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Fregar platos o sacar la basura: así se forman los futuros directores de hoteles de lujo

Les Roches cumple 70 años educando a los profesionales de la gestión hotelera con un método educativo en el que priman la parte práctica y la humildad

Espacio polivalente en el edificio principal del campus de Les Roches en Crans-Montana.
Espacio polivalente en el edificio principal del campus de Les Roches en Crans-Montana.M. G.
Manme Guerra

Si se mezclaran en una coctelera una academia militar, un resort de lujo en los Alpes suizos y una universidad privada, el resultado sería Les Roches Crans Montana, el campus donde nació, hace ahora 70 años, esta institución educativa especializada en gestión hotelera y turismo. Al traspasar sus puertas, el visitante se encuentra en un amplio espacio que combina la moqueta clara con el suelo de madera, elegantes muebles, amplios ventanales con vistas a las montañas e incluso un piano que a veces algún alumno se anima a tocar, lo que enfatiza aún más la idea de estar entrando en un hotel de lujo. Era el objetivo que se propuso la dirección del centro cuando decidió remodelarlo. “Nuestros alumnos tienen que acostumbrarse a desenvolverse en un ambiente como este, que es en el que van a trabajar”, explica Carlos Díez de la Lastra, director general de Les Roches, durante una visita a la que fue invitado este medio.

En uno de los sofás de cuero, Cecilia Fernández, de 22 años, cuenta su experiencia como alumna del centro. Mexicana con abuelos españoles, tras vivir parte de su vida en Estados Unidos no tenía claro qué estudiar al acabar el instituto en su país natal. Lo que sí sabía era que quería hacerlo en un ambiente cosmopolita como el de esta universidad, donde hay unas cien nacionalidades diferentes. En sus primeras semanas en Les Roches, Fernández tuvo que, sin ninguna experiencia previa, cocinar, fregar platos, servir la comida a sus compañeros o sacar la basura. Son solo algunas de las tareas que durante el primer semestre realizan, rotando por semanas y alternándolas con clases teóricas, todos los alumnos de grado.

“Este modelo tiene dos objetivos. Que desde el primer día en la empresa den rendimiento porque saben lo que están haciendo y dirigiendo. Con lo cual ganan reputación y respeto por parte de sus equipos. La segunda es humildad, que es muy importante. No nos olvidemos que estamos formando directivos para trabajar en una industria de servir a los demás. No todos los alumnos que llegan tienen la humildad necesaria. Al contrario, puede ser que algunos no hayan hecho una cama hasta que no han llegado aquí”, expone Díez de la Lastra.

Los alumnos de grado provienen, en su mayoría, de familias con un nivel social alto, que pueden hacer frente a los alrededor de 27.000 euros que cuesta el semestre en el campus suizo. En el caso de la sede en Marbella, los precios oscilan, de media, entre los 17.000 y 25.000 euros. En total deben pagar cinco de los ocho semestres que componen el grado, ya que los otros tres son prácticas en empresas. “Apuestan por nosotros para que la formación les abra las puertas de grandes compañías. Invierten en una carrera más rápida hasta los niveles directivos”, asegura el CEO de la institución, antes de añadir que “el 30% de los estudiantes tienen algún tipo de beca”.

La diferencia entre aquellos que pueden llegar el primer día a la escuela en helicóptero y los que no tienen una situación económica tan desahogada solo se aprecia en el día a día de la escuela si el visitante se fija con detalle en los relojes que llevan y las marcas de sus bolsos. A simple vista, todos los alumnos parecen iguales, gracias a la obligación de vestir siempre con camisa, chaqueta y pantalón o falda. Es aquí donde aparece la academia militar. Cada mañana, Giovanni Odaglia, director del campus, pasa revista a los nuevos alumnos, para comprobar que todos cumplen con el código de vestimenta, sus ropas están perfectamente planchadas y los zapatos relucientes. Aquel que no cumple, debe volver a su habitación a cambiarse y se le descuentan 0.2 puntos. Si el alumno pierde dos puntos en imagen o dos puntos en comportamiento, es expulsado y debe recuperar el semestre. “Es muy extraño que ocurra”, sostiene Odaglia, cinco minutos después de haber mandado a cambiarse a una chica por llevar un jersey gris y no una chaqueta, y un rato antes de reñir, con apenas un gesto, a otro alumno por llevar pendientes. “Tienen que acostumbrarse para cuando estén en una empresa. A nuestros alumnos se les reconoce por la forma de vestir y de comportarse”, defiende.

Los profesores y demás personal del campus también van de punta en blanco. Es el caso de Stephanie Ruiz, exalumna española del centro y ahora la encargada de liderar el departamento de prácticas. Aunque viéndola interactuar con los alumnos es también una consejera, mentora y casi podría decirse que psicóloga. “Hablo mucho con ellos, les pregunto qué les gusta y qué no, para ver donde pueden encajar mejor, y que las prácticas sean lo más provechosas tanto para ellos como para las empresas. Yo, por ejemplo, era mala como camarera. Y una experiencia negativa puede hacer que pierdan la ilusión por el sector. Otras veces les tengo que poner los pies en el suelo por las ideas de lugares a los que quieren ir. También les aconsejo cuando le llegan varias ofertas”.

En lo que coinciden Ruiz y Díez de la Lastra es en señalar el alto grado de empleabilidad de la escuela, superior al 90%. De media, aseguran, cada alumno recibe cinco ofertas de trabajo. Y desde hace unos años no solo de grandes cadenas hoteleras. “Hay compañías del sector, caso de los brokers de aviones privados, y de fuera de él, como los bancos privados, que buscan personal formado en hospitalidad. Son marcas que no compiten en precio, que se diferencian por la experiencia que ofrecen al cliente”, dice el director general, que pone también como ejemplo a Apple y al conglomerado de lujo LVMH. Esta competencia agrava el que es, en su opinión, uno de los grandes problemas a los que se enfrenta el turismo: la falta de personal. “No solo cuesta encontrar camareros o personal para limpiar las habitaciones. También hay una brecha de talento en los puestos de gestión y directivos”.

La demanda creciente por perfiles especializados en hospitalidad también se extiende a eventos deportivos y en el campus suizo se ha comenzado este año a impartir un máster sobre ello, que se suma así a la enseñanza de posgrado disponible. El perfil de estos alumnos difiere un poco con el de grado. “Tenemos profesionales que ya han comenzado su carrera y que con 30 años se han topado con un techo que no les deja crecer. Quieren dar el salto a marcas de lujo o más reconocidas, por lo que vienen para poder presentarse a proyectos de más categoría. En este sentido somos como una business school. También están los jóvenes que acaban de terminar un grado en una universidad de turismo en su país, porque no tienen la capacidad económica del alumno de grado, pero sí que pueden permitirse un año”. La mexicana Gabriela de la Lama, graduada en finanzas de 25 años, decidió hacer un Diploma de estudios avanzados en dirección y emprendimiento en gestión de alimentos y bebidas porque su padre tiene restaurantes en su país natal. Mientras narra su experiencia, un camarero se acerca a la mesa para dejar sigilosamente unas botellas de agua y varios jóvenes elegantemente vestidos conversan cerca de una chimenea, aún apagada. Una escena similar a la que podría darse en muchos hoteles de cinco estrellas alrededor del mundo, esos que están llamados a dirigir algún día.

Acreditación académica y expansión en el 70 aniversario

M. G.

Inicios. Les Roches comenzó como escuela de idiomas en Bluche, un pequeño pueblo cercano a la estación de esquí de Crans Montana, y ahora es una de las cinco marcas del grupo Sommet Education. El campus suizo se compone de 19 edificios, la mayoría para alojar a los estudiantes. En el principal, donde se imparte las clases, los alumnos disponen de spa y gimnasio.   

Acreditación. Coincidiendo con su 70 aniversario, Les Roches ha conseguido recientemente que el Consejo Suizo de Acreditación lo reconozca como Instituto universitario de ciencias aplicadas, acreditación que se concede a los campus de Crans Montana y Marbella, lo que facilita a sus estudiantes la transferencia de créditos académicos y el reconocimiento de sus diplomas en otros países. 

Expansión. La institución se encuentra inmersa en un proceso de crecimiento a través de lo que llaman “campus de expansión”, más pequeños que los dos europeos. El pasado septiembre se abrió uno de ellos en Abu Dabi, y está previsto que el año que viene arranque otro en Shanghái. “Además, hay otros dos en lugares estratégicos, que aún no podemos revelar, y que tenemos la intención de que estén listos en 2026”, cuenta Carlos Díez de la Lastra. El director general asegura que Oriente Medio está llamado a ser uno de los grandes protagonistas del turismo mundial en los próximos años, con las grandes marcas del sector presentes allí. Les Roches tiene acuerdos con gobiernos Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos para formar personal en sus campus en Europa, pero Díez de la Lastra asegura que la tendencia está cambiando y ahora, al igual que pasa en China, prefieren que las instituciones educativas se asienten en el territorio “para formar dentro” y, de paso, que los directivos tengan parte de la cultura de la zona. “Quieren una estructura que les permita suministrar gente con talento a todos los proyectos que quieren hacer”, añade.  


Sobre la firma

Manme Guerra
Redactora de la sección Fortuna, donde escribe de recursos humanos, empresas, sostenibilidad, lujo y estilo de vida. Licenciada en Periodismo por la Universidad de Sevilla y Máster de la Escuela de Periodismo UAM-El País. Ha trabajado en El País, Vozpópuli, Microsoft News y la revista ¡HOLA! antes de incorporarse a Cinco Días en 2022.
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