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Tribuna
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Más populismo en América Latina

El avance del populismo en América Latina obedece al aumento de los contrastes económicos, sociales y políticos, según el autor, que analiza el fenómeno a raíz de los últimos acontecimientos. En su opinión, las soluciones han de pasar por el largo plazo y deben ir mucho más allá de un mero ciclo político

Según se lee en el Primer Libro de Samuel, el filisteo Goliat desafió al pueblo de Israel en la figura de un David casi indefenso, pequeño y enjuto. La lucha del fuerte contra el débil, el rico contra el pobre, el guerrero preparado para el combate contra el inexperto y humilde pastor, el combate de las armas contra las piedras. La (discutida) victoria en las elecciones mexicanas del oficialista Felipe Calderón, apoyado en todo momento por el poderoso Estados Unidos, frente al populista Andrés López Obrador por un estrecho margen de votos, apenas poco más de media décima de punto, lleva a pensar que el fenómeno latinoamericano Castro-Chávez-Morales se está expandiendo entre las capas más humildes de las poblaciones que viven, mejor dicho sobreviven, en las naciones hermanas de América Latina. Países que forman un pequeño David frente a un Goliat que corre el riesgo de tener los pies de barro como consecuencia de los graves desequilibrios de la economía estadounidense.

El avance del populismo en América Latina obedece al cúmulo de un conjunto de variables económicas, factores sociales con la práctica desaparición de la clase media y una muy fuerte dicotomía entre el campo y la ciudad lo que está llevando a corrientes migratorias hacia las ciudades, y variables políticas, con un sistema de corrupción generalizada, junto al incumplimiento de promesas electorales por parte de los gobernantes. Esto hace que esté aumentando la brecha Norte-Sur en América Latina, un proceso imparable en el tiempo y que se ha visto acelerado tras la globalización económica. ¿Qué repercusiones tendría para América Latina una generalización del populismo? ¿Hay futuro para América Latina?

América Latina está llena de contrastes económicos, políticos y sociales. Las diferencias sociales se palpan de región en región, de barrio en barrio, como sucede en los distritos de Lima más allá del río Rimac. El drama latinoamericano se plasma, principalmente, en las nuevas generaciones, que no alcanzarán en el futuro los mismos estándares de nivel de vida que el disfrutado por sus ancestros. La globalización económica, lejos de reducir divergencias económicas y sociales, está aumentando las diferencias entre los más ricos y los más desheredados de la tierra. Situación acentuada por los intentos de imposición de un único modelo neoliberal por parte del denominado 'pensamiento único', cuyo máximo exponente es Francis Fukuyama, que es además uno de los fundadores, junto con Cheney, Wolfowitz, Rumsfeld y Libby entre otros, de los neocons norteamericanos, corriente neoconservadora que lleva las riendas del actual gobierno de Goeorge Bush en su segundo (y último) mandato.

El drama latinoame-ricano se plasma, principalmente, en las nuevas generaciones

La experiencia histórica nos dice que los modelos económicos han de adaptarse a las estructuras económicas, sociales, culturales e histórico-políticas de cada sociedad con independencia de su estado de desarrollo. A estos factores se une en ocasiones la variable religiosa, como sucede en los países islámicos. Un único modelo monolítico no es posible, por lo que tratar de imponer el mismo para todas las naciones del mundo es un craso error que lleva a inestabilidad social y política, así como a situaciones de extrema pobreza.

Por ello, frente a este modelo puramente neoliberal en el que se minimiza el papel del Estado, en la Unión Europea el papel de los poderes públicos es mucho más activo. Nace así el modelo social de mercado, propio del Estado del bienestar (welfare state) gracias al cual el nivel de calidad de vida de los ciudadanos europeos es mucho más elevado que en otros bloques económicos que siguen en su formación la experiencia del Viejo Continente.

Sólo la creación de riqueza generada desde la iniciativa privada, y redistribuida gracias a la generalización de políticas sociales emanadas desde el Estado, puede contribuir a disminuir el populismo en América Latina. La corrupción política, el soborno encubierto a todos los niveles, el fraude electoral y fiscal, la evasión de impuestos y la insolidaridad, son la punta del iceberg de problemas socio-políticos más profundos.

Las políticas populistas pretenden dar soluciones rápidas y fáciles, siendo inviables la mayor parte de las ocasiones, a graves problemas económicos y sociales de difícil remedio en el tiempo. Las soluciones han de pasar por el largo plazo y deben ir temporalmente mucho más allá de un mero ciclo político. Unas vías de salida que han de venir desde la base con drásticos cambios estructurales, en ocasiones muy impopulares, al afectar negativamente al mercado de trabajo. Sólo así será cómo el pequeño David, aunando fuerzas, todos juntos en un proceso de integración regional que funcione verdaderamente, podrá vencer a Goliat en la lucha contra la pobreza económica, el problema de la deuda externa y la marginación social que atenaza a una gran parte de nuestros países hermanos de América Latina.

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