Electra, el Estado o la historia que siempre se repite
Un interesante análisis de la historia de la electricidad en España hasta 1973
En un laborioso estudio, del que da cuenta la década larga que sus autores le han dedicado, los profesores Antonio Gómez Mendoza, Carles Sudrià y Javier Pueyo hacen un repaso exhaustivo de la historia de la electricidad en España y, más concretamente, de 'la intervención del Estado en el sector eléctrico desde el final de la Guerra Civil', hasta 1973, año de importantes cambios regulatorios y del chispazo de la gran crisis del petróleo. Pero esa ya es otra historia que queda pendiente de investigación.
Patrocinado por la Comisión Nacional de la Energía (CNE), el estudio se divide en dos partes: por un lado, la configuración del sector empresarial en España y la batalla de las empresas privadas (a través de Unesa) contra la nacionalización del sector y en favor de una regulación que siempre consideró imperfecta e insuficiente; y, por otra, la historia de las dos grandes eléctricas públicas: la Empresa Nacional de Electricidad (Endesa) y la Empresa Nacional Hidroeléctrica del Ribagorzana (Enher).
En la primera parte, los autores hacen una radiografía de Unesa, desde su creación en 1944, como compañía de lobby frente al Estado, y el papel desempeñado por su fundador y primer presidente, José María Oriol, que impuso la consigna de la unidad frente al sector público. Algo que, como es sabido, no siempre ha sido posible.
Pese a los avatares que tuvo que soportar la calificada como patronal en su empeño (infructuoso tantas veces) por conseguir la descongelación de las tarifas y un marco regulatorio estable, sí logró, en cambio, evitar la nacionalización del sector. No así la creación de Endesa y Enher que, en principio, nacieron de la mano del INI de Juan Antonio Suanzes para suministrar energía a las industrias de la autarquía.
De obligada lectura para los interesados en un sector que engancha, y pese a los años a los que se remonta el trabajo, el estudio es una muestra de cómo la historia se repite. Las peleas de las empresas por obtener del Estado una mejor retribución; la resistencia de éste a aceptar subidas de tarifas a unas empresas que, gracias a sus economías de escala, siempre han lucido importantes beneficios o la creencia de que los fuertes crecimientos de la demanda de electricidad se deben 'a la baratura de las tarifas', vienen de lejos.
Todo ello sin olvidar (salvando la abismal distancia) los problemas de calidad del suministro. Sería, obviamente, injusto comparar los apagones actuales con las fuertes restricciones de la posguerra, que perjudicaron no sólo a los consumidores domésticos, sino especialmente a las fábricas. æpermil;stas se veían obligadas a parar durante días o semanas por falta de una energía que dependía, en gran medida, de la producción hidroeléctrica.
La lectura de Electra y el Estado alumbra muchos de los actuales comportamientos de las empresas y de no pocos de los actuales problemas del sector: la pugna entre Iberdrola (sector privado) y Endesa (todavía con halo de empresa pública, pese a haber acabado, paradojas de la historia, en manos de un grupo estatal extranjero, Enel); las deficiencias de configuración de la red (especialmente en Cataluña), motivo de muchos apagones, o las concesiones de aguas en pocas manos (que explican el mix desequilibrado de las empresas).
Aunque a veces las ideas parecen repetirse en el estudio, éste aborda importantes capítulos de la historia eléctrica. Entre ellos, el de la regulación (desde el sistema de la aplicación de un sistema de tarifa única, o STU, hasta las tarifas binomias), o el desarrollo del sector público empresarial, que el franquismo consiguió desarrollar, pese a la resistencia de las empresas privadas, y sin un régimen de monopolio, tal como se impuso en Europa.
Rogativas para terminar con la 'pertinaz sequía'
La historia en la que transcurre el estudio de los profesores Gómez Mendoza, Sudrià y Pueyo dibuja un escenario, ahora impensable, en el que la producción hidráulica y, en menor medida, la de carbón (sometido a fuertes subidas de precios y restricciones en la posguerra) eran las estrellas.No en vano, la escasez de agua resultó casi trágica para el suministro durante las primeras dos décadas de la dictadura franquista, que abusó de la 'pertinaz sequía' (cuando llovía y cuando no) para ocultar los serios problemas de funcionamiento del sistema.Entre las anécdotas que amenizan los dos tomos del libro destacan las 25.000 pesetas que Unesa dio en cierta ocasión a varios conventos para que rogaran a Dios para que lloviera. O el estrambótico proyecto, impulsado por Pere Durán Farrell, para crear la lluvia artificial y que también fue financiado por una patronal, que resultó creyente y supersticiosa.El estudio analiza cómo las eléctricas se hicieron (fundamentalmente, recomprándolas) con las concesiones de agua a principios del siglo XX y cómo se produjo en la primera mitad de la centuria el reparto de las cuencas de los grandes ríos. También la concentración de un sector formado originalmente por multitud de pequeñas distribuidoras locales en un reducido número de ellas. Dicha concentración fue posible gracias la creación de una red de alta tensión que permitió el transporte de la electricidad desde largas distancias.