercicio 2001 -último anterior a la aplicación del plan- ascendió a 546 millones de euros, superando en 15 al del ejercicio precedente. Las medidas de mayor austeridad en el gasto y racionalidad en la gestión implementadas en 2002 condujeron a que por primera vez desde la aparición del déficit en RTVE ésta disminuyera el coste efectivo corriente de su funcionamiento, reduciéndolo en dicho año hasta 448 millones de euros, y a una cifra ligeramente inferior en 2003.

Sin embargo, la constitución del Gobierno Zapatero supuso el entierro del Plan Marco, la designación de varios sabios reunidos en comité y, tras casi dos años, la introducción del conjunto de medidas que rodean la fundación de la Corporación Radiotelevisión Española.

Lógicamente, el resultado del ejercicio en curso aún no se conoce, pero si la ejecución presupuestaria no lo remedia, el funcionamiento del nuevo organismo durante 2007 nos costará a los contribuyentes españoles 715 millones de euros, importe agregado de las pérdidas contables previstas y de la subvención estatal concedida -al asumir el Estado la deuda acumulada, los gastos financieros vinculados figuran directamente en los Presupuestos Generales-.

Es decir, el funcionamiento corriente de RTVE es hoy un 30% más caro que en 2001, y del orden de un 60% más caro que en los ejercicios 2002 y 2003.

En cuanto a la segunda cuestión enunciada -servicio prestado- la valoración sobre RTVE admite todo tipo de opiniones subjetivas, desde quien afirme que hoy tiene más calidad, pluralidad y objetividad que nunca, hasta quien mantenga que nunca como ahora la zafiedad y el sectarismo se habían atrincherado tanto en la radiotelevisión estatal.

Acudiendo a la objetividad de los datos, el juicio de los consumidores es evidente: el producto de RTVE gusta menos y las audiencias -de TVE- con claramente inferiores. Así, mientras que en los años anteriores a 2004 el share acumulado de las dos cadenas se movía en torno al 34%-35%, en la actualidad es nítidamente inferior, moviéndose alrededor del 27%-28%. El descenso no puede achacarse al progresivo fraccionamiento de la oferta audiovisual, pues existe un dato objetivo inobjetable: hasta abril de 2004, TVE-1 ostentó con firmeza el liderazgo del sector, con la excepción de tres o cuatro meses en 14 años; desde mayo del citado año, TVE-1 ha pasado a ser consuetudinariamente la tercera en las preferencias de los telespectadores.

Los datos expuestos parecen confirmar que, como en la novela que inmortalizó el mago Visconti, todos los fuegos de artificio montados desde 2004 alrededor de RTVE no han servido para nada. O lo que es peor, han servido para aumentar su coste efectivo de funcionamiento, bajar sus audiencias y, consecuentemente, hacer que se dispare el coste de cada punto de share, que en la actualidad cuesta al contribuyente español prácticamente el doble de lo que le costaba en 2003.

Ignacio Ruiz-Jarabo Colomer. Ex presidente de la SEPI

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