Moscú cierra el camino de la UE hacia el gas del Caspio
Este periódico ha visitado Orenburgo, lamayor planta de tratamiento de gas de Rusia y símbolo de la pugna entreMoscú y Bruselas por los yacimientos de Asia Central.
El amarillo!', se entusiasman los representantes de Gazprom. '¡El amarillo es el que viene de Kazajistán!'. Y la furgoneta frena en seco para que los medios internacionales a bordo, incluido Cinco Días, contemplen un tubo que en nada, salvo en el color, se diferencia de los demás que llegan a la planta química de Orenburgo.
Pero el arrebato de los anfitriones rusos, en contra de las apariencias, está muy justificado. De ese gasoducto color azufre procedente del país vecino depende en gran medida el control de Moscú sobre el mercado del gas. Las reservas kazajas, como las del resto de Asia central, se han convertido en una preciada fuente para los países europeos, ansiosos por recortar su dependencia del monopolio ruso Gazprom.
El Gobierno de Vladimir Putin no parece dispuesto a consentir esa infidelidad. Y ya prepara una sociedad entre Gazprom y su homóloga de la antigua república soviética para garantizar que durante los próximos 15 años la planta de Orenburgo absorba al menos 15.000 millones de metros cúbicos anuales del yacimiento vecino de Karachaganak, una cantidad equivalente al 10% de las ventas de gas de la compañía rusa a toda la UE.
'Estas instalaciones se diseñaron en la década de 1960 pensando tanto en el gas de aquí como en el de Kazajistán', justifica la expansión Anatoli Trunov, director de la planta de Orenburgo, calificada como la mayor de Europa en su especialidad. Desde entonces, el yacimiento ruso casi se ha agotado y Gazprom quiere asegurarse el acceso a unas reservas que perdió con la disolución de la Unión Soviética en 1991.
Vasili Stolypin, subdirector de la filial de Gazprom en la zona también atribuye el acuerdo a razones económicas y laborales. 'Tenemos capacidad disponible en la planta y si no consiguiéramos gas tendríamos que despedir personal'. La plantilla, dicen, ya se ha reducido un 37% desde el periodo soviético hasta 2.500 trabajadores en la actualidad. Pero el encuentro de Stolypin con la prensa se interrumpe abruptamente cuando las preguntas indagan sobre posibles razones geoestratégicas para explicar la presencia de los tentáculos Gazprom al sur del río Ural.
En Bruselas, la ofensiva no ha pasado desapercibida. La UE, que importa de Rusia más del 40% del gas que consume, espera reducir al 27% ese flujo gracias, en parte, a la construcción de gasoductos desde el Caspio a través de Turquía. Fuentes del departamento comunitario de energía, dirigido por el comisario Andris Piebalgs, aseguran que, a pesar de la incursión de Moscú en la zona, la UE seguirá impulsando la construcción de un gasoducto a través del Caspio hasta Bakú (Azerbayán).
Piebalgs espera visitar este mismo año Almaty, la capital kazaja, para estrechar los lazos con el gobierno de Nursultán Nazarbáyev. 'Con o sin acuerdo con Moscú, los kazajos nos venderán gas porque nosotros pagamos más de 230 dólares los 1.000 metros cúbicos y los rusos seguro que no igualan ese precio', apuestan en la CE.
La baza del Kremlin
El Kremlin, sin embargo, dispone de una baza de incalculable valor. 'Muchas de las personas con las que negociamos en Kazajistán eran trabajadores de Gazprom durante la etapa soviética', se regocija Stolypin. 'Y todos sabemos que sería una catástrofe si se cortaran los gasoductos entre los dos países'. Ucrania y Bielorrusia ya han pagado así sus diversos enfrentamientos con Moscú.
Gazprom, además, tiene a su favor la tecnología y la experiencia (aunque no siempre los recursos financieros) que requiere la producción de más de 540.000 millones de metros cúbicos de gas al año y la gestión de 155.000 kilómetros de gasoductos. Tras la disolución de la URSS, el yacimiento kazajo de Karachaganak 'comenzó a decaer y su infraestructura fue destruyéndose', recuerda Stolypin.
El acuerdo entre Moscú y Almaty prevé corregir esa situación y multiplicar por dos los 7.500 millones de metros cúbicos de gas kazajo que ahora se procesan en Orenburgo. Una parte regresará a Kazajistán. Otra, atenderá la demanda interna rusa, ayudando a Moscú a cumplir sus compromisos de exportación. Y Europa, pagará la minuta a Gazprom. 'Teniendo a las puertas de casa al mayor productor de gas del mundo, no vamos a ir la otra punta del planeta a comprarlo', se resignan en al Comisión. Sobre todo, porque quizá allí también surgiría Gazprom.
Un coloso con tubos que gotean sin parar decrépito pérdidas mosquitos política laboral
Una pastilla de azufre es el modesto (y tóxico) recuerdo que la planta química de Orenburgo entrega a sus visitantes. El gesto ayuda a reducir las toneladas de residuo generadas por el tratamiento del gas en esta descomunal instalación a orillas del río Ural, la presunta frontera geográfica entre Europa y Asia.
DecrépitoEl director de la planta, Anatoly Trunov, se esfuerza por justificar la presencia de técnicos de reparación entre los alambiques de las tres líneas de producción, la más antigua abierta en 1974 y la más reciente a comienzos de los ochenta. 'Hacemos la reparación durante el verano para que todo esté a pleno rendimiento a finales de septiembre', explica Trunov. Para ojos profanos, sin embargo, la instalación presenta un aspecto decrépito y de dudosa seguridad.
PérdidasGazprom reconoce que el deterioro patente de algunos de sus gasoductos provoca enormes fugas de combustible. En 2005, sus medidas correctoras evitaron la pérdida de 16.000 millones de litros de gas. La capacidad de producción también deja mucho que desear. En Orenburgo, la mayor planta de la compañía, el récord sigue inamovible desde 1979 (48.700 millones de metros cúbicos). Ahora apenas se alcanzan los 26.000.
MosquitosLos ejecutivos de Gazprom saben de las inquietudes occidentales hacia el medio ambiente y la compañía asegura que destina más de 180 millones de euros al año a mejorar el impacto ecológico de sus instalaciones. En la planta de Orenburgo, según explica su director, la inversión se traducirá en el futuro tratamiento de las aguas utilizadas en la instalación. Y Trunov no duda en invocar la plaga de mosquitos que azotaba Orenburgo la semana como prueba de la excelente salud de la ecología local.
Política laboralLa compañía también parece desvivirse por la protección de sus cientos de miles de empleados, a los que ofrece servicios bancarios, inmobiliarios o deportivos. En Orenburgo, el convenio colectivo contempla '57 privilegios' para una plantilla con 41 años de edad media.