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Tribuna
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Ondeando la bandera por China

El peso de la economía china en el mundo es cada vez mayor y su presencia en Occidente es cada vez más patente. Este empuje acarreará, según el autor, profundos y a veces incómodos cambios en los países desarrollados, pero también muchas oportunidades para las empresas internacionales

Con el Mundial de Fútbol de 2006 en plena ebullición, muchas banderas nacionales están siendo ondeadas en los países participantes, lo cual es muy comprensible. Pero yo apostaría unos cuantos euros a que, irónicamente, muchos de estos emblemas patrióticos de orgullo nacional -al menos en países desarrollados- son made in China o han sido fabricados en otros mercados en desarrollo. Es simplemente otro signo de la interconexión del mundo hoy en día y del cambiante orden económico mundial.

China no estará compitiendo en este Mundial, pero en otro campo de batalla intensamente competitivo -el mundo económico y empresarial- compite extraordinariamente bien. En HSBC, cuyas raíces se asientan en los mercados emergentes, hemos sido afortunados de poder ser testigos de la transición de muchas economías que pasaron de estar en desarrollo a ser desarrolladas y poder generar la riqueza y prosperidad que hacen que el nivel de vida de sus ciudadanos aumente.

El crecimiento económico no es un juego en el que se empata: el beneficio de uno es la pérdida de otro

Tengo muy claro que China, y también la India, seguirán esta misma trayectoria. Esperamos que en el próximo cuarto de siglo estas naciones históricas se conviertan en importantes centros de crecimiento económico global, lo que en cierto modo es un rebalance natural de la economía mundial; después de todo, en China se encuentra el 20% de la población mundial, pero sólo el 5% del PIB mundial. Esta proporción está creciendo rápidamente, gracias a un crecimiento anual del PIB durante la última década de aproximadamente un 9%.

Los efectos de este rebalance ya se están dejando ver. En casi toda la industria actual -materias primas, fabricación- la influencia económica china no sólo es significante, sino crucial, y es un indicador del tremendo éxito que China ha conseguido en su transición económica. En dos cortas décadas, China se ha convertido en el fabricante mundial por excelencia, y no hay ni un solo consumidor en el mundo que no se esté beneficiando de la etiqueta made in China. Los consumidores occidentales han disfrutado y continúan disfrutando de mayores ingresos, gracias a la caída de precios de una amplia gama de bienes de consumo. Esto ha sido un factor determinante para el mantenimiento de la baja inflación en los últimos años.

Cada vez más, las empresas chinas van teniendo presencia en Occidente, ganando negocios de los mercados líderes occidentales y adquiriendo empresas de Occidente. Desgraciadamente, el rápido crecimiento económico chino está fomentando otro modo de ondear banderas -un aumento preocupante del nacionalismo económico en muchos países occidentales-.

El cambio siempre es incómodo, especialmente cuando los empleos de los ciudadanos están en juego. Pero el crecimiento económico no es un juego en el que se empata: el beneficio de uno es la pérdida de otro. Es probable que el crecimiento de China y de otras economías emergentes acarreen algunos profundos y a veces incómodos cambios en los países desarrollados. Siempre ha sido así. En los últimos 30 años, la forma de las economías europeas ha cambiado sustancialmente, de la contribución de la fabricación a la acentuada caída del PIB desde 1950, si bien la producción ha aumentado sustancialmente. Así que las economías europeas han demostrado que pueden soportar transiciones de magnitud considerable.

El crecimiento chino traerá también consigo muchas oportunidades. Al ser más próspero el pueblo chino, su poder de expansión crecerá y creará enormes mercados domésticos. Existen potencialmente grandes oportunidades para las empresas internacionales de participar en este crecimiento. De hecho, esto ya está ocurriendo. Las exportaciones de la Unión Europea a China han crecido un 600% en los últimos 15 años.

Esos países y empresas que estén preparados para adaptarse y sean astutos descubrirán nuevos mercados para sus productos y servicios, y prosperarán. Las empresas europeas deben y pueden levantarse mirando hacia el reto que supone la emergencia de China como potencia mundial, y deberían ver a China no como una amenaza, sino como una oportunidad.

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