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Columna
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La ignorancia es peligrosa

Los mercados financieros han tomado un total protagonismo este mes de agosto. Tal interés refleja la importancia creciente que tienen para los ciudadanos y ello, a su vez, es indicativo de que cada vez hay un mayor número de inversores minoristas. Esta popularización de los mercados de capitales se combina, curiosamente, con la aparición de nuevos productos sofisticados y de vehículos de inversión como son los hedge funds o las empresas de capital riesgo.

Los productos financieros sofisticados permiten a las entidades crediticias modificar el negocio de originación de préstamos y de financiación. El cambio implica que las entidades pueden deshacerse de parte de los riesgos crediticios, ya que la toma de financiación se realiza por la venta de productos financieros complejos que incorporan tales riesgos. Estos productos se colocan entre fondos o empresas de inversión especializados (hedge funds o private equity) y pueden terminar en manos de inversores minoristas. Estas técnicas implican que los riesgos financieros se dispersan, que las entidades financieras reducen su exposición al riesgo, pero que, al mismo tiempo, incrementan su dependencia de la liquidez de los mercados y, por otra parte, que se incrementa la importancia de la protección de los consumidores.

La crisis actual ha vuelto a señalar un hecho que es hartamente conocido, que la holgura de liquidez lleva a comportamientos de laxitud en los estándares de inversión. Precisamente, la innovación financiera provoca que la liquidez existente en la economía supere con mucho las decisiones de los bancos centrales. Así, la facilidad proporcionada por la securitización ha llevado a prácticas en los préstamos en Estados Unidos claramente irresponsables, similares a otras que en el pasado se consideraban circunscritas a sistemas financieros propios de países emergentes. Los préstamos que preocupan no son sólo los hipotecarios de mala calidad, sino otros destinados a financiar operaciones de compras apalancadas de empresas por entidades de capital riesgo.

Además, se ha puesto de manifiesto que el contagio de los problemas sigue produciéndose por una crisis de confianza entre las entidades financieras y entre los inversores. Estos elementos también han estado presentes en otras crisis en el pasado.

Un factor nuevo en la actualidad es el desconocimiento, más que la incertidumbre. Hay desconocimiento a muchos niveles. En primer lugar, parece que no se conoce bien cómo debe ser la relación del rating de productos estructurados con el rating de los créditos (hipotecarios u otros) que se encuentran en su base. Este hecho, que ha llamado a cuestionar la actividad de las empresas de calificación, tiene consecuencias para saber el riesgo que se transfiere en dichos productos.

Los inversores minoristas también parece que han tenido desconocimiento de los riesgos que han tomado y, ante la evidencia de que los fondos de inversión donde han invertido no sólo pueden ganar sino también perder, optan por solicitar reembolsos, agravando las caídas en precios.

Finalmente también parece que hay un gran desconocimiento de la exposición total de las entidades financieras al riesgo deteriorado, ya que las vías de exposición han sido diversas. Es decir, en muchos casos las mismas entidades que han concedido préstamos de baja calidad crediticia y que han mantenido alguna exposición a ese riesgo al tomar los tramos de peor calidad de las titulizaciones, también han prestado financiación a los hedge funds que han tomado activos titulizados. El resultado es que la innovación financiera ha permitido distribuir el riesgo, pero se desconoce cuál es el riesgo, por problemas de valoración, y dónde está localizado. La caída de precios de algunos activos complejos, debido a la caída del valor del subyacente, se ha contagiado al resto de activos por necesidades de realizarlos para obtener liquidez. Además, la incertidumbre inhibe a los participantes en los mercados con mayores efectos negativos sobre la liquidez.

Mayor transparencia del riesgo, mayor formación de los inversores, supervisión efectiva de entidades financieras diversas en un entorno global y de innovación financiera son parte de las recetas que se obtienen como lecciones. No es fácil anticipar las consecuencias, pero al menos hasta la fecha la situación económica era sólida de forma generalizada en muchas regiones del mundo y el sector financiero, al menos en Europa, se ha venido calificando como 'resistente'. Se ha dicho que la crisis es un mal necesario para que se corrijan errores y se eviten males mayores. Debe ser el fin de un modelo de comportamiento financiero.

Nieves García-Santos. Economista

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