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Columna
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Elecciones catalanas

Carlos Sebastián

Los resultados de las recientes elecciones en Cataluña han reflejado un aumento apreciable de la abstención y una distribución de los votos similar a la que se produjo en 2003. Los tres grandes partidos han bajado el número de votos, especialmente el PSC, aunque también ERC. En menor medida lo ha hecho CiU, que ha mejorado su posición relativa. Pero las alternativas de formación de Gobierno son las mismas que entonces. Se tendrá de nuevo que producir una solución de coalición entre las mismas tres alternativas para determinar el Gobierno que gestionará el nuevo Estatuto.

Una persona que, recurriendo a un ligero eufemismo, carece de sensibilidad nacionalista (pero ni de las nacionalidades que no tienen Estado ni de las que sí que lo tienen) se encuentra en dificultades para entender que la cuestión identitaria sea la cuestión clave en la Europa de la Unión en el siglo XXI, aun reconociendo los agravios del pasado. Europa, especialmente la Europa del Sur, tiene tantas cuestiones cruciales que necesitan debates y consensos que no se entiende que el debate público se centre en la cuestión nacional esgrimida por algunos, o en la supuesta desmembración de la patria increíblemente agitada por otros. La profundización democrática, la mejora de las instituciones, la consolidación de la igualdad de oportunidades, el desarrollo tecnológico, la mejora de la educación, la reforma (no para desmontarlo) del Estado de bienestar, la inmigración, son todas ellas cuestiones fundamentales para el futuro europeo que en este país apenas se discuten y en los que no se logra ningún consenso.

Pero volviendo a la formación del Gobierno catalán. El que resulte de los acuerdos que se pergeñarán los próximos días tendrá que gestionar el mayor autogobierno y la mayor financiación que les proporciona el Estatuto. æpermil;ste no es un atentado a la unidad de España, pero sí es un mal estatuto. Por dos motivos fundamentales. Es excesivamente intervencionista y reglamentista y en algunos aspectos representa una tendencia, en la asunción de competencias, contraria a la que se está produciendo con la integración europea. Pero las leyes aprobadas por el Parlamento están para cumplirse. Lo que hay que esperar es que el nuevo Gobierno realice un desarrollo y aplicación del Estatuto que dote a los catalanes de las adecuadas infraestructuras y servicios públicos y propicie el impulso económico.

Hay que esperar que el nuevo Gobierno de Cataluña realice un desarrollo del Estatuto que propicie el impulso económico

Todo parece indicar que los empresarios catalanes no tienen una buena opinión de la calidad de las Administraciones públicas. Probablemente igual de mala que la del resto de España. En una encuesta que hemos realizado a 1.800 empresarios de Cataluña, Madrid y Andalucía, éstos consideran, explícitamente, que el funcionamiento de las Administraciones públicas y de la justicia constituyen trabas muy serias al desarrollo de su actividad.

Y no hay apenas diferencias entre las opiniones de los empresarios catalanes y las de los madrileños (se encuentran algunas diferencias en los andaluces). No tienen una buena opinión sobre la eficacia y diligencia de los tres niveles de la Administración. Los catalanes la tienen ligeramente peor que los madrileños al juzgar la Administración autonómica y ligeramente mejor en el caso de la municipal. Y, en general, los empresarios consideran que la ausencia de coordinación entre las distintas Administraciones es un obstáculo grave, aunque en este punto los catalanes son ligeramente menos críticos. Por el contrario, a la hora de juzgar si la calidad de los servicios públicos y de las infraestructuras representan un obstáculo grande, un mayor porcentaje de empresarios catalanes (el 40%) opinan que sí, por un 30% de los madrileños.

Por último, un tercio de los empresarios catalanes (similar proporción que la de los madrileños) piensan que son frecuentes los comportamientos irregulares en la vida económica (incluidos los pagos a funcionarios y partidos).

Vemos, por tanto, que el marco institucional en la que se desenvuelve la actividad empresarial en Cataluña no es bueno. Tan malo, y muy similar, al que impera en Madrid. Pocos hechos diferenciales aquí. La modernización del sistema económico (español y catalán) necesita, entre otras cuestiones, cambiar este estado de cosas. Desarrollos normativos pesados no son la vía adecuada para ello. Un liderazgo político sí.

Su superación no depende exclusivamente, ni siquiera fundamentalmente, de la disponibilidad de fondos públicos. Sin rechazar la queja de que ha habido deficiencias de financiación e inversión pública en Cataluña, no se puede aceptar como excusa de lo negativo que resulta la esfera pública para la vida económica. Aunque haya más fondos, si se aplica con rigidez la letra del nuevo Estatuto, sin ser conscientes de los problemas reales que condicionan la actividad empresarial, las cosas no mejorarán. El aumento de la financiación no garantiza que la aplicación y gestión de esos mayores fondos sea el adecuado.

Carlos Sebastián. Catedrático de Análisis Económico de la Universidad Complutense

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