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La parabólica del experto

Los 50, ¿críticos para trabajar?

José Ignacio Arraiz analiza si la pirámide de edad supone un problema o una oportunidad para las empresas. Y aconseja no desaprovechar la experiencia y el equilibrio de los más veteranos

Mucho estamos escuchando en los últimos tiempos acerca de la evolución de la pirámide de edad en España, y la llegada del 'cuello de botella' al mercado de trabajo. Efectivamente, los nacidos a principios de los años 90 representan un 50% menos que los nacidos a principios de los años 70. Las perspectivas son que las personas que se incorporan al mercado de trabajo en el periodo 2005-2010 serán un 30% menos que una década antes y lo que nos espera en el periodo 2010-2015 será todavía mucho peor. En una economía que sigue creando empleo, las tensiones que nos esperan son evidentes. Sin embargo, como siempre, hay empresas que consideran esta situación como un grave problema y empresas que lo ven como una oportunidad. Lo verán como problema aquellos que se han acostumbrado a contratar jóvenes titulados, muy preparados, con salarios bajos y para realizar cualquier tipo de trabajo, a cambio de la promesa de una carrera profesional muchas veces incierta. Pero otros lo verán como oportunidad.

Por ejemplo, una entidad financiera de nuestro país está reclutando actualmente para la posición de gestores comerciales, personas entre 45 y 50 años, casi en igual proporción que jóvenes. ¿Qué le lleva a tomar semejante decisión, única en su sector? En primer lugar se trata de una entidad que ya ha descubierto que los mejores comerciales no son necesariamente los jóvenes titulados. Al contrario, para encontrar buenos comerciales, puede ser un filón buscar personas que han tenido éxito comercial en el pasado, vendiendo otros productos y servicios.

En segundo lugar, porque la posición de gestor comercial tiene difícil recorrido, y solamente unos pocos de ellos accederán a la posición de director de oficina. Una persona de alrededor de 50 años, que considera una suerte poder tener una segunda oportunidad profesional, probablemente no reclamará de forma exigente el desarrollo profesional, manteniendo la motivación en la posición de gestor comercial más tiempo que si estuviera esperando una promoción que nunca llega. Y por último porque en un escenario incierto, en el que actualmente todo el sector está abriendo oficinas y ampliando plantillas, podría ocurrir que dentro de no mucho tiempo estemos en la situación contraria, cerrando oficinas y reduciendo plantillas. En ese momento será mucho más fácil la salida de personas cerca de la edad de jubilación, que la de personas entre 35 y 40 años, con antigüedad considerable, y frustrados por la falta de desarrollo. Se trata de una práctica contra corriente que puede resultar más adecuada para el negocio que la práctica habitual de incorporar jóvenes titulados baratos y a los que se prometen carreras profesionales imposibles. Han convertido la tensión que genera la pirámide de edad en una excelente oportunidad. En los países nórdicos llama la atención la avanzada edad de muchas personas, hombres y mujeres, que trabajan muchas veces en trabajos sencillos, como vigilar la entrada de un museo o repartir periódicos. Trabajos que se realizan cuatro ó seis horas diarias, o que se realizan tres ó cuatro días por semana.

La conclusión es muy sencilla: la pirámide de edad nos plantea unos problemas desconocidos hasta la fecha, que se resuelven con flexibilidad y con la ruptura de unos estereotipos más relacionados con el pasado que con el futuro. El primer estereotipo que tenemos que romper es el que una persona a partir de los 50 o 55 años no sirve para trabajar. Se trata de un tremendo error, reconocido por todos los profesionales de recursos humanos, pero puesto en la práctica por pocos de ellos. Una persona mayor de 50 años tiene una amplia experiencia profesional y puede aportar mucho equilibrio a las organizaciones. Además, no es verdad que una persona joven vaya a tener ilusión por trabajar y una persona mayor no, al contrario, puede perfectamente ocurrir que una persona mayor, a que hacemos sentirse útil, trabaje con la máxima ilusión y motivación.

El segundo es el de que una persona joven resulta barata y una persona mayor resulta cara. Los niveles salariales los establece la ley de la oferta y la demanda, y es natural que en la pirámide de edad a la que estamos acostumbrados, con abundancia de jóvenes en busca de su primer empleo, el precio del joven cotiza a la baja, mientras que los convenios que han primado antigüedades y crecimientos automáticos han llevado a salarios más altos a las personas más veteranas. Sin embargo, en el futuro, la situación puede cambiar, el joven titulado será más caro y por otro lado, la contratación de personas de edad no tiene por qué ir necesariamente acompañada de salarios altos.

Y por último, no podemos permitirnos el lujo de que solamente nuestros jóvenes sostengan la economía en el futuro, manteniendo la edad de jubilación por debajo de los 60 años en muchos casos. Cuando en los tiempos de la II República se estableció en 65 años la edad de jubilación, la esperanza de vida de los españoles era de 63 años. En la actualidad, nuestra esperanza de vida roza ya los 80 años para hombres y casi 85 para mujeres. Si se ha podido mantener la edad de jubilación en 65 años e incluso por debajo, ha sido por la peculiar forma de nuestra pirámide de edad, alimentada por el baby-boom de la década de los años 60. Lo que resultará insostenible en el futuro. Así pues, tenemos que empezar a replantearnos nuestras políticas de empleo, afrontando la pirámide de edad como una oportunidad, no como un problema. Posiblemente no asistamos a la cruenta guerra del talento de la que tanto nos hablan, pero seguramente debamos pensar que las condiciones del mundo han cambiado, y quedarnos en los viejos estereotipos sólo nos traerá problemas.

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