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Columna
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¿Adónde va el espíritu comunitario?

El clima de confianza, base del éxito de la integración, se pierde en la UE, según el autor, que analiza la situación ante la Cumbre que hoy empieza en Bruselas. En su opinión, con una descafeinada liberalización de los servicios, sin política energética común y con una PAC condenada a la mínima expresión, sólo queda en pie la política monetaria

Los responsables políticos de la UE han necesitado el conflicto del precio del gas entre Rusia y Ucrania para descubrir que carecían de política en ese campo, lo que no deja de ser sorprendente, pues Europa se ha construido en primer lugar sobre la cuestión de la energía. La creación en 1951 de la Comunidad del Carbón y del Acero (CECA) se puede considerar el acto fundador de lo que hoy es la UE.

Esta primera política europea contrasta en cuanto a sus resultados con otra promovida mucho más tarde: la unión económica y monetaria. Con ella se pretendía europeizar la política monetaria que el fuerte dinamismo y el gran peso alcanzado por Alemania del Oeste habían puesto de hecho en manos del Bundesbank y del marco alemán. Con la moneda única también se quería forzar a los países miembros a efectuar las reformas que ya exigía la globalización, pero los resultados han sido decepcionantes.

El euro, además, ha permitido la irresponsabilidad fiscal de Alemania, Francia e Italia y está demorando (y por tanto encareciendo) el inexorable ajuste que está exigiendo el elevado y creciente déficit corriente exterior de España.

El euro se está reforzando notablemente respecto al dólar, pero no parece que esto refleje la fortaleza política ni económica de la Unión

Al tomar un atajo para poner en práctica la idea que Jacques Delors se hacía de Europa, poniendo la carreta delante de los bueyes, puede que su iniciativa haya sido prematura, fruto de la improvisación y un tanto temeraria. Sin unión política, con políticas económicas descoordinadas y presupuestarias divergentes, a lo que hay que añadir el reciente resurgir de los nacionalismos, el euro podría, de seguir así las cosas, correr un grave riesgo en el medio plazo. Es cierto que la divisa europea se está reforzando notablemente respecto al dólar, pero no parece que esto refleje la fortaleza política ni económica de la Unión, sino más bien la elevada incertidumbre generada por el enorme y creciente déficit exterior de EE UU y la colosal acumulación de reservas en dólares de los países asiáticos y de Oriente Próximo.

La pérdida de uno de los instrumentos más potentes de soberanía que supuso la creación de la moneda única para los países que formaron la unión monetaria mostraba que, entonces, todavía perduraba el espíritu de los padres fundadores y contrasta con el individualismo con que los países de la Unión afrontan los problemas del mercado de la energía.

En un intento de restablecer la ley y el orden en ese mercado en la última cumbre de Bruselas, el bla-bla-bla contra el proteccionismo hizo casi la unanimidad. Merece ser destacada la declaración de la canciller alemana, Angela Merkel, para quien 'en relación con la energía no hay que pensar exclusivamente en términos nacionales sino en crear campeones europeos'. Pero la canciller no predica con el ejemplo y se puede pensar que prefiere que esos campeones sean alemanes, pues al mismo tiempo que hacía esta declaración una gran empresa energética alemana lanzaba una opa sobre la española Endesa.

Una operación de este tipo por parte de Alemania hubiese sido impensable hace 10 o 15 años, pero la de hoy es una prueba más de la afirmación general del peso de ese país en Europa. Para eso la gran coalición que gobierna el país encontró fácilmente el acuerdo que le faltaba para acometer las reformas que exige adaptar la economía al mundo globalizado.

Las élites europeas se han entendido finalmente sobre una versión light de la directiva Bolkestein que reemplaza el principio de país de origen por el del país de destino, o sea, adiós liberalización de los servicios.

Por otra parte, Euronext, la sociedad que gestiona las Bolsas de París, Bruselas, Ámsterdam y Lisboa, ha aceptado la opa lanzada por su homóloga norteamericana. Como, además, el Nasdaq tiene una posición determinante en la Bolsa británica, la Europa de la Bolsa queda sometida al vasallaje de EE UU. Es así patente el fracaso global de los bancos y autoridades bancarias para forjar la Europa de las finanzas, 15 años después de la creación del euro.

Tal como ha quedado aprobada la directiva Bolkestein, que debería abrir los mercados de los servicios a la competencia, se puede decir que la Europa de los servicios ha muerto. Es evidente que la de la energía no va a ver la luz, pues se pretende que esa política respete la soberanía de los Estados y se limite a introducir un poco de coherencia en las políticas nacionales. Y dentro de unos años la PAC (Política Agraria Común) quedará reducida a su mínima expresión.

Sólo queda en pie la política monetaria, pero cada día más huérfana y por lo tanto con crecientes dificultades para ser eficaz. No deja de ser inquietante ver cómo se va debilitando el espíritu comunitario de los padres fundadores y cómo se va perdiendo el clima de confianza recíproca del que se ha alimentado por decenios el éxito de la integración europea. Y sin ese clima de confianza sólo queda la realidad de un club de Estados soberanos donde valen las reglas hasta que prevalece la ley del más fuerte.

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