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Tribuna
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Las ayudas, clave de la reforma del vino en la UE

Las aguas andan revueltas con las decisiones alcanzadas en Bruselas con motivo de la reforma de la Organización Común de Mercado (OCM) del vino, encaminada a subsanar los numerosos excedentes comunitarios, particularmente los de peor calidad y, de paso recortar las ayudas al sector vitivinícola buscando su liberalización

El borrador aprobado por la Comisión Europea -las propuestas legales sobre la reforma no se presentarán hasta diciembre o enero de 2007 para aplicarse a partir de la campaña 2007-2008- propone el arranque de 400.000 hectáreas de viñedo -el 11,7% de la superficie dedicada al cultivo en la UE- a lo largo de un periodo de cinco años. Aunque no se sabe qué volumen corresponderá a cada Estado, se estima que alrededor de la mitad de las vides arrancadas serán españolas, la mayoría de Castilla-La Mancha, principal región productora comunitaria.

Las reacciones no se han hecho esperar. Desde la Confederación de Cooperativas Agrarias Españolas (CCAE) se pide una reforma basada en un aumento de las medidas de promoción y no en una política de arranque 'masivo'. Bruselas argumenta que la reforma pretende aumentar la competitividad frente a países productores y exportadores como Chile, Australia o Estados Unidos, afianzar la fama de los vinos de calidad europeos, recuperar antiguos mercados y conquistar otros nuevos garantizando un equilibrio entre la oferta y la demanda, ya que asegura que en 2010 un 15% de la producción de vino en la UE será excedentaria por no encontrar salida comercial.

El arranque del 12% de los viñedos en cinco años está incluido en una reforma de dos pasos y prevé un presupuesto de hasta 2.400 millones de euros en medidas compensatorias. Si se hace en una etapa, Bruselas propone abolir el actual sistema de arranque y eliminar de inmediato o en 2010 las limitaciones que hay actualmente al cultivo de viñedo mediante los derechos de plantación. En ambos casos, a CE plantea suprimir dichos derechos a largo plazo y cambiar la forma de ayudar a los viticultores, ofreciendo a los productores menos competitivos importantes incentivos por la venta de los mismos.

Gracias a los programas de reestructuración y reconversión de viñedos financiados por la UE, los productores manchegos han sabido aprovechar -sobre todo en los últimos años- el apoyo económico comunitario para reconvertir miles de hectáreas de sus viñedos en plantaciones de espaldera (emparrado), incrementando notablemente sus producciones. En consecuencia, muchas cooperativas de la zona y sus agricultores están apostando por mejorar el rendimiento de sus explotaciones, sacando al mercado vinos de marca, y potenciando y primando la calidad de la uva. Así las cosas, el efecto arranque no parece que vaya a ser determinante, ya que es razonable pensar que no van a ser precisamente las mejores plantaciones las que se eliminen, sino aquellas con bajos rendimientos, lo que afectaría solamente a un 10% o 15% de la producción.

En lo que respecta a las ayudas, la CE propone mantener el presupuesto para el sector vitivinícola comunitario (1.200 millones de euros anuales), pero al tiempo prevé suprimir otras muchas destinadas a la destilación del alcohol de uso de boca y de subproductos, al almacenamiento privado y la subvención para el mosto. En este último capítulo existen ayudas específicas para favorecer el consumo de mosto (ayudas y restituciones a la exportación para países de la UE o del resto del mundo, respectivamente) que han permitido mantener nuestros índices de competitividad y que, de eliminarse, obligarían a los productores a tener que amoldarse a las circunstancias del libre mercado y hacer lo posible para resultar competitivos con una acusada reducción de precios. Con todo, Bruselas ofrece como alternativa dotaciones económicas específicas a cada Estado miembro para que acometan las acciones que consideren oportunas, según su respectiva realidad vitivinícola.

No obstante a lo anterior, el sector del zumo, que en principio podría verse afectado por su relación con el sector vitivinícola, no sólo no saldría malparado en el peor de los casos, sino que favorecería al primero retroalimentándose mutuamente. En este sentido, si los niveles de producción de vino se mantienen y el vino español no encuentra la acogida internacional óptima por la situación de competencia existente, una alternativa para los grandes productores (cooperativas) sería la de seguir aumentando su producción de mosto para dar salida a los excedentes a precio competitivo, lo que posibilitaría, a su vez, el traslado de esa competitividad al sector de zumos para continuar favoreciendo los incrementos de su consumo y de las bebidas refrescantes.

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