Situación actual de la economía española
El pasado 27 de julio, tras el Consejo de Ministros, el presidente del Gobierno compareció para hacer un balance económico del primer semestre del año que, según se informó, resumió diciendo: 'Los datos son más optimistas que yo. España tiene un horizonte económico formidable'. Paso a analizar separadamente las dos afirmaciones del presidente.
El análisis macroeconómico presentado da la razón a su optimismo: la tasa de crecimiento del PIB para este año se eleva en 4 décimas con relación a la previsión que sirvió de base a la elaboración de los Presupuestos Generales del Estado y está en línea con la efectuada recientemente por organismos internacionales, lo que supone mantener el ciclo expansivo que desde el ingreso en la Unión Monetaria tiene nuestra economía. Con tan alta tasa de crecimiento se prevé un alza del empleo de medio millón de personas, que ha dado lugar a que en junio la tasa de paro se redujera al 7,9%, según la Encuesta de Población Activa.
Dijo el presidente que el ajuste en el consumo privado y en la construcción es un indicio de la transición a un nuevo modelo de crecimiento, con una demanda interna más moderada, una menor contribución negativa del sector exterior y un repunte de la productividad. Tanta euforia tiene su causa en examinar la situación de la economía española como una foto fija, sin tener en cuenta los riesgos que existen, que pasamos a analizar.
Cuando España ingresó en la Unión Monetaria, sus cuentas exteriores estaban prácticamente equilibradas (déficit del 0,1% del PIB); desde entonces la acumulación de los déficits por cuenta corriente de la balanza de pagos ha elevado nuestro endeudamiento con el exterior a 31 de diciembre de 2006 a 1.870.272,3 millones de euros, el 191,6% del PIB, en proporción el país más endeudado del mundo.
El endeudamiento neto asciende a 565.408,5 millones de euros, el 57,9% del PIB, con un aumento de casi 10 puntos con respecto a 2005, lo que nos sitúa también en el país que tiene el endeudamiento neto con el exterior más alto de los grandes países del mundo, lo que incide fuertemente en el saldo negativo de su balanza de pagos, como lo pone de manifiesto el saldo neto de la balanza de renta de la inversión, que en 2006 fue de -20.695,4 millones de euros, que representa el 26,3% del saldo neto deudor de la balanza de pagos por cuenta corriente y de capital.
La economía real ya ha empezado a sentir los problemas del sector de la vivienda. El pasado año los constructores y promotores acabaron 600.000 viviendas, pero sólo vendieron 400.000. A pesar de ello, este año está programado construir otras 850.000. Los precios de la vivienda también han empezado a bajar, lo que muestra que el mercado de la vivienda se está saturando. Los efectos macroeconómicos empezarán pronto a manifestarse: caída del empleo y de la renta disponible de las familias, caída del consumo y dificultades para hacer frente a la amortización de los préstamos hipotecarios.
Estos hechos pueden dar lugar a que la percepción de los inversores extranjeros sobre la sostenibilidad de nuestro crecimiento se vuelva negativa. Qué pasaría si los inversores extranjeros cambiaran la dirección de sus flujos de inversión a España hacia otros países, bien por lo que ha sucedido en Estados Unidos con el mercado hipotecario, y empezaran a dudar de la calidad de los activos que se le ofrecen en garantía, o porque tuvieran la percepción de un cambio en la sostenibilidad del modelo de crecimiento español, dado el alto nivel de endeudamiento exterior de España, el más alto del mundo en porcentaje del PIB. La crisis económica se desencadenaría, siendo posible que en 2008 la economía española entrara en recesión.
Los mercados financieros que anticipan los hechos que van a suceder han empezado a tambalearse ante el freno al crédito. Los precios de la vivienda, tanto en Estados Unidos como en España, están en una espiral bajista, a lo que hay que sumar la fuerte subida de los tipos de interés. El precio de la hipoteca ha ido subiendo, al mismo tiempo que el precio del activo que la garantiza ha comenzado a bajar. Comienza el aumento de la morosidad. La volatilidad se ha apoderado de las Bolsas y los mercados finalizaron la semana anterior con pérdidas de más del 2%, siendo el sector inmobiliario uno de los más afectados y expuesto a la crisis. Lo cual hace dudar de la afirmación del presidente que considera que el sector inmobiliario en España está fuerte.
El endeudamiento creciente de las empresas no financieras, que a finales de 2006 alcanzó la suma de 3.397.600 millones de euros (el 539% del PIB), que en 1999 era sólo de 1.446.617 (el 249% del PIB), lleva aparejado un alto riesgo para las empresas ante la subida de los tipos de interés y su influencia en los beneficios de las empresas. Si a ello unimos el también fuerte endeudamiento de las familias, que en 2006 ha sido de 831.850 millones de euros, con un aumento del 171% sobre 1996, que en relación con su renta disponible bruta representaba en 2006 el 133% y en 1996 el 76%, que pone en peligro su capacidad de reembolso de las hipotecas, tendremos el fuerte riesgo que están corriendo tanto las empresas como las familias, que puede tener efectos muy importantes sobre el sistema financiero.
El origen del fuerte ciclo expansivo que hemos tenido se debe prácticamente a nuestra entrada en la Unión Monetaria. Pero los Gobiernos no han sido capaces de aprovecharlo para ir cambiando paulatinamente el modelo, haciéndolo más competitivo frente al exterior y no basado exclusivamente en la demanda interna. La clave se encontraba en una fuerte mejora de la educación, capaz de transformar conocimiento en investigación e innovación.
Pero ha sucedido precisamente lo contrario, estamos en los últimos lugares en el ranking de la educación, según resulta de las investigaciones de la OCDE, que ha ido empeorando paulatinamente, y esto no se corrige de la noche a la mañana, no teniendo además las nociones claras sobre lo que hay que hacer. De aquí mi pesimismo para el próximo año en contraposición al optimismo del presidente.
Y si no nos ponemos a trabajar urgentemente, adoptando las medidas oportunas para elevar nuestra productividad, entraremos durante varios años en el túnel de la crisis. Pero no basta con asignar más recursos a educación, sino cambiar el sistema permisivo de hoy, donde con poco se aprueba, al del esfuerzo individual: el conocimiento sólo se adquiere con esfuerzo y con buenos profesores. En lugar de estar peleándonos por la 'educación para la ciudadanía', por qué no nos ponemos de acuerdo para que los estudiante salgan bien preparados del bachillerato que les permita absorber los nuevos conocimientos que en su carrera se les suministren y transformarlos en investigación e innovación, en definitiva en crecimiento.
José Barea. Catedrático emérito de la Universidad Autónoma de Madrid