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CincoSentidos

Erasmus quiere romper las barreras con los países del Este

'Es el mejor antídoto contra la intolerancia', reconocen los estudiantes

Hay un antes y un después de Erasmus. El antes es la familia, el barrio, el pueblo, la universidad. El después es Europa.

'Cierras una página y abres otra. Y todo el mundo está como tú. Dispuesto a poner el contador a cero y a arrumbar los prejuicios en un armario. Cuando estás fregando los platos con un alemán, un francés y un sueco los estereotipos, casi siempre ciertos, dan pie a la broma. Erasmus es una fábrica de hacer europeos. Un antídoto contra la intolerancia'. Amadeus Altafaj tiene 38 años y dos hijos erasmus de corta edad. Su mujer es una joven holandesa a la que conoció durante aquel año que pasó en Estrasburgo estudiando un posgrado de Europeriodismo. 'Erasmus es una fábrica de hacer europeos y un centro de experimentación sexual', se ríe. Hoy Altafaj es portavoz de Desarrollo y Ayuda Humanitaria de la Comisión Europea y vive y trabaja en Bruselas. Las parejas mixtas son multitud en la capital de la Unión.

Hay un antes y un después de Erasmus. Como hubo un antes y un después de aquel 9 de noviembre de 1989, cuando cayó el muro de Berlín y los europeos que vivían al otro lado de la puerta de Branderburgo pudieron sumarse al sueño de Jean Monet. Hoy, transcurridos diecisiete años, los hijos de aquellos que abanderaron el cambio en el Este ya pueden disfrutar de las mismas becas europeas que obtienen los nietos de los padres fundadores.

Sin embargo, y a pesar de que el muro cayó para siempre, el intercambio de universitarios entre el Este y el Oeste sigue siendo una quimera. Los estudiantes del Oeste se resisten a visitar los centros de enseñanza de Polonia, Bulgaria, Rumanía o los países Bálticos, 'y tampoco los universitarios de aquellas regiones visitan este lado de Europa con la frecuencia que sería deseable', se queja Pilar López Luna, responsable de la Agencia Nacional Erasmus.

El idioma, la falta de información sobre cómo se vive y se estudia en aquellas regiones y las dificultades de homologación de los estudios que se cursan en sus universidades se han convertido en barreras que tanto la Comisión Europea como los estados miembros de la UE quieren romper. 'Es demasiado pronto. Son culturas, estilos de vida y costumbres muy diferentes. Es un problema de convergencia', reflexiona Amadeu Altafaj.

'Los chicos no son conscientes de que desde el punto de vista laboral las empresas valoran cada vez más a los profesionales que conocen el Este, un mercado lleno de oportunidades comerciales para España', asegura Javier Mato, director de Relaciones Internacionales de la Universidad de Oviedo.

Javier Mato estudió quinto de Económicas en la Universidad de Sheffield (Gran Bretaña) en 1998. Pertenece, pues, a la segunda promoción de erasmus españoles, un grupo selecto de estudiantes que ya saborea las mieles del éxito profesional. 'Fue una de las aventuras más enriquecedoras de mi vida', recuerda. 'Aprendí muchas cosas. No es cierto que te regalen el curso. Lo que ocurre es que en Europa no prima la enseñanza memorística, y algunos piensan que por eso se estudia menos. Al contrario, aprendí a seleccionar la información. Un bagaje fundamental para cualquier profesional que se precie'.

A pesar del tiempo transcurrido desde su fundación, el programa sigue siendo una iniciativa que no todos los bolsillos pueden costear. En la actualidad hay alrededor de 17 millones de europeos cursando cada año estudios superiores, y el número de erasmus no alcanza los dos millones en sus diecinueve años de vida. Incluso los turcos, que ya disfrutan de la oportunidad académica de visitar una universidad occidental con esta beca, 'están teniendo problemas con el visado', asegura Pilar García Luna.

Además, las restricciones económicas que Europa se está autoimponiendo pueden terminar convirtiendo los deseos políticos en papel mojado. La Comisión Europea propaga que quiere democratizar el proyecto y llegar a tres millones de estudiantes en 2011, pero los ministros de Hacienda han optado por dar un buen tajo a sus fondos.

Hoy, un español que se embarque en esta aventura tiene que estar pertrechado por un trabajo a tiempo parcial, o una cuenta corriente. Es una beca de supervivencia. Según Educación, la cuantía mensual sumando fondos comunitarios y españoles apenas supera los 215 euros.

La UE debate los criterios de reparto de las becas

'El año que yo fui a Aberdeen, los tópicos sobre Europa todavía circulaban con fuerza', asegura María Ángeles Esteban, vicerrectora de Relaciones Internacionales de la Universidad de Murcia. 'El problema es que esos tópicos parece que se mantienen firmes en lo que se refiere a Europa del Este', reconoce.María Ángeles Esteban, bióloga de profesión, recuerda que aquel año descubrió multitud de cosas sobre los peces -acudió a Escocia para hacer un curso de posgrado-, pero sobre todo aprendió a ser independiente. 'El programa ha incidido con fuerza en la emancipación juvenil española -afirma Javier Mato- Es curioso, pero aún hoy a muchos estudiantes les cuesta menos ir a estudiar a Helsinki que ir a trabajar a San Sebastián'. 'Lo bueno es que Erasmus acerca Europa a los estudiantes y también a sus familias', afirma la doctora Esteban, que en Abeerdeen, sin móvil y sin correo electrónico escribió algunas de las últimas cartas de su vida.Ahora, la Comisión quiere abrir el programa a los alumnos de Formación Profesional. El objetivo es que estos estudiantes puedan incorporarse a la iniciativa en el año 2007. La CE también discute los criterios de reparto de las ayudas académicas.El cambio supondría incorporar baremos de renta para repartir los fondos. Los ministros se debaten entre dar mejores becas a menos jóvenes, o esparcir el poso europeo.

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