Retos a superar en la globalización
Que la globalización estimule el crecimiento no quiere decir que sus efectos sean positivos para todos. Por un lado está la deslocalización de la industria, motivada por la competencia de los países con costes salariales muy bajos. Esta genera problemas para los empresarios y los trabajadores de los países desarrollados. A ello cabe añadir la incipiente deslocalización, hacia los países en desarrollo, de los servicios que se pueden prestar por cable. Algunos la presentan como la tercera revolución industrial.
Por otro lado, cabría hablar de las asimetrías generadas por la globalización. Es un hecho que algunos países se ven tocados por la globalización y otros no. El gran interrogante que plantea la globalización es cómo se reparte la riqueza que genera. La falta de equidad en el reparto puede ser un serio inconveniente. La experiencia lo único que nos advierte es de la importancia de contar con instituciones con capacidad para distribuir la riqueza con equidad. En cualquier caso, a largo plazo los efectos suelen ser más equitativos.
Si la globalización estimula el crecimiento, ¿cómo es que hay un sentimiento bastante generalizado en contra de ella? Una posible explicación es de índole ideológica. Se unen sentimientos anticapitalismo con otros antiimperialismo americano, y en la misma dirección van los sentimientos anti grandes corporaciones. En parte estos sentimientos se pueden justificar pensando que la desaparición de los rivales del capitalismo ha dejado a muchos idealistas sin enemigo al que combatir. La globalización aparece como la extensión orgánica del capitalismo nacional.
En cualquier caso, en la actualidad los sentimientos antiglobalización son más fuertes en los países desarrollados que en los que están en vías de desarrollo. En las décadas de los cincuenta y sesenta, sin embargo ocurría lo contrario. Los países ricos estaban liberalizando el comercio internacional, pues veían en la integración económica la forma de prosperar, mientras que muchos líderes de opinión de los países en desarrollo se mostraban muy cautelosos. En la actualidad los países del Sur se han vuelto partidarios de una mayor globalización.
De cara al futuro, uno de los interrogantes es qué va a ocurrir con los países marginados por la globalización. En este sentido es de destacar que las leyes que mueven la globalización son las mismas que orientan el capital; éste va donde espera obtener mayores rendimientos con menor riesgo. Esto conlleva la necesidad de que los países que pretendan beneficiarse de la globalización mejoren la gestión de lo público y procuren ofertar un entorno institucional propicio.
En cualquier caso, no debe olvidarse que la situación actual se caracteriza por contar con unos mercados globales pero con instituciones con intereses nacionales. Por ello, la cooperación internacional debería articularse buscando intereses globales. Aunque no es fácil diseñar una gobernanza de la globalización, la realidad es que el capitalismo, que se creó en el siglo XIX, dio sus mayores frutos en el siglo XX, cuando se crearon las instituciones oportunas y se reguló el funcionamiento del mercado para hacer frente a los fallos que éste genera. Ante la magnitud de la tarea quizás cabría pensar en empezar por cambiar la forma de actuar de los organismos internacionales, haciéndolos más transparentes y representativos de todos los intereses en juego.
Si se analiza la globalización desde una perspectiva europea, un primer hecho a señalar es que de cara al futuro la fuente de riqueza debe descansar en la tecnología y en la innovación. Para que esto sea así la política científica y tecnológica de la UE debería modificar los criterios que actualmente la orientan (las grandes empresas y la agricultura). Las nuevas prioridades podrían orientarse a:
¦bull; Estimular la competitividad e innovación de todo el tejido productivo.
¦bull; Impulsar la transferencia tecnológica.
¦bull; Preparar las estructuras regionales para recibir ayudas orientadas a I+D+i.
Centrándonos en el caso español, inicialmente habría que procurar disminuir el gap que nos separa, en materia de I+D+i, de los países más avanzados de la UE. Asimismo, habría que tratar de reducir el peso de los sectores tradicionales en la estructura productiva. Por lo que respecta a los retos a superar, éstos se podrían concretar en: fomentar la implantación de estrategias tecnológicas, aumentar el número de investigadores, potenciar la colaboración entre la comunidad académica y la empresa, y estimular las agrupaciones geográficas empresariales.
En cualquier caso, las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) debieran ser las impulsoras del desarrollo empresarial y económico, ya que de su uso inteligente dependerá la forma en que España se desenvuelva en un mundo cada vez más globalizado.
Francisco Mochón Morcillo, Catedrático de Análisis Económico de la UNED