Salir a competir, el reto pendiente
España está perdiendo fuerza en el pulso competitivo que se dirime en el entorno económico global, subraya el autor. Entre las claves para revertir esta situación está, en su opinión, aprovechar las oportunidades de negocio que se abren en Asia y los países del Este y mejorar los niveles de innovación y productividad
Los jóvenes españoles están mejor preparados que nunca en la historia. Esta idea se viene repitiendo, con no disimulado orgullo, por la clase política española en los últimos años. Todos nuestros líderes políticos coinciden en esto. Y es verdad. También se puede confirmar desde la empresa privada. El porcentaje de estudiantes universitarios en nuestro país está por encima del de Japón, por poner un ejemplo. Y estos jóvenes están contribuyendo a que nuestras tasas de crecimiento económico sean excelentes.
Pero, paradójicamente, nuestro pulso competitivo en el entorno económico global está perdiendo fuerza. Vemos que, mientras Asia y los países de la Unión Europea han aumentado su presencia internacional, España se ha estancado. La curva de la cuota global de exportaciones se ha mantenido prácticamente idéntica desde 1996 hasta ahora. Y esto no es lo más preocupante. Todavía falta mucho para especializarnos en productos de alto valor añadido. La proporción de exportaciones de alto contenido tecnológico sobre las exportaciones totales dista mucho de la de nuestros socios comunitarios, y no digamos si la comparamos con la de algunas zonas asiáticas. De hecho, en España las exportaciones con contenido tecnológico no alcanzan ni el 10% del total, cuando en la zona euro supera el 15%, y en Estados Unidos, el 30%.
Una de las claves para afrontar este problema puede estar en que las empresas españolas empiecen a considerar los mercados emergentes de Asia y Europa del Este más como oportunidades de negocio que como amenaza competitiva. Ya hay sectores dinámicos de nuestra economía que están abriendo las puertas hacia el Este.
Cada vez hay más empresas españolas que actúan como auténticas multinacionales en numerosos países
Pero no se trata de que unos pocos pioneros estén realizando este esfuerzo, debe ser una estrategia generalizada dentro del sector empresarial. Y para ello, hay que alcanzar unos niveles competitivos en innovación y tecnología, y aumentar la eficiencia no sólo de las empresas, sino también en las Administraciones públicas. Es alarmante que todavía para abrir un negocio en España se necesiten 45 días de media, mientras que en la Unión Europea son 25, o en Estados Unidos, sólo cinco.
Deutsche Bank lleva muchos años acompañando a empresas españolas en sus procesos de internacionalización, y podemos certificar que la evolución de estas compañías en los últimos 20 años ha sido espectacular. Nuestras empresas se han reforzado tanto financieramente como en capacidad de gestión, y están activamente penetrando nuevos mercados. Cada vez hay más empresas españolas que actúan como auténticas multinacionales, realizando adquisiciones e inversiones importantes en numerosos países. En la medida que el crecimiento económico español se ralentice, la tendencia a la internacionalización se va a extender más entre nuestro tejido empresarial.
La meta es clara: salir a competir. El camino no puede pasar más que por la innovación y la productividad. Ya no nos sirve intentar competir ofreciendo sólo bajos precios; el nivel de vida y las tasas de inflación españolas no lo permiten. Creo que el sector empresarial español es cada vez más consciente de ello. Los diferentes organismos y asociaciones empresariales tienen clara la dirección que hay que tomar. Y lo que me hace ser aún más optimista es la confianza que tengo en los jóvenes que se están incorporando al mercado laboral, cada vez mejor formados. Ello nos dará las armas necesarias para salir a competir, porque el reto sigue pendiente.
Jordi Oliva. Director general de Global Transaction Banking de Deutsche Bank España