Neuronas ahorradoras y la hormona de la generosidad
Los neuroeconomistas buscan en el cerebro las claves del funcionamiento de las decisiones humanas
Cuando tomamos decisiones un torbellino de sentimientos e ideas se remueve en nuestro cerebro de modo que, a veces, no sabemos exactamente por qué las hemos tomado. La neuroeconomía, una especialidad de la economía cada vez más popular, trata de descifrar qué segregamos cuando decidimos dar a cambio de nada, o qué parte del cerebro decide contratar un depósito a cinco años en lugar de cobrar el interés inmediatamente.
Una de las escasas ideas consensuadas entre los neuroeconomistas es que, a diferencia de lo que afirma la economía tradicional, el hombre no es egoísta por naturaleza. Aunque tampoco está claro lo contrario, porque la mayoría de los experimentos se realizan en países ricos y son difíciles de extrapolar.
En la búsqueda del árbol del bien y del mal trabaja Paul J. Zak, director del Centro de Estudios de Neuroeconomía de la Universidad de Claremont, en California. Es uno de los mayores investigadores del papel de la oxitocina, una hormona relacionada con la afectividad y la ternura, en las relaciones económicas. 'La oxitocina es un marcador fisiológico de la empatía, y una mayor cantidad de ella aumenta tanto la confianza como la generosidad', señala Zak, que distingue entre confiar en otra persona, que consiste en darle poder para ayudarte o para hacerte daño, y ser generoso con ella, que es darle más de lo que necesita pero sin perder el control. En lo que coinciden ambos sentimientos, según sus investigaciones, es en que dependen de la empatía. La oxitocina no aumenta, en cambio, el altruismo, que es un sentimiento individual y que no requiere de una identificación con el otro.
Zak ha descubierto que los 'egoístas' tienen una disfunción de oxitocina, 'al igual que los sociofóbicos'. Sus juegos muestran también cómo un solo egoísta en un grupo de generosos con ausencia de normas puede convertirlos a todos en avaros; y cómo, cuando hay castigo, el codicioso empieza a cooperar. 'Un ambiente que fomenta la confianza mutua es el mejor estímulo para la oxitocina', señala Zak. En menor medida, también el contacto físico y un clima cálido favorecen la producción de la hormona. El bienestar y la oxitocina nos hacen además proclives al consumo; de ahí que los centros comerciales se estrujen las meninges para encontrar las imágenes y las músicas que mejores sensaciones produzcan en sus clientes. Es el neuromarketing, al que se dedica Pablo Peyrolón, de la Universidad de Viena, que trabaja con una consultora austriaca tratando de aplicar datos como que las mujeres reaccionan mejor a imágenes de bebés que a las de hombres guapos, o que los hombres mayores de 40 prefieren los coches y otros símbolos de estatus a las mujeres guapas.
La popularidad de una marca también es importante, explica Peyrolón, porque evita al cerebro la necesidad de reflexionar. 'Cuando reconocemos una marca se activa la parte emocional, los recuerdos, a diferencia de cuando no la conocemos', añade.
Impulsivos y reflexivos
La división entre cerebro emocional y analítico es la principal área de investigación del equipo de David Laibson, de Harvard (Massachusetts). 'El sistema impaciente o emocional quiere recompensas inmediatas y está dispuesto a sacrificar grandes ganancias a largo plazo. El sistema paciente o analítico percibe de forma muy parecida el corto y el largo plazo'.
Laibson utiliza resonancias magnéticas nucleares funcionales para medir señales cerebrales y determinar cuál de los dos sistemas toma las decisiones en cada momento. ¿Cuál de los dos elige mejor? Pues depende. 'El analítico es importante para las decisiones a largo plazo, sobre acontecimientos que no se han vivido nunca, como cuánto dinero necesitaremos para la jubilación', explica Laibson. Al emocional le corresponden las decisiones rápidas, basadas en experiencias anteriores.
El equipo de Paul Zak también está investigando el papel de las emociones en la toma de decisiones. Frente a la idea de que los mejores inversores en Bolsa son los que carecen de sentimientos, Zak explica que personas con gran dificultad para sentir emociones toman peores decisiones que la media. 'Lo mejor es el término medio, tener emociones pero saber controlarlas', resume.
Experimentos. Conexiones sinápticas que llegan hasta el bolsillo
El placer de comprar frente a la molestia de perder el dinero. Cuando las personas sopesan una compra, contraponen el placer que les produce tener el producto frente al sufrimiento de perder el dinero que llevan en el bolsillo. En cambio, no les importa tanto el hipotético placer que obtendrían gastando el dinero en otra cosa. Es la conclusión de un estudio de neurocientíficos dirigidos por Scott Rick, de las universidades estadounidenses de Carnegie Mellon, Stanford y MIT, que analizaron el comportamiento cerebral de 26 adultos que disponían de 20 dólares para gastar en una serie de productos que iban pasando por la pantalla de un ordenador. El resultado explica, a juicio de los autores, la tendencia de los consumidores a gastar más cuando pagan con tarjeta de crédito, porque en ese caso el dinero no se pierde inmediatamente.
El departamento de compras de los seres vivos. Comparar una pera con una manzana es algo muy extraño, y no digamos la calabaza del Un, dos, tres... con un hipotético apartamento en Torrevieja. Pero los seres vivos lo hacemos continuamente, y neurobiólogos de Harvard Medical School han determinado en experimentos con macacos qué neuronas se dedican a tasar el valor de las cosas, combinando sabor, cantidad y otras cualidades. El equipo de Camillo Padoa-Schioppa hizo elegir a los monos entre dos tipos de zumos de fruta, en diferentes cantidades. Así, el simio prefería el jugo de uva cuando sólo le ofrecían una o dos gotas de manzana; cuando éstas eran tres, se mostraba indiferente, y cuando llegaban a cuatro, cambiaba de bebida. Ello provocaba actividad en algunas neuronas del cortex orbitofrontal.
Alternativas arriesgadas que rozan el límite de la ludopatía. Tomar una decisión siendo consciente del riesgo que tiene es muy distinto a tomarla sin conocerlo. Y las áreas del cerebro que se activan en cada caso también, como comprobaron Scott Huettel y sus colegas de Imagen Cerebral de Duke University (Carolina del Norte). 13 adultos tuvieron que elegir entre pares de apuestas monetarias clasificadas como 'ciertas', 'arriesgadas' y 'ambiguas'. Quienes preferían las segundas mostraban más actividad en el cortex prefrontal lateral, mientras que quienes preferían la ambigüedad la mostraban en el parietal posterior. Los investigadores relacionan el riesgo con las personalidades impulsivas, y plantean la posibilidad de que el descubrimiento ayude a crear alguna medicación que alivie patologías como la ludopatía.