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Secretos de despacho
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Sensualidad en The Lab Room

Es un torrente de vitalidad y de energía. Han tan sólo dos semanas que ha dado a luz a su segundo hijo y ya está totalmente enganchada al negocio. Mónica Ceño, madrileña de 37 años, dirige desde hace siete su propia empresa, The Lab Room, un espacio dedicado al cuidado del cuerpo. Coincidiendo con su maternidad acaba de dar a luz otra iniciativa en la que lleva trabajando cerca de cuatro años: sacar al mercado su propia colección de productos de belleza. Después de tanto tiempo trabajando con flores, mezclando aceites y esencias, se han producido en su vida dos acontecimientos que la hacen dichosa: 'Todo me ha ocurrido a la vez y estoy desbordada, pero no me importa porque cosas así sólo te ocurren una vez en la vida. Además, a mí me gusta controlarlo todo'.

Ceño asegura que tiene que tenerlo todo bajo control. Le gusta cuidar los detalles, sobre todo en un negocio como el suyo, donde la atención y los mimos al cliente son la base del buen funcionamiento de la compañía.

Montó su compañía casi por casualidad. Comenzó estudiando Historia del Arte, y continúa haciendo la tesis en Arte Contemporáneo. 'Tengo una formación humanista, pero a la vez soy una persona muy creativa. Siempre me he movido en este ámbito'. Comenzó su carrera profesional en Nueva York, donde trabajó en el MOMA y el Guggenheim durante tres años. A su regreso a España trabajó para una casa de subastas, pero no le convenció la experiencia. Empezó a buscar una alternativa profesional y se decidió por el cuidado personalizado y en terapias alternativas, que siempre le habían llamado la atención. Traía alguna idea de negocios abiertos en Estados Unidos, donde 'a la vez que te hacen un peinado te dan un masaje o te depilan'. 'Cuando yo abrí este negocio, en 2000, era bastante innovador porque aquí en España no había muchos espacios de este tipo'. Recibió apoyo del Instituto de la Mujer y decidió echarle sobre todo muchas ganas y horas de no dormir.

Pero, además, decidió invertir en la base de cualquier organización: las personas. 'Me preocupo de que todos los profesionales estén bien pagados, que estén motivados, que se sientan parte de la empresa. Porque el estado de ánimo del empleado se transmite al cliente', señala Ceño.

Para trabajar necesita muchas cosas y pocas a la vez. Para empezar, asegura que no puede prescindir del ordenador y de su cabeza. 'Internet se ha convertido en una herramienta indispensable para mi trabajo, porque busco todo tipo de información, desde donde se hace un determinado aceite o donde puedo encontrar los frascos. Me paso horas y horas sumergida en la red'. Y después se dedica a pensar y pensar. 'Imagino muchas cosas y luego estudio si es posible llevarlas a la práctica. Me gusta volar y soñar'. De los sueños salen realidades, afirma.

Para Mónica Ceño lo más duro, fue ceñirse a los parámetros de gestión empresarial. 'Yo no tenía conocimientos en finanzas ni en dirección de empresas, pero al final lo tuve con suplir con olfato, mucha intuición y sentido común'. Señala que las finanzas de una empresa se asemejan a la economía doméstica. 'Yo sé que si tengo dinero me lo puedo gastar, y en lo único en lo que no puedo escatimar es en personal'. Es la mejor manera de fidelizar a los clientes.

Reconoce que es una ejecutiva a la que le cuesta delegar. 'En un negocio personal es difícil, aunque siempre encuentras personas en las que vas confiando'. No tiene contabilizadas las horas que trabaja, pero en cualquier caso confiesa que son muchas. 'Me gusta estar pendiente de todos los detalles y nunca acabas. No es fácil desconectar y separar la vida personal de la profesional'. De hecho, Ceño tiene despacho en su casa, que da directamente a un jardín porque, de vez en cuando, necesita oler las flores y aire fresco. En la puerta ha plantado romero, tomillo y menta. Y música, sobre todo obra clásica. Asegura que con Bach sube a las esferas. 'Y en ese momento, la creatividad se dispara'.

Jugando con aceites y esencias

Le gusta enredar en su despacho. Con texturas, cremas, olores y con todo tipo de sensaciones. Entre cuatro paredes realiza fórmulas que componen la base de los tratamientos que ha creado. Una crema de manos de naranja y jazmín, otra de cuerpo con olor a higos, otra de azahar. Las combinaciones son ilimitadas. Hasta 25 productos ha creado en este pequeño espacio, con la ayuda de tres laboratorios de Suiza, España e Indonesia.Trabaja rodeada de libros de arte, de técnicas orientales, de aromaterapia, de fórmulas antiguas de perfumes. 'Siempre me gusta consultar algo y me encanta leer temas relacionados con mi profesión. Me gusta descubrir cosas'. En su despacho tiene también un tapiz, que le trajo una empleada suya de China, y con el que siente fascinada. 'Creo que todo lo que colocas a tu alrededor atrae energía. El tapiz es de una zona campesina, que invoca a la creatividad y a la naturaleza'.También necesita silencio para trabajar. 'No puedo con los ruidos. Necesito mucha paz, aunque soy bastante caótica'. Confiesa que es poco ordenada y que siempre guarda todos los papeles por si le sirven en un futuro.

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