EE UU vivirá con déficit pese al dólar barato
El dólar profundiza en sus horas bajas y su cotización no consigue parar el agujero comercial norteamericano. El billete verde inició una fuerte depreciación hace una semana frente al euro y el yen ante el temor de mayores pérdidas en el mercado hipotecario y de una mayor crisis inmobiliaria. Después de alcanzar varios mínimos frente a la divisa europea, ayer se intercambió a 1,378 dólares por euro.
Para muchos analistas, la botella está medio llena porque un dólar bajo permite reequilibrar el profundo déficit comercial que de enero a mayo es de 295.492 millones de dólares (326.000 en datos no estacionalizados). Sin embargo, esta teoría es rebatida por dos economistas, Linda Goldberg y Eleanor Wiske Dillon, de la Reserva Federal de Nueva York quienes aseguran en un estudio que una depreciación del dólar ayuda pero no puede por sí misma acabar con el déficit. Además explican que severos retrocesos del valor de esta divisa tienen efectos muy limitados en la reducción de la demanda de importaciones, que es clave para reducir el déficit.
Según Goldberg y Wiske Dillon tres factores impiden que los costes de los bienes importados suba lo suficiente como para disuadir el consumo y por tanto rebajar la cuenta con el extranjero. El primero es el hecho de que la mayoría del Planeta utiliza el dólar en los recibos de sus transacciones con EE UU. Este país tiene una situación casi única en el mundo de contabilizar sus importaciones y exportaciones en su propia divisa.
Desde el nacimiento del euro el porcentaje de operaciones con recibos en la divisa de la UE ha subido pero no tanto en el contexto mundial ya que la mayoría de estas operaciones se circunscriben a Europa.
Ambas economistas explican que al cerrarse las transacciones internacionales en dólares el traslado de los tipos de cambio es mucho más lento en las importaciones de EE UU y 'los precios de estos productos permanecen durante tiempo fijos en la divisa del comprador si el dólar se deprecia'.
A quien afecta la variación del tipo de cambio y esto enlaza con el segundo factor, es a los productores de estas importaciones, es decir, a Volkswagen y los exportadores de naranjas y aceites, entre otros. Ellos tienen menores beneficios porque, entre otras cosas, normalmente dejan cerrados los precios con anterioridad a la exportación y sólo los actualizan de forma periódica.
Aunque los productores ajustan, con el tiempo, sus precios, los incentivos a no hacerlo son altos a pesar del mazazo en los márgenes. Goldberg y Wiske Dillon aseguran que al ser EE UU un país tan grande y con tanta oferta, los productores extranjeros tienden a no subir los precios para muchos tipos de mercancías 'por que los consumidores pueden sustituirlos por productos locales comparables. En países más pequeños, los consumidores tienen menos capacidad para esta sustitución y se pueden subir precios más rápidamente cuando hay variaciones en los tipos de cambio'.
El último factor que hace que un dólar bajo anime las exportaciones, pero no desincentive a los estadounidenses de consumir made in Europe o in China, es que buena parte del precio en EE UU no depende de la tasa de cambio o los ajustes que haga el exportador extranjero sino de los gastos de almacenamiento, marketing y transporte que se le añaden una vez se pasa la frontera.
Estos costes son más elevados en EE_UU que en el resto del mundo, donde fluctúan entre el 30% y el 50% del precio total que paga el consumidor final. Las economistas de la Fed argumentan que una vez se suman estos gastos la proporción del precio afectada por una variación del precio del dólar es muy pequeña. 'Los inusuales costes de distribución de los bienes en EE UU tiene el efecto de aislar aún más el efecto del tipo de cambio'.
Goldberg y Wiske Dillon explican que el alza de las exportaciones por sí solas no reducirá el déficit. Explican que con el desfase de 759.000 millones de 2006, si las importaciones se mantienen constantes 'las exportaciones tendrían que crecer un 52% para anular el déficit por sí solas'. Eso o la demanda de importaciones debería responder mejor a los tipos de cambio.
Surge un nuevo debate sobre las divisas
Las agencias de rating Standard & Poor's y Moody's acaban de rebajar la calificación a los bonos apoyados en deuda hipotecaria subprime (de alto riesgo) y han puesto en revisión las CDOs (obligaciones de deuda garantizada), lo que ha puesto nerviosos a los mercados en los últimos días, pese a lo máximos registrados.Otro asunto delicado es la política monetaria. La Reserva Federal es la única autoridad monetaria del G7 que no ha subido los tipos de interés en los últimos meses ni lo tiene previsto hacer, lo que ha favorecido que el euro cotice a niveles de récord (1,38) frente al dólar.Para los estadounidenses de vacaciones en Europa todas estas noticias son malas al igual que lo son para los exportadores europeos, que tendrán que conformarse con márgenes más bajos. El alivio viene del mercado de materias primas y crudo que, denominado en dólares, se muestra más barato en Europa. En la UE los políticos mantienen la calma y recuerdan que buena parte de las exportaciones de la zona se hacen entre países que comparten el euro. Además, la fortaleza de la moneda única europea está mitigando, en parte, el tirón de los precios del petróleo.Discusión en el G-8Pese a ello, los dirigentes europeos empiezan a temer un revés en sus economías. Ante eso, la canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente francés, Nicolas Sarkozy, anunciaron ayer que quieren que se abra una discusión entre los países del G8 sobre las 'presiones' de los tipos de cambio, frente a la competencia monetaria que, a su juicio, practican ciertas regiones del mundo. Sarkozy quiere que se acabe con el 'dumping monetario' de aquellos países que dirigen su moneda sin atenerse a las reglas del mercado, en una velada alusión a China.En cualquier caso, esta petición sonó ayer como una concesión a Sarkozy, quien ha criticado al Banco Central Europeo por su política de tipos de interés, a la que culpa de la fuerte apreciación del euro.