El Dow en los 100.000 puntos
A lo bueno es fácil acostumbrarse. Como ejemplo, sirvan las últimas sesiones. Hasta que la volatilidad repuntó, en el mes de mayo al hilo del miedo a la inflación, una subida de 1% en la Bolsa era recibida poco menos que con cava en las mesas de negociación. Ocurre sin embargo que ahora la Bolsa, más volátil, ha entrado en una febril espiral alcista y un 1% es una subida casi rutinaria. Incluso a la vorágine de opas se termina acostumbrando el inversor.
Uno de los posos más problemáticos de la burbuja de 2000 era que, como no se han cansado de repetir los más viejos del parqué, a la gente una subida del 12% en un año le parecía poco, y le ha seguido pareciendo poco. En aquella época, con el Ibex subiendo el 30% un año tras otro, prever una ganancia del mercado del 20% anual era propio de rentistas, agoreros y pesimistas en general. Qué menos que un 35% en 12 meses. Y si algún analista con aires de estrella quería hacer méritos para salir en los medios de comunicación no tendría más que explicar su teoría por la cual al Dow Jones le quedaban un par de primaveras para superar los 50.000 o, aún mejor, los 100.000 puntos.
Las cosas parecían haber cambiado a lo largo de la recuperación, desde 2003 hasta mediados de este 2006. El mercado subía, y subía a buen ritmo, pero con la volatilidad bajo control, sin espasmos. Pero el susto de mayo, seguido de una recuperación rápidamente abortada y la nueva carrera alcista de la mano del petróleo barato y la vorágine de opas lo que ha generado un Ibex inestable, que en menos de dos meses se ha comido la cota del 12.000 y la del 13.000. Nivel este último que ha costado una semana superar.
Sería conveniente que el mercado se relajase, que se redujese la volatilidad -aun a costa de un 2006 menos brillante- y que el inversor no empezase a pensar, de nuevo, que todo el monte es orégano. Porque la decepción es, luego, más dolorosa.