Infraestructuras para el nuevo milenio
æscaron;ltimamente percibimos con mayor claridad la relación directa entre las infraestructuras de un país y el crecimiento del PIB. El desarrollo de las infraestructuras tiene como uno de sus objetivos fundamentales la unión de ciudades y regiones dentro de un único espacio nacional e internacional. Los puertos, aeropuertos, carreteras, ferrocarriles y plataformas logísticas, así como las infraestructuras energéticas y de telecomunicaciones facilitan la integración económica y social, y se convierten en un elemento clave de la competitividad de un país.
La inversión en infraestructuras por sí sola no garantiza el desarrollo económico, pero es indudable que se ha convertido en un elemento clave para la generación de riqueza y facilita la implantación y las operaciones de las corporaciones globales, de la misma manera que lo hace la seguridad jurídica o una política fiscal adecuada.
Dos de los países que mejor ejemplifican la unión de estos tres pilares -infraestructuras, seguridad jurídica y fiscalidad- son Singapur y los Países Bajos. En ambos casos cuentan con el mayor puerto de su continente y con uno de los mayores aeropuertos de Asia y Europa, respectivamente. Estas infraestructuras, plenamente desarrolladas durante la segunda mitad del siglo XX, se encuentran en este momento en pleno proceso de modernización y adaptación a las nuevas necesidades. Los flujos de personas y mercancías se han multiplicado exponencialmente, a la vez que se exigen soluciones de transporte más complejas y rápidas. También en estos dos países la política fiscal, la promoción comercial y la seguridad jurídica han sido factores determinantes para ofrecer a las multinacionales una serie de ventajas que facilitasen la implantación de sus cuarteles generales para Asia y Europa. Se trata de la inversión doméstica para atraer la inversión extranjera, un círculo virtuoso que desgraciadamente no todos los países consideran.
Son muchas las iniciativas en infraestructuras que facilitarán los intercambios y generarán riqueza, particularmente entre los países en vías de desarrollo, especialmente en Asia y América Latina. En concreto, China se ha convertido en el alumno más aplicado y los distintos desarrollos llevados a cabo en Shanghai, Shenzhen o Lianyungang han hecho que el gigante asiático pasase en 25 años del puesto 32o al 3o en el ranking mundial de exportadores. Nada de esto hubiera sido posible sin una inversión continuada y coherente.
Merece la pena mencionar en este punto la iniciativa del Puente Continental Euroasia. Se trata de la unión, a través de una vía ferroviaria de 11.000 km, del puerto de Lianyungang -situado a mitad de camino entre Shanghai y Pekín- con el puerto de Rotterdam, en los Países Bajos. Esta nueva Ruta de la Seda es la distancia más corta entre el Pacífico y el Atlántico, y permitirá reducir significativamente el tiempo y los costes de transporte de los productos asiáticos hacia los mercados europeos y de la costa este de Estados Unidos.
Su contrapunto en el continente americano es el corredor transoceánico sur, entre Brasil y el puerto chileno de Iquique. A través del norte de Argentina y de Paraguay, las exportaciones brasileñas tendrán un acceso más rápido a los mercados asiáticos. Este corredor podría atravesar Bolivia, pero la inseguridad jurídica que genera Evo Morales ha hecho que la propia Federación de Empresarios del Estado de São Paulo (Fiesp) desaconseje esta posibilidad. Recordemos que este Estado genera el 48% del PIB brasileño, y que el corredor transoceánico será financiado en gran parte por la iniciativa privada. Tampoco la toma militar de las instalaciones de Petrobrás, por parte del Ejército boliviano en enero de 2006, ha ayudado a generar el clima de confianza necesario.
Uno de los mecanismos que se está utilizando de manera profusa para el desarrollo de infraestructuras es la colaboración o asociación público-privada. Igualmente la promoción de los clusters o grupos de empresas del mismo sector, con objetivos y estrategias similares, facilita este tipo de acuerdos, tan necesarios para la propia financiación de las infraestructuras; la Comunidad de Madrid y Nueva Zelanda son dos ejemplos muy elocuentes de cómo coordinar los esfuerzos en este sentido.
Estas iniciativas, que serán expuestas por sus principales responsables hoy y mañana en Madrid, con motivo del congreso internacional Sumaq Sumit 2007 que organiza el IE Business School con sus socios de la Alianza Sumaq, nos muestran con claridad los beneficios de este tipo de desarrollos. Además nos sugieren que aquellas regiones que quieran hacer del comercio internacional un pilar básico del crecimiento de su economía deberán comportarse del mismo modo, aunando esfuerzos del sector público y privado y coordinando las acciones de los diferentes actores involucrados.
Marcos Gorgojo Molina. Director de Programas Internacionales del IE y director adjunto de la Alianza Sumaq