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Edmund Phelps

'España seguirá creciendo'

El prestigioso economista explica las causas del diferencial de crecimiento de Europa respecto a Estados Unidos que centra en el 'intervencionismo' y predice que España seguirá creciendo a buen ritmo hasta que su productividad horaria se acerque a la de los países más ricos.

Es el último ganador del más preciado galardón al pensamiento económico. En septiembre recibió el Premio Banco de Suecia en Ciencias Económicas en Memoria de Alfred Nobel por su aportación al estudio de las relaciones entre desempleo, salarios y precios. Acaba de pronunciar una conferencia en la Fundación Rafael del Pino, de Madrid, sobre los motivos del pobre rendimiento económico de las grandes economías europeas.

Entre las causas del diferente potencial de crecimiento de Europa respecto a Estados Unidos, usted ha llegado a citar motivos filosóficos como el abandono de Aristóteles y Cervantes y la adopción del colectivismo e incluso el marxismo. ¿Puede precisar?

Me refiero a la limitada apreciación del esfuerzo individual que se hace en Europa. Los empresarios son fundamentales para la prosperidad económica, y aquí se habla de ellos como de alguien que trata injustamente a los trabajadores. Asumen riesgos como contratar, y son observados casi como criminales, manteniendo clichés de principios del siglo pasado. En Alemania, la gente que tiene dinero prefiere decir que lo ha heredado antes que afirmar que ha hecho esfuerzos extenuantes para conseguirlo. La sociedad estadounidense aprecia el esfuerzo de los emprendedores, y lo agradece.

¿Qué otros factores explican el retraso de Europa?

Su sector financiero tiende a otorgar créditos y posibilidades de inversión a sus viejos clientes. No son muy receptivos hacia los planes de los nuevos emprendedores y, si llegan a darles dinero, no les otorgan un apoyo posterior. En Estados Unidos, las sociedades de venture capital están muy extendidas, y funcionan como un soporte no sólo en el plano financiero. También hay, claro está, diferencias institucionales. El mercado laboral europeo es un desastre.

¿En qué sentido? ¿Se refiere a una posible falta de flexibilidad?

Creo que nadie que haya dedicado algo de tiempo a analizar el mercado de trabajo europeo tiene una opinión favorable. De hecho, el tema ha sido tantas veces tratado que no merece la pena insistir.

Sin embargo, en Europa se tiende a relacionar su particular mercado laboral con el Estado del Bienestar, un logro al que pocos quieren renunciar. ¿Cree que se puede mantener tal como lo conocemos?

A mí el Estado de Bienestar me parece muy bien. Es bueno que haya pensiones para los jubilados y sanidad gratuita, sobre todo para los mayores. Lo que no me gusta es la existencia de grupos de interés, sindicatos que votan en las empresas, stakeholders, normas de gobierno corporativo, intervencionismo público... Al final hay cantidad de grupos de presión que interfieren en la actividad económica y limitan su crecimiento. Es difícil ser optimista sobre el futuro económico de Europa.

España es una excepción a la atonía de los grandes países europeos en los últimos años. Después de más de un decenio creciendo, ¿hay margen para continuar?

Sí. España tiene un amplio diferencial de productividad horaria respecto a Estados Unidos y también respecto a Francia o Alemania. Partiendo de bases firmes, es fácil crecer si el diferencial de productividad es amplio. Así sucedió con Japón en los años 50, Corea del Sur en los 70, y Alemania, Francia e Italia entre los 50 y los 70. El problema es mantenerse después, pero creo que España tiene margen para seguir creciendo a ritmo rápido.

Usted valora la inmigración que recibe España como un fenómeno positivo. Sin embargo, ¿no contribuye a limitar la productividad?

Es cierto que los trabajos que asumen los inmigrantes son, en general, poco productivos. Pero, al cubrir esos puestos en construcción u hostelería, posibilitan que los trabajadores autóctonos se dediquen a labores más productivas. Además, muchos inmigrantes tienen hoy en día una buena formación. Considero que la inmigración es positiva, aunque dé lugar a fricciones puntuales. Y creo que España está capacitada y le conviene recibir a muchos más inmigrantes.

Aunque la inflación parece estar más controlada en los últimos meses, España sufre de un déficit corriente muy elevado y, además, creciente. ¿Le parece preocupante?

Yo diría que su desequilibrio exterior es, sencillamente, un síntoma de ese crecimiento rápido y de un aumento fuerte de la inversión. No creo que España tenga un problema grave en ese aspecto. Cuando un niño está creciendo y aumenta el tamaño de sus pies, no tratas de parar su crecimiento. Le compras zapatos más grandes.

Dudas sobre el desarrollo institucional de China

En su cátedra de la universidad neoyorquina de Columbia, Edmund S. Phelps se ha especializado en el estudio de China, el gigante emergente que, según algunos organismos, puede desbancar incluso a Estados Unidos como primera potencia económica a mediados de este siglo. Al académico le parece 'muy incierto' este augurio: 'Para llegar a los niveles de productividad de la Unión Europea (y más aún, de Estados Unidos), China tendría que evolucionar sin parar, con cambios institucionales permanentes. No sabemos si será capaz de hacer estas transiciones en tiempo y forma'. Phelps también relativiza el lugar común que identifica China con una 'dictadura de mercado', rígida en el ámbito político, pero con liberalismo a ultranza en lo económico. 'Se afirma que China tiene un sistema capitalista, algo que me parece una broma. El sector financiero está claramente subdesarrollado, y las decisiones de inversión se hacen siempre con la aquiescencia o el impulso de los gobiernos municipales. El grado de intervencionismo es apabullante. En el mejor de los casos, necesitarían 50 años para desarrollar una estructura institucional equiparable a la de Alemania, que no necesariamente es la mejor de las posibles. Si llegaran a lograrlo, y las tecnologías occidentales se difundiesen por todo el país, China pasaría a compararse con EE UU, pero en todos los sentidos. Ya no podría competir en mano de obra, que sería cara. Serían economías casi idénticas, y se limitarían los intercambios comerciales entre ellas'.

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