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Tribuna
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Mucho está en juego

Si se observa el comportamiento del dólar en los últimos meses y se estudian los comentarios de especialistas y observadores en relación a la economía estadounidense sería fácil concluir que está en un periodo de crisis. Los temores sobre las deslocalizaciones, así como las preocupaciones sobre las presiones inflacionistas causadas por el aumento del precio del petróleo, la ralentización del mercado inmobiliario y el déficit exterior han marcado los titulares de los periódicos en las últimas semanas. Estos temores se han acentuado por el cambio en la dirección de la reserva Federal (Fed) y sobre el rumbo que marcará su nuevo presidente, Ben Bernanke.

Los déficits gemelos siguen siendo el centro de atención. El déficit de la balanza por cuenta corriente alcanzó los 805.000 millones de dólares el pasado año, y el comercial (que llegó al 6,4% en 2005) ha llegado a un nuevo récord del 7% del PIB en el pasado trimestre (sólo España con un 7,62% tiene un déficit relativo mayor). Un déficit de esta magnitud es insostenible y no puede ser corregido solamente con un aumento de las exportaciones, que tendrían que subir un 70% para eliminarlo, lo cual no es realista.

Hasta ahora el masivo flujo de inversiones hacia EE UU ha permitido financiar este déficit. Esto se ha facilitado por factores coyunturales, como una ley que permitía temporalmente a las multinacionales de EE UU repatriar beneficios a una tasa impositiva más baja, y el diferencial entre los tipos de interés de EE UU y los de Europa y Japón. Sin embargo esta situación ha cambiado últimamente por las subidas de interés del BCE.

En el último trimestre del pasado año ya hubo un déficit de 240.000 millones de dólares. El deterioro de la situación financiera del Gobierno federal y de los particulares que siguen endeudándose tampoco invitan al optimismo.

La corrección de este desequilibrio requerirá una depreciación del dólar y una reducción de la demanda y, por consiguiente, de las importaciones. La presión en el dólar ya se siente y ya ha caído un 3,5% en lo que va a de año. El Gobierno de Bush parece haber abandonado definitivamente la política de dólar fuerte y no está interviniendo para mantener el valor de su moneda en los mercados. Esta estrategia se verá reforzada por la llegada del prestigioso Hank Paulson al Departamento del Tesoro de EE UU.

Por su parte, el déficit fiscal alcanzo el 3,6% del PIB en 2004 y se espera que este año se reduzca sólo al 3,4% del PIB (la deuda pública ya representa un 65% del PIB). Las preocupaciones sobre la marcha de la economía están siendo acentuadas por el comportamiento del consumo, uno de los grandes motores del crecimiento, que está mostrando síntomas de agotamiento: creció el 5,2% de enero a marzo, un 0,3% menos de lo proyectado.

Los desequilibrios apuntados invitan a la cautela. Particularmente porque el crecimiento se debe ahora más a un mayor endeudamiento y a un menor ahorro e inversión (en los últimos tres años el nivel de ahorro ha descendido de un 2,1% al -0,5%) y por la pérdida de poder adquisitivo de los salarios (entre 1997 y 2000 los salarios reales medios aumentaron un 1,5% de media al año, pero desde 2004 están cayendo un 0,6% anual), en gran parte debido al aumento de la inflación (que subió entre 1997 y 2000 un 2,4%, pero que desde 2004 esta subiendo un 3,1% anual).

Son sólo los precios inmobiliarios, que han subido una media de 12% desde 2000 contribuyendo al aumento de los niveles de riqueza, los que están compensando esta pérdida de poder adquisitivo. La preocupación por estos datos se refleja en la falta de confianza de los ciudadanos que están preocupados de que las condiciones actuales no son sostenibles, particularmente a la vista del enfriamiento del mercado inmobiliario .

Los últimos datos apuntan a que la inflación sigue creciendo en EE UU y Europa, por lo que harán falta más subidas de tipos para controlarla. Esto afectará a los beneficios de las empresas y el consumo, lo cual puede comprometer el crecimiento económico.

Ante estas expectativas las Bolsas de todo el mundo están viviendo jornadas de pérdidas. ¿Cómo afectara todo esto a Europa? La gran preocupación adicional es la apreciación del euro. La más que probable convergencia del diferencial de los tipos de interés entre EE UU y la zona euro no invita al optimismo. Si el dólar continúa depreciándose en los próximos meses, como parece muy probable, esto tendría un efecto negativo en las exportaciones europeas, y por consiguiente en los niveles de crecimiento europeo.

El resurgir de las tensiones inflacionistas y la volatilidad actual de los mercados presentan importantes retos a los gestores de la Fed y el BCE. Mucho está en juego. Una respuesta equivocada puede provocar graves inestabilidades en los mercados financieros y en la economía mundial.

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