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Columna
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El Presupuesto de la UE y Lisboa

Después de un proceso largo y complicado, la Comisión, el Consejo y el Parlamento europeos han rubricado las Perspectivas Financieras de la UE para el periodo 2007-2013. El autor, uno de los firmantes del acuerdo como presidente de la Eurocámara, analiza el alcance de este pacto en el que, en su opinión, falta espíritu comunitario

Josep Borrell

La semana pasada, en el hemiciclo del Parlamento Europeo (PE) en Estrasburgo, las tres instituciones europeas firmamos solemnemente el acuerdo institucional y el marco financiero para el periodo 2007-2013, conocido como Perspectivas Financieras. Ese acuerdo alumbra un presupuesto de mínimos con el que se evita añadir más problemas e incertidumbres a los que ya tiene planteados la UE ampliada.

Su elaboración ha puesto plenamente de manifiesto el papel del PE como una de las dos ramas de la autoridad presupuestaria. Queda claro que un acuerdo en el seno del Consejo no es suficiente. Para que la UE tenga Perspectivas Financieras hace falta también el acuerdo del PE. Y éste ha llegado después de un proceso largo y difícil cuyo resultado está, para muchos diputados, muy lejos de cumplir las ambiciones que la UE proclama. Así lo recoge el voto (440 a favor, 190 en contra y 14 abstenciones) y así lo reconocí desde la presidencia del PE.

Las cifras son conocidas: el 1,048% de la renta nacional bruta (RNB) comunitaria, equivalentes a 0,72 euros por día para cada europeo. Un coste, como el de un café o un periódico, bien alejado de lo que la propaganda antieuropea atribuye a la Unión o de lo que hacen suponer las encarnizadas batallas presupuestarias en el Consejo. El acuerdo del PE aumenta ligeramente lo aprobado por el Consejo en diciembre de 2005 (1,046 %), pero queda muy por debajo de la propuesta de la Comisión (1,24%) o del PE (1,18%).

El gasto comunitario se eleva en 4.000 millones de euros, que se van a destinar a políticas consideradas prioritarias por el PE: investigación y desarrollo (300 millones), programas Leonardo y Erasmus (800 millones), cultura (300 millones) o infraestructuras y redes transeuropeas (500 millones).

El acuerdo institucional mejora también el papel del PE a través de su participación en la revisión prevista en 2008 y el control financiero de la actuación y el gasto de la Política Exterior y de Seguridad Común. Pero las cuantías aprobadas para una UE de 25 miembros son menores de las disponibles para una UE a 15, en un momento en el que Europa desea (y necesita) reactivar muchas de sus políticas y reforzar su papel en el mundo.

Además, el gran proyecto de la UE, la Estrategia de Lisboa, aparece más bien olvidado en estos Presupuestos. Tras dos años de negociación, las partidas dedicadas a la 'competitividad al servicio del crecimiento y del empleo', que incluyen la investigación, la formación, etcétera, han disminuido notablemente, casi a la mitad, respecto de la propuesta que realizó la Comisión en febrero de 2004. El desfase existente entre lo que se considera como la gran estrategia europea para el nuevo siglo y la debilidad de los medios que se le dedican no deja de producir una cierta perplejidad.

Sin embargo, dos argumentos se contraponen a esta crítica. El primero, con razón, pone en guardia contra el efecto óptico. La Estrategia de Lisboa es una estrategia europea, pero su aplicación reposa en los Estados miembros a través de los llamados planes nacionales de reforma que integran 24 acciones directrices integradas. Por lo tanto, es normal que el presupuesto comunitario no refleje todos los recursos relacionados con dicha estrategia, puesto que los verdaderos medios corresponden a los titulares de las competencias, los Estados miembros.

El segundo argumento es más cuestionable y consiste en contar partidas que no están directamente vinculadas a la competitividad, como si la UE financiase la Estrategia de Lisboa de manera indirecta. Así, la política de cohesión sería también y en gran medida una política de competitividad. En 2003, la Comisión ya calculó que el 97% de los créditos destinados a las regiones con dificultades estructurales y el 85% de los destinados a regiones con retraso contribuían a la Estrategia de Lisboa. Una manera de sumar 270.000 millones de euros de golpe.

En marzo de este año, la Comisión publicó una comunicación según la cual las ayudas directas a agricultores, independientemente de su producción, destinadas a favorecer el desarrollo rural aportaba una 'contribución esencial al proceso de Lisboa'. Una manera de imputar 100.000 o 200.000 millones de euros suplementarios. Así, los 74.000 millones de euros previstos para políticas de competitividad no serían más que la punta del iceberg. Usando esta lógica, las partidas atribuidas a la Estrategia de Lisboa en las próximas Perspectivas Financieras serían en total de unos 400.000 o 500.000 millones de euros. Todo depende, pues, del contenido real de las políticas, más allá de la forma de nombrarlas.

Pero lo que más preocupa de este acuerdo presupuestario es la falta de espíritu comunitario. La falta real de ambición europea para actuar juntos, buscando desarrollar el valor añadido europeo. Para recuperar esta ambición muchas cosas habrán de cambiar. Y, sin duda, una de ellas será revisar la financiación de la Unión.

El presidente en ejercicio del Consejo, el austriaco Wolfgang Schüssel, ha defendido la necesidad de redefinir los recursos propios de la Unión para que sean verdaderamente propios. Como quedó patente en la reunión interparlamentaria celebrada los pasados 8 y 9 de mayo, tanto el PE como la mayoría de los Parlamentos nacionales se mostraron favorables a dicha iniciativa. La idea de una fiscalidad europea sobre tasas comunes relacionadas con las grandes políticas de la UE, como la energía, aparece de nuevo.

El consenso es amplio acerca de que las próximas Perspectivas Financieras no podrán ser negociadas como lo han sido éstas. El sistema basado sobre los saldos netos de cada país, transferencias de los Estados y la unanimidad como regla de decisión ha llegado a su límite. De aquí a 2008 tenemos que innovar e inventar algo nuevo para que la UE pueda seguir progresando.

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