_
_
_
_
Estados Unidos

Las empresas se rebelan contra el corto plazo

En el debate sobre si lo importante es el destino o el viaje, la elección de los mercados ha sido hasta ahora clara: el viaje. En concreto, los trayectos del viaje. Con la brújula apuntando al objetivo fijado por las previsiones trimestrales de las empresas (earnings guidance), la Bolsa premia o penaliza a las compañías según mantengan las previsiones a corto plazo que ellas mismas se han fijado. No obstante, la práctica de santificar estas proyecciones empieza a cuestionarse.

'Sería mucho mejor para el mercado si las previsiones de beneficios a corto plazo fueran abolidas', dice Candace Browning, directora de análisis global de Merrill Lynch. Este juicio tajante se asienta en varias razones. Por un lado porque es la propia empresa la que crea la vara con la que se le mide, la cual 'puede ser buena o mala pero es la suya y son los inversores los que deberían decidirla'.

La realidad muestra que es muy difícil para un analista tener una previsión distinta o discrepar, ya que la carga de la prueba cae sobre éste. Además, las empresas suelen tomar represalias con los autores de las disensiones, como atender peor a sus peticiones de información.

Los detractores creen que da una imagen limitada de lo que ocurre en la empresa

Algunas empresas suprimen las previsiones cuando las cosas no van bien

No obstante, la primera razón que se esgrime contra esta práctica es que estas previsiones centran demasiado la atención en una cifra producto de un tiempo corto. 'Como mucho es una indicación limitada de lo que ocurre en la empresa y hacia dónde va', explica Browning, que es partidaria de que se dé a los analistas datos 'robustos, no solo un número'. Esta analista asegura que la naturaleza cortoplacista evita, en la práctica, el enfoque del inversor en el largo plazo.

El presidente de la Cámara de Comercio, Thomas Donohue, opina igual. Además de esta limitación temporal, escándalos como el de Enron han dejado la impresión de que ha habido un cierto incentivo para manejar (y fácilmente) unos números trimestrales que, implícitamente, se considera siempre que deben ser ascendentes cuando no siempre pueden serlo. 'Quiero provocar una estampida de esta práctica', dijo Donohue a finales de 2005 en un foro de analistas en Nueva York.

Algunas empresas ya lo han hecho. The Washington Post, Coca Cola o Gillete decidieron dejar de dar proyecciones hace tiempo. Estas tres compañías tienen como consejero a Warren Buffett, presidente de Berkshire Hathaway, cuya empresa no ofrece previsiones trimestrales. Google, inspirada en el hacer de este inversor, tampoco, y el NYSE ya ha dicho que se apunta a este carro.

General Motors, Ford, Motorola y Pfizer también se han sumado a la tendencia que puede que tarde en consolidarse. O puede que no lo haga nunca, porque también tiene detractores.

Según un reciente estudio global de McKinsey, el 83% de las empresas no planean dejar de dar estas previsiones. Sin embargo, no todos sus directivos están convencidos de los beneficios de ello, coinciden en que es un coste y tienen dudas sobre si es pernicioso acabar con ellas.

El problema es que algunas que han decidido apuntarse a esta tendencia, como GM y Ford, lo han hecho cuando las cosas no van bien. Y eso provoca suspicacia. 'Son empresas que caen por debajo del nivel en el que están cómodas o pasan por un momento de transición', dice Steve Biggar, jefe de análisis de EE UU en Standard & Poor's. Biggar, que ve útiles estas proyecciones, cree que renunciar a ellas va en detrimento de la transparencia, 'la bola de cristal se hace menos clara', y aunque cree que puede ser oneroso para la empresa, sí cree que se ahorran problemas como 'el riesgo de falta de cobertura de analistas'. Este experto cree que al hacer trimestralmente las previsiones se actualiza la información casi en tiempo real y se reformulan expectativas que no siempre son de corto plazo.

Los inversores creen que la información, cuanta más, mejor. En algunos casos son los analistas los que, a veces, sientan unos objetivos muy de corto plazo, una medida que para muchos no es suficiente para dirigir un viaje pero sí para compensar a los que recogen beneficios en los pequeños trayectos.

Vocación a largo plazo de los grandes bancos

La práctica de que las empresas provean previsiones trimestrales de beneficios empezó en los setenta cuando algunas empezaron a comunicar a sus grandes inversores su visión de la evolución del negocio. En los noventa, y con la llamada democratización de los mercados, el Congreso de EE UU decidió proteger a las compañías de la responsabilidad en la que pudieran incurrir por estas proyecciones y se institucionalizaron, para disgusto de gente como el presidente de la Cámara de Comercio, Thomas Donohue.La consultora McKinsey, cuyo juicio deja claro el título de su estudio La errónea práctica de la previsiones de beneficios, explica que el 75% de los ejecutivos mantiene la previsiones para satisfacer a inversores y analistas (en menor medida a los hedge funds). No obstante, la mitad cree que eso intensifica la presión para alcanzar los objetivos fijados. En general, muchos creen que perderían cobertura de analistas, liquidez y aumentaría su volatilidad. McKinsey lo cuestiona al sugerir que cuando superan el objetivo o no cumplen con expectativas crece la intermediación.Curiosamente, las entidades de Wall Street mantienen una cierta distancia. Ni Citigroup, ni Goldman Sachs ni Merrill Lynch proveen previsiones trimestrales. JPMorgan da a conocer objetivos a medio y largo plazo para cada negocio y no sólo los de beneficios.En sus departamentos de análisis, la aproximación con respecto a las previsiones de otras empresas varía según el autor en el caso de Goldman.En Merrill Lynch son más escépticos y a los analistas se les pide que descuenten buen parte del peso de estas previsiones en su trabajo y en ocasiones se pide que se analice este dato de forma comprensiva para ver la seriedad de la empresa a la hora de gestionar las previsiones.

Archivado En

_
_