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Tribuna
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Comunismo y mercado en China

La consolidación de una economía de mercado en China desde la muerte de Mao levanta dudas sobre el futuro del comunismo en el país. El Partido Comunista chino ha logrado, según el autor, convertir el mercado en vía de conciliación entre interés común e individual

En las ideas iniciales de la Ilustración escocesa y de los padres fundadores de los Estados Unidos, la libertad política y la libertad económica eran inseparables; democracia y mercado eran necesarios y suficientes para el bienestar social.

Milton Friedman, premio Nobel de economía en 1976, monetarista y defensor de la minimización de la intervención pública en el sistema económico, ha precisado que la libertad económica es un requisito esencial de la libertad política, y si nos referimos a la experiencia chilena de los Chicago boys con Pinochet, esta relación causal existe.

La experiencia china, iniciada en 1978 tras la muerte de Mao, ha adquirido solidez con el paso de los años, pero a pesar de ello cabe preguntarse si la asociación comunismo-libertad de mercado es o no verdaderamente contradictoria y si China no tendrá que atravesar un periodo de democratización de carácter rupturista o evolutivo durante los próximos años.

La primera observación que se puede hacer es que el régimen comunista chino está bien consolidado, y ejerce una autoridad sobre la población que es considerada legítima, y que sin duda se ha visto reforzada por la progresión de las libertadas económicas y de las rentas. El modelo de crecimiento, aunque genera grandes transformaciones de la distribución de la renta, no parece crear tensiones sociales opuestas al régimen comunista.

En Oriente, el poder adquiere su legitimidad mediante su capacidad de creación de consenso, y esto sin duda favorece el desarrollo de sistemas políticos muy cohesionados y que requieren una adhesión profunda de sus integrantes. El partido único, si no comete errores en forma de injusticias manifiestas que rompan el consenso social, puede favorecer el proceso de adhesión, y recibir el respeto legitimador de la población. Los dirigentes chinos actuales deben saber que su principal talón de Aquiles se sitúa en el ámbito de la corrupción, del abuso de poder y de la injusticia, y tiene por tanto aspectos de rechazo social masivo que suelen implicar actitudes revolucionarias.

La integración de los empresarios capitalistas en el comunismo popular ha implicado un debate ideológico en el que acabó imponiendo su autoridad el secretario general de partido Jiang Zemin en el XVI Congreso del partido en noviembre de 2002. Jiang había promovido a partir de 2000, la revisión profunda del comunismo marxista de la lucha de clases con su principio de Las Tres Representaciones necesarias en el Partido Comunista para modernizar la nación: la representación de las demandas de las fuerzas sociales productivas avanzadas, la dirección de la cultura avanzada, y el interés fundamental de la mayoría popular.

La incorporación de los empresarios a la élite del partido podía sin embargo romper el consenso por el posible rechazo por parte de los trabajadores con salarios de subsistencia, y pronto surgió un movimiento crítico en el que internet ha empezado a jugar un importante papel.

Por ello la reinterpretación que ha hecho Hu Jintao de Las Tres Representaciones es de corte populista, y aporta contenidos sociales nuevos en forma de preocupación por el desarrollo sostenible y el equilibrio territorial. Así en febrero de 2005, Hu definió la sociedad armónica socialista como finalidad de un Partido Comunista que ha aprendido a controlar su evolución en función de las nuevas realidades de la economía socialista de mercado, y que ha querido olvidar el conflicto y la lucha de clases a favor del consenso y la dinámica competitiva.

En su evolución natural a partir de Deng Xiaoping el Partido Comunista chino ha dejado de ser comunista, aunque sigue siendo un partido único con poderes dictatoriales elitistas, cuya viabilidad depende de la capacidad que tengan las élites de interpretar el consenso popular. Este es el mensaje de Las Tres Representaciones y su futuro depende del comportamiento moral de las nuevas élites capitalistas integradas en el partido: si lo corrompen introduciendo en el partido la lógica del interés individual que practican diariamente en el mercado competitivo y transforman al partido en un nuevo instrumento para obtener riqueza, el consenso se puede romper en cualquier momento.

Por eso, el futuro del comunismo chino depende esencialmente del debate entre el interés común y el interés individual en el seno del partido, y en este debate ejercerá un papel primordial la fuerza de la ideología socialista de sus principales dirigentes. Hu lo ha comprendido así, y de ahí la importancia de su apuesta por la armonía y la sostenibilidad (con sus tres patas económica, social y ambiental): el capitalismo sostenible es un componente del socialismo armónico.

Sin duda el sistema político chino rechaza el pluralismo ideológico característico de los sistemas democráticos occidentales, pero todo parece indicar que por el momento ha encontrado en la economía de mercado una vía de conciliación entre interés común e interés individual, y que el partido político que la apoya está profundamente enraizado en una tradición cultural milenaria.

La probabilidad de un cambio político radical en China es baja, y esencialmente va a depender del talante moral de sus dirigentes.

Emilio Fontela. Decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas, Económicas y Empresariales de la Universidad Antonio de Nebrija

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