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Tribuna
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La perspectiva del riesgo

Una de las características de la situación financiera en los últimos años es la mayor tolerancia del riesgo por los inversores que se traduce en un menor nivel de riesgo en los mercados en general. Así lo señalan indicadores como la menor prima exigida a la renta variable y la reducción de los diferenciales entre la rentabilidad de la deuda de alto riesgo corporativo o de los países emergentes y la de una deuda pública. Esta situación se ha mantenido durante los primeros meses de 2007, según señala el Banco de Basilea en su último informe trimestral (BIS Quarterly Review, March 2007), cuando los diferenciales en la deuda corporativa de alto riesgo descendieron a mínimos históricos.

La evolución del riesgo financiero refleja la interacción de los cambios estructurales del sistema financiero con el marco económico. Se han producido cambios estructurales como la atomización del riesgo entre diferentes productos de nueva creación, la aparición de nuevos participantes, como los hedge funds o las empresas de private equity, y una mayor simbiosis entre mercados e instituciones financieras. En definitiva, ha aumentado la complejidad de los productos y de las relaciones financieras entre los intermediarios y la liquidez ocupa un papel mayor en el buen funcionamiento de los mercados.

Respecto al marco económico, como señala el referido informe del BIS, los mercados están reflejando una situación de crecimiento sostenido en general y unas expectativas de inflación mejores debido al mejor comportamiento en los precios del petróleo. La política monetaria ha ido aumentando en los meses pasados su tono restrictivo tanto en Estados Unidos como en Europa y es posible que en ésta última región continúe la restricción moderada a lo largo de 2007. En general, el panorama parece optimista a corto plazo.

En los últimos años el sistema financiero ha sido capaz de absorber los episodios de tensión sin dificultad, lo que ha sido posible por la capacidad de trasladar el riesgo a los agentes con mayor tolerancia o mayor capacidad para su gestión. Pero este comportamiento positivo no debe llevar al error de olvidar las fuentes de riesgo existentes.

Siempre hay riesgos que derivan de situaciones desequilibradas de las economías o de factores externos y es deber de los analistas señalarlos. No obstante, señalar los riesgos no implica asignarles una probabilidad de realización elevada ni tampoco implica que de materializarse conlleven ajustes abruptos.

En el caso de la evolución macroeconómica se ha llamado la atención del sector inmobiliario, por los precios alcanzados por las viviendas, por la valoración de las empresas y por el endeudamiento de las familias, especialmente en Estados Unidos, pero también en otros países europeos. Obviamente es una cuestión que los responsables económicos deben vigilar para que su corrección no sea dramática.

Dados los pasos que se llevan a cabo en la política monetaria y la señalada capacidad de gestión del riesgo de los agentes económicos parece que la vía de corrección más probable sea un freno al gasto y menores tasas de crecimiento.

No obstante no hay que descartar la posibilidad de comportamiento de resultados tipo opción, como denomina Malcolm Knight, director general del BIS, a la posibilidad de que se produzcan en determinadas circunstancias movimientos repentinos en los precios de los activos. La implicación es que aun en los buenos tiempos no hay que bajar la guardia. Se debe tener una visión a largo plazo, se debe comprender el riesgo, se deben realizar tests de tensión y prepararse.

La identificación de los riesgos potenciales, la consideración de mecanismos para su cobertura y el diseño de políticas apropiadas para la gestión de crisis en caso de que los riesgos se materializasen son cuestiones que se están generalizando como parte del enfoque de planteamiento de políticas económicas y de estrategias empresariales. El objetivo final es tener previstos los puntos débiles que pudieran amenazar los negocios y, en caso de extenderse, generar inestabilidad sistémica. Esta cultura del riesgo no implica avisar de un peligro inminente, sino alertar dónde están las debilidades, de cuáles son las probabilidades y señalar los posibles impactos, para que se evite su materialización en lo posible y se minimicen daños. La cultura de la previsión debe aplicarse y generalizarse para contribuir a que los cambios de ciclo se puedan producir con lo que se ha llamado ajuste fino de las condiciones económicas.

Nieves García-Santos. Economista

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