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Tribuna
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Mujeres y directivas

Sólo tres de cada diez directivos en España son mujeres. Pero la autora no es partidaria de la imposición de cuotas para fomentar la paridad en la alta dirección de las empresas. En su opinión, los principales cambios son necesarios en materia de conciliación laboral

En pleno siglo XXI la incorporación de las mujeres al mundo laboral es un hecho, pero no lo es tanto el acceso a los puestos directivos. Según un estudio que hemos realizado en Hudson, sólo tres de cada diez puestos directivos son ocupados en la actualidad por mujeres, pese a que en un proceso de selección en el que hay hombres y mujeres, ellas suelen tener más posibilidades de ser elegidas (puesto que las que hay son muy brillantes).

No es posible hablar de una única razón como la causa de esta situación. Por un lado, las mujeres ya somos mayoría en las universidades desde hace algunos años, pero es necesario esperar un tiempo para que esas mujeres que ahora despuntan en la universidad vayan accediendo a los puestos directivos. Por otro lado, todavía hay muchas mujeres que renuncian a su vida profesional o a una carrera más brillante por la imposibilidad de compatibilizarla con su vida personal, el famoso tema de la conciliación. Y por supuesto, no podemos olvidarnos de que todavía existen prejuicios a la hora de optar por una mujer para determinadas posiciones, especialmente si está en edad de procrear.

Sin embargo, la solución no pasa por obligar a la paridad, al contrario, el hecho de establecer cuotas obligatorias en los consejos directivos empresariales o de obligar por ley a que un porcentaje determinado de los puestos de una compañía sea ocupado por mujeres puede ser contraproducente. Porque, ¿qué pasaría si una mujer accede a un puesto de dirección sólo por cubrir el porcentaje obligatorio y luego resulta que no es la persona más adecuada?, o ¿qué va a pasar en sectores como el de la producción en el que casi no trabajan mujeres? Es más, yo me pregunto, ¿y por qué no el 100% mujeres? Mi experiencia como consultora me lleva a pensar que no es positiva esta obligación, a no ser en temas salariales.

Una jornada laboral de ocho horas con una para comer sería más que suficiente en la mayoría de los puestos

Lo que sí es evidente es que si queremos que cada vez más mujeres ocupen puestos directivos, es necesario que las cosas cambien. Por un lado, el tema de la conciliación se debe concebir como una cuestión que afecta a ambos miembros de la pareja, no sólo a las mujeres, aunque ellas lo sufran más por tradición. Por otro lado, las empresas tienen que ser conscientes de que hay muchas mujeres que renuncian a una carrera de éxito por la imposibilidad de compatibilizarla con su vida familiar. Es necesario que las compañías racionalicen los horarios, las jornadas maratonianas no tienen ningún sentido y además no son productivas. En España todavía tenemos la idea de que 'hay que estar en el trabajo', pero muchas horas en el puesto de trabajo no significan necesariamente una mayor productividad. De hecho, España es uno de los países con jornadas laborales más largas y en cambio tenemos unos niveles de productividad muy bajos. No se trata tanto de estar en el trabajo, sino de que las horas que se pasen en él se trabaje bien y de que los horarios sean lógicos para poder mantener el equilibrio entre el trabajo y la vida personal: familia, aficiones, amigos, etcétera.

Está comprobado que la felicidad en el trabajo aumenta el rendimiento laboral. Una jornada laboral de ocho horas con una hora para comer sería más que suficiente en la mayoría de los puestos para cumplir eficientemente con las responsabilidades. En otros países tanto ejecutivos como no ejecutivos realizan jornadas más equilibradas y sin embargo eso no reduce los niveles de productividad. Está claro que nos tendremos que adaptar a horarios más lógicos. Quizás las nuevas generaciones abran el camino en este sentido y no estén dispuestas a sacrificar tantas horas en el trabajo, o quizás los propios dirigentes consideren que, además de utilizar la palabra conciliación de forma demagógica, deberían pasar a la acción y posibilitar el cambio para que verdaderamente éste se produzca.

No se trata de un enfrentamiento entre hombres y mujeres, ni de una competición por ver cuántas mujeres hay en puestos directivos. Precisamente, mi experiencia en selección de candidatos me permite señalar que las mujeres y los hombres poseen competencias o habilidades distintas a la hora de enfrentarse a una situación, a la hora de liderar. Sin embargo, eso no quiere decir que uno sea mejor que otro, sino que ambos deberían tener su merecido hueco en las cúpulas directivas empresariales, por méritos propios.

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