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Tribuna
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La economía española, entre Florida y California

El fomento de nuevas formas de producción -como las existentes en California- es la solución que propone el autor para combatir los desequilibrios que aquejan a la economía española. En su opinión, esto no significa sin embargo desactivar las fuentes del consumo

La mayoría de los doctorandos se animan pensando que sus tesis revolucionarán la ciencia económica. Pero los casos en los que la tesis doctoral ha sido un pasaporte para la gloria son poco frecuentes. Entre ellos se encuentra la tesis sobre la teoría del comercio internacional de Bertil Ohlin, que le valió el Premio Nobel de Economía en 1977. En la tesis de Ohlin sobre la importancia para la especialización de las dotaciones de factores productivos, el mayor impacto inicial lo tuvo el título Comercio interregional e internacional. La movilidad de los factores, y en particular del trabajo y de capital, no es la misma entre naciones que entre regiones en el interior de una nación. Una cosa tan obvia ha pasado bastante desapercibida cuando España ha entrado en la unión económica y monetaria (UEM).

La UEM es, desde el punto de vista económico, una nación (la conceptualización de nación económica se refiere a un mercado único de bienes, servicios y factores productivos y a una moneda común, lo que sólo se verifica en la zona euro), con su euro y su Banco Central, su mercado único y su Schengen; y España ha pasado a ser región de esa nación europea.

Si contemplamos la situación actual de la nación UEM vemos una balanza de transacciones corrientes equilibrada, una evolución de precios muy controlada y un crecimiento económico relativamente lento; si enfocamos la región-España vemos por el contrario un déficit de transacciones corrientes de ingentes dimensiones, unos precios que crecen en conjunto más que en el resto de las regiones de la UEM y un crecimiento económico mayor. Son muchos los analistas que consideran tanto en España como en el extranjero que estos desequilibrios exteriores e interiores de la economía española tendrán que corregirse, aun a costa de sacrificar el crecimiento.

La nueva oleada tecnológica que se avecina es una oportunidad que España no debe dejar pasar, como desgraciadamente ya ocurrió con las anteriores

Pero si recuperamos el planteamiento nación-región vemos que el análisis se vuelve más opaco. Por ejemplo, cuando España, con su zona peseta, era una nación económica había regiones que en larguísimos periodos (me atrevería a decir ¡siglos!) crecieron más que el resto (por eso son más ricas); algunas lo hicieron con extraordinarios déficits de transacciones corrientes con el resto del país (el caso de Madrid es paradigmático al respecto), otras crecieron, como Cataluña y País Vasco, apoyándose en excedentes de su balanza exterior; todas tenían mayores presiones inflacionistas que luego se difundían lentamente al resto del territorio nacional. Estos ejemplos demuestran que dentro de una nación económica es posible crecer permanentemente como centro de consumo o de producción. Los polos de desarrollo de François Perroux crecen en desequilibrio.

La región-España de la UEM es hoy un poderoso centro de consumo apoyado por el gasto turístico de los ricos europeos, el gasto de subsistencia de los inmigrantes y el desahorro de pensionistas que vienen a pasar los últimos años de su vida en nuestro país.

Hay cubanos que describen Florida como cementerio de elefantes, y estos lugares sagrados son ricos en marfil. En el proceso de terciarización de España las pompas fúnebres son un servicio con un futuro asegurado. Pero en Florida se vive bien, muy bien, hace décadas, y ser un centro de consumo tiene atractivo para la calidad de vida.

En EE UU, la otra región hispana que crece, pero con un modelo de centro de producción, es California. Olvidados los estereotipos de Silicon Valley, California ofrece oportunidades para producciones de bienes y servicios tecnológicos que la proyectan hacia la ansiada sociedad del conocimiento. En California también se vive bien, con un ambiente cultural dinámico y suficiente calidad de vida.

La economía española se está desarrollando como centro de consumo, pero su ambición es hacerlo como centro de producción, y esto es lo que implícitamente quieren los que sugieren restablecer el equilibrio exterior. Lo importante es tener conciencia de que ese equilibrio no puede ser un fin en sí mismo (en el modelo de consumo se trataría de reducir el consumo y frenar el crecimiento), y que lo importante es desarrollar una estrategia a largo plazo para transformar el modelo español del consumo a la producción. No tendría sentido provocar una crisis en Florida; esto no la transformaría en otra California.

En España hay que concentrar la atención más sobre cómo fomentar las nuevas formas de producción, que sobre cómo desactivar las fuentes del consumo, y esto requiere una prospectiva sensata y coherente sobre la sociedad sostenible del conocimiento, sobre sus tecnologías, sobre sus valores, sobre sus precios. Cambiar el modelo es tarea de todos y por ello se necesita una prospectiva que no descarte la utopía, pero que genere entusiasmo colectivo. Es necesario adquirir la capacidad de soñar con una economía vibrante e innovadora, creativa, imaginativa, respetuosa del valor del trabajo humano y de la calidad ambiental; capaz de fijarse metas ambiciosas para sus sistemas operativos y para sus tecnologías.

La nueva oleada tecnológica que se avecina, la llamada convergencia nano-bio-info-cogno, es una oportunidad que España no debe dejar pasar, como desgraciadamente ocurrió con las precedentes revoluciones tecnológicas. Ohlin, si aún estuviera con nosotros, seguramente aconsejaría una reconsideración de la macroeconomía del equilibrio y un mayor énfasis en los factores mesoeconómicos que verdaderamente determinan la capacidad de producción de los territorios.

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