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Tribuna
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La paradójica recuperación mundial

La vuelta del verano nos ha traído la publicación de las previsiones económicas de distintos organismos como el FMI, la OCDE o la Comisión Europea. Aunque las proyecciones muestran diferencias decimales, el común denominador es el mismo: la economía mundial se acelera, a pesar de que los riesgos que la acechan se hacen más patentes. Esto tampoco debería llamar mucho la atención. Cualquier coyuntura favorable nunca está exenta de desequilibrios o riesgos latentes.

El mayor motivo de alegría es la recuperación de las economías europeas. Aunque la mayor parte de las reformas estructurales siguen pendientes, Alemania, Francia y en menor medida Italia, parece que abandonan el periodo de atonía en que estaban sumidas. El crecimiento de la inversión, y sobre todo del consumo por la reducción del desempleo, aparecen como responsables de esta recuperación, que además contribuirá a sanear sus deterioradas finanzas públicas. Esto es una buena noticia para España, puesto que si nuestro crecimiento se desacelera, y hay indicios de que así puede ser si el BCE sigue subiendo los tipos, el sector exterior podría tomar el testigo de la demanda interna, evitando un aterrizaje brusco, y ayudando a reducir nuestro gigantesco déficit comercial.

En el resto del planeta las perspectivas también mejoran. China, India y las economías del sudeste asiático continuarán asombrándonos; Latinoamérica mantendrá un crecimiento superior al 4%, gracias a la mejora de sus saldos comerciales por el alto precio de las materias primas; y de Japón siguen llegando buenas noticias, sobre todo de salida del proceso deflacionario de los últimos años.

Sólo EE UU parece que se desacelera debido a que la subida de los tipos de interés y el precio del petróleo empiezan a dejar sentir sus efectos. Pero aún así, su crecimiento rondará el 3% en 2007, siempre que la inflación se mantenga más o menos controlada, y que la Reserva Federal dé por concluida la fase de endurecimiento monetario.

Pero la paradoja es que esta recuperación / aceleración mundial, se produce en el momento menos esperado, cuando las condiciones no parecen las más adecuadas: el barril de petróleo por encima de los 60 dólares, y los tipos subiendo en la zona euro y EE UU. Si hace un par de años, alguien hubiera apostado porque la economía mundial crecería este año algo más del 5%, (la segunda mayor cifra de los últimos 30 años), en un entorno de precios récord del crudo y de otras materias primas, y en plena fase de endurecimiento de política monetario, nadie le creería.

Pero lo cierto es que el encarecimiento del petróleo, que llevamos sufriendo hace dos años y medio, no ha tenido los mismos efectos devastadores sobre la economía mundial, que episodios similares en el pasado. En ello han tenido que ver la mayor eficiencia energética de las economías occidentales, la adecuada utilización de las políticas monetarias, la deflación que de alguna manera están exportando China y otras economías emergentes, y, sobre todo, que el crudo en términos reales no haya subido tanto, especialmente para los que tenemos nuestra moneda apreciada respecto al dólar. Aún así, la inflación se ha hecho notar, aunque en general, en términos muy moderados. Y ha sido el miedo a los procesos inflacionarios del pasado, el que ha provocado que los bancos centrales hayan respondido rápido para evitar la llegada de efectos de segunda ronda. Y parece que lo están consiguiendo, sin que además se ralentice la actividad.

En general, el resto de variables e indicadores se comportan bien. Los beneficios empresariales crecen a buen ritmo, y las fusiones y adquisiciones siguen gracias al exceso de liquidez que hay en la economía mundial. Incluso la mayor parte de las Bolsas se mantienen con ganancias y alguna, como la española, están rondando máximos.

Pero el riesgo geopolítico sigue latente. Si bien el conflicto del Líbano parece encauzado con la llegada de las tropas internacionales, el problema iraní se mantiene. Hasta ahora, las negociaciones con Teherán no han supuesto el abandono de su programa de enriquecimiento de uranio y nada indica que lo vaya a hacer. Y resulta difícil imaginar que EE UU, y sobre todo Israel, puedan permanecer indiferentes. Huelga decir hasta dónde podría llegar el precio del petróleo en caso de conflicto en el golfo pérsico.

Y el resto de los desequilibrios que acechan a la economía mundial recuerdan a esas enfermedades que se convierten en crónicas. Siguen ahí, en cualquier momento te pueden dar un susto, pero te acostumbras a hacer una vida más o menos normal con ellas. Me refiero a las burbujas inmobiliarias, al riesgo que implican las economías emergentes, o al déficit exterior de EE UU. Todo el mundo sabe que en cualquier momento pueden crear problemas, pero mientras tanto, la fiesta continúa.

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