El crédito a los promotores
La actividad inmobiliaria registra cotas en todas sus variables próximas a la saturación. El movimiento alcista de los precios de los activos y de los volúmenes de negocio de las compañías ligadas al negocio de la construcción residencial acumula ya 10 años consecutivos de efervescencia, y las llamadas a la moderación y las advertencias de un hipotético parón en el ciclo son recurrentes. Pero los últimos datos no hablan precisamente de un cambio de tendencia. El endeudamiento de los demandantes (las familias) sigue en valores récord, alcanzando ya el 115% de la renta bruta disponible; el número de viviendas iniciadas superará este año de nuevo las 800.000; los precios sólo se moderan en grandes ciudades ya muy caras, y el crédito a los promotores inmobiliarios registra un nuevo techo este año, a juzgar por los datos registrados por el Banco de España.
El supervisor bancario ha mostrado siempre su incomodidad con el desbocado avance de la deuda de las familias, porque una crisis de empleo pondría en enormes dificultades al primer demandante de bienes y servicios de la economía nacional, y podría arrastrar con él las cuentas de un sistema financiero que ha hecho un magnífico negocio con el boom inmobiliario, acudiendo incluso a imaginativas fórmulas de financiación antes no ensayadas.
Pero el riesgo de los promotores es muy superior. Su endeudamiento es uno de los indicadores avanzados de la actividad inmobiliaria y revela que sigue siendo muy vigorosa. La preocupación es tanto mayor por cuanto que una quiebra en el negocio dispararía la morosidad en ese segmento de la demanda crediticia, que tendría una repercusión más aguda sobre las entidades financieras, especialmente en aquéllas que han sido menos exigentes en la concesión de crédito a promotores, y que en muchos casos han recibido ya una llamada de atención personalizada de los responsables del Banco de España. Estrechar más la vigilancia y exigir más celo a bancos y cajas de ahorros es ahora más pertinente que nunca.