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Tribuna
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El desequilibrio exterior y la falta de productividad

El déficit corriente español, que alcanza ya el 7,6% del PIB, ha hecho saltar alarmas. El autor propone soluciones a este desequilibrio, el mayor entre los países desarrollados, producido por factores coyunturales -la escalada del precio del petróleo-, pero también estructurales, como el persistente diferencial de inflación

Los recientes datos sobre la evolución del comercio exterior de España han ocasionado alarma. La balanza de pagos por cuenta corriente, que mide el conjunto de pagos e ingresos en los intercambios en el exterior, continúa su evolución negativa al aumentar un 55,1% en 2005, alcanzando los 68.952 millones de euros (el 7,62% del PIB). Este déficit es el mayor de los países desarrollados y supera por vez primera en términos proporcionales al líder tradicional en desequilibrio de la balanza de pagos, EE UU, que contabiliza un déficit del 6,4%. Además hay otras similitudes entre los dos países: ambos están experimentando una burbuja en sus sectores inmobiliarios, los niveles de ahorro son muy bajos, los consumidores están gastando como si no hubiese un mañana y los dos países están sufriendo importantes pérdidas de competitividad.

La diferencia más importante es que España es miembro de la unión económica y monetaria (UEM), lo que le ha permitido sostener este desequilibrio en la balanza de pagos. Si España no fuese parte de la UEM tendría que afrontar una devaluación y la implementación de políticas fiscales restrictivas. Por otro lado, al no ser posible una devaluación, la única manera de recuperar la competitividad es a través de la moderación salarial y aumentos de la productividad. En EE UU, al no estar anclada la moneda a una unión monetaria, lo más probable es que el ajuste se lleve a cabo a través de una caída del dólar. La otra diferencia clave con EE UU es el comportamiento de la productividad. Mientras que en EE UU la productividad está experimentado tasas de crecimiento anual por encima del 2,5%, en España bajó un 1,3% en 2005.

Si España no fuese parte de la UEM, tendría que afrontar una devaluación y políticas fiscales restrictivas

En el caso español hay factores coyunturales en esta evolución del déficit, como son la subida de los precios del petróleo (un 40% desde 2004) y el tipo de cambio del euro frente al dólar. Sin embargo lo más preocupante de estos datos es que los mecanismos correctores tradicionales, el turismo y la inversión extranjera en nuestro país, también han experimentado una desaceleración. De acuerdo con los datos del Banco de España, los 17.127,2 millones a que asciende el superávit por turismo entre enero y agosto de 2005 sólo cubren el 38,3% del déficit acumulado, la tasa más baja de los últimos años (el año anterior cubría el 56,7%). Los datos de inversión extranjera son mejores, entre enero y noviembre de 2005 subió un 70,7%, hasta 17.314,9 millones. Este dato favorable, sin embargo, debe examinarse con cautela ya que durante los seis primeros meses de 2005 la entrada de inversiones extranjeras en España había caído el 65,1%. Han sido sobre todo los buenos datos de noviembre (4.800 millones de euros más que el año anterior) los que han permitido salvar el año.

Además hay elementos estructurales en nuestra economía, como el persistente diferencial de inflación con los países de nuestro entorno y la evolución de los costes unitarios laborales en términos reales, que no tienen visos de mejorar en el corto-medio plazo. El diferencial de inflación de España con la UEM, medido por el índice de precios de consumo armonizado, se ha mantenido con una media de un poco más de un punto desde nuestra incorporación al euro en 1999. Además los costes laborales unitarios han aumentado sistemáticamente por encima de los de la UE-15, lo que ha contribuido a la pérdida de competitividad (la competitividad de precio de nuestras exportaciones ha caído un 0,6% entre junio de 2004 y junio de 2005 frente al resto de los países de la OCDE). Hay que enfatizar, sin embargo, que la desfavorable evolución de los costes laborales unitarios se explica más por el comportamiento negativo de la productividad del trabajo que por un crecimiento de los salarios superior al de nuestros socios comerciales. Es por ello que la mejora de la competitividad debe de venir por el impulso de la productividad.

Una mejora de la productividad exige políticas que fomenten la inversión privada, la mejora del stock de infraestructuras y del capital humano, inversión en I+D+i, la introducción de mayor competencia en los mercados de bienes y servicios, la modernización de las instituciones del mercado laboral y el fomento del espíritu emprendedor. Se exigen tres reformas claves: en la educación (estamos a la cabeza de la UE en fracaso escolar), en I+D (España gasta el equivalente del 1,05% del PIB, la mitad del promedio europeo) y en el mercado laboral. Un requisito clave será la reducción de la temporalidad (con tasas por encima del 30%).

Un nuevo modelo de crecimiento exige un sistema productivo con una mano de obra cualificada y eficiente que pueda incorporar valor añadido a la producción y aumentar la productividad. Esto no es posible en un mercado laboral caracterizado por la segmentación y la precarización. Es hora de que el Gobierno y los agentes sociales asuman sus responsabilidades y adopten las medidas necesarias.

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