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Columna
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Los efectos de la integración financiera en la UE

En estos días se está evaluando el grado de integración logrado en los mercados financieros por distintos organismos internacionales, destacando sus efectos sobre los agentes económicos, principalmente empresas y ciudadanos, y sobre la situación macroeconómica general. Existe una amplia evidencia de la relación entre la integración financiera con el desarrollo financiero y de éste con la evolución económica.

La integración financiera entre los países de la Unión se ha traducido en una mayor capacidad de las instituciones financieras para realizar una asignación eficiente de recursos y del riesgo, que se ha traducido en mayores facilidades y menores costes de financiación para las empresas y en mayor rentabilidad y menor riesgo en las carteras de los inversores. Esto es una realidad para toda la UE pero más aún para los países de la zona euro, ya que la ausencia de riego cambiario facilita los flujos financieros y se traduce en una mayor integración.

La otra forma de ver esta realidad es considerar que para lograr un funcionamiento adecuado de la economía del euro se necesita que esta moneda se apoye en la fortaleza que proporciona un mercado financiero integrado. En ausencia del mecanismo estabilizador del tipo de cambio y la falta de autonomía de la política monetaria, los flujos financieros juegan un papel crucial en la estabilidad económica, precisamente gracias a la asignación de recursos y a la distribución del riesgo. Este papel estabilizador es especialmente importante cuando la movilidad del trabajo entre países es limitada y cuando existen rigideces en los salarios, como parece ser el caso en Europa en términos generales. Parece que el papel de ajuste de los flujos financieros ha aumentado desde la década de los años 1990 y más aún en los años 2000.

Sin embargo, como ha señalado recientemente la Comisión Europea en su Boletín Económico del segundo trimestre de 2007, la integración financiera conlleva ciertos efectos colaterales menos deseados. Uno importante es la facilidad de que se generen y permanezcan desequilibrios financieros, con el efecto equivalente en términos de generación de diferencias muy importantes en los saldos por cuenta corriente entre los diferentes países.

Otro es la eliminación del efecto de disciplina en las políticas económicas debido a la desaparición del riesgo cambiario. Por ejemplo, la eliminación de la prima de riesgo del país al no haber fluctuaciones cambiarias ha llevado a una mayor facilidad crediticia que se puede dirigir a sectores poco productivos. Este efecto se ha ampliado por la holgura de liquidez existente y por la búsqueda de rentabilidad de los inversores. Ello ha derivado en una pérdida de competitividad en algunos países que, a su vez, va de la mano de un trasvase de fondos en actividades no productivas en detrimento de la inversión empresarial.

Es importante resaltar este efecto porque habitualmente sólo se señalan los beneficios de la integración sobre la productividad mediante el estímulo de la competitividad de las empresas que mejoran su posición en el mayor mercado, que es más fácilmente accesible y no tiene incertidumbre cambiaria.

Así, sin embargo, hay que resaltar que los mercados financieros integrados se traducen en una amplificación tanto de las características positivas como de las negativas de las economías nacionales. Así, los ciclos en la actividad económica y en el tipo de cambio real, es decir en los precios, se ven ampliados, con potencial de generar auges y correcciones importantes, dependiendo de la naturaleza y dispersión de los motores de crecimiento en cada economía. Los efectos de los flujos financieros que se producen en un mercado integrado provocan desequilibrios que no son sencillos de corregir debido en gran medida a la falta de instrumentos de política económica que puedan ser utilizados de forma autónoma nacional y debido también a la reducida sensibilidad de los flujos financieros a las características de las economías nacionales.

Esto implica que los esfuerzos para lograr la integración financiera deben ser completados con otros nuevos para mejorar la flexibilidad económica y dirigir la política económica con un enfoque global. No obstante estamos lejos aún de ello y lo que se debería hacer desde un punto de vista nacional es utilizar los escasos márgenes de maniobra de los instrumentos de política económica para evitar que se acumulen los efectos negativos de la integración financiera y aprovechar las oportunidades que conlleva.

Nieves García-Santos. Economista

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