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Miguel Roca Junyent

'El Código Unificado oficializa la presunción de la mala fe'

Miguel Roca, que participó en la Comisión Aldama, cree que las normas de buen gobierno deben ser flexibles. Dice apostar por la transparencia, 'pero con límite', porque asegura que el exceso de rigidez puede burocratizar de forma peligrosa la vida de las empresas y abrir brechas 'que no sabemos adónde conducen'

Miguel Roca Junyent celebra esta misma semana el décimo aniversario del bufete que fundó cuando decidió retirarse de la política, un gusanillo que dice no picarle ya, al menos como protagonista. Desde su nueva situación como líder de un despacho que en una década ha comenzado a codearse con los grandes bufetes españoles continúa viviendo muy de cerca las principales operaciones de la vida política y empresarial de este país.

Es especialista en derecho mercantil, consejero de diversas empresas y, además, fue uno de los componentes de la Comisión Aldama. Con esa experiencia, ¿qué opina del borrador de Código Unificado?

Yo en este punto me siento un poco heterodoxo. Creo que podemos correr el riesgo de exagerar y rigidizar. Creo que estamos yendo a remolque de una situación americana con un modelo de empresas cotizadas muy distinto. Y querer extrapolar hábitos americanos al Continente y a un sistema jurídico español muy consolidado me parece que, tomándolo muy al pie de la letra, sería muy exagerado. Hemos de ir con mucho cuidado.

'Creo que quien no ha dirigido nunca una junta general debe opinar con prudencia'

'Desde el principio quisimos hacer un despacho con visión global española y actuar en toda España. Hemos crecido mucho en estos 10 años y este año vamos a hacerlo aún más'

¿Qué aspectos le preocupan?

Alguien me tiene que decir por qué es más bueno que exista un presidente de la junta general que no sea el mismo que el presidente del consejo. Puede haber empresas a las que convenga y a otras que no. ¿Por qué hay que potenciar ahora al vicepresidente? ¿Es bueno llegar a crear una estructura bicéfala que genere conflictos de poder interno en las empresas cotizadas? Pues no lo sé. Y entonces puede ser que alguien diga: no, esto no pasará, porque el vicepresidente será de mucha confianza del presidente. ¡Ah! ¿Entonces para qué sirve que haya un vicepresidente? ¿Es bueno que el vicepresidente se reúna antes con los consejeros? Pues no lo sé. Creo que sacralizar todo esto es bastante arriesgado. Está muy bien el buen gobierno, pero en la línea de cumplir o explicar. Déjeme explicar, y que la explicación valga tanto como el cumplir.

También se está hablando mucho del consejero independiente y de que éste tiene que defender al minoritario. Pues no. Un consejero independiente, como el dominical, como el externo, o el ejecutivo, tiene que defender los intereses de la compañía. Y cambiar toda esa filosofía puede ser muy complicado, porque nos puede abrir espitas y brechas que no sabemos exactamente hacia dónde conducen. ¿Quiere esto decir que yo esté en contra de las normas de buen gobierno? En absoluto. Por eso participé en la Comisión Aldama. Pero lo que digo es que debemos flexibilizar las normas.

Se trata de dar transparencia a la vida de las empresas ¿no?

R. Sí, pero la transparencia tiene un límite. Cuando estaba en política siempre había alguien que me hacía la pregunta de si yo iba a misa o era católico. Y yo tenía preparada la respuesta: 'usted no me puede hacer esta pregunta porque va en contra de mi libertad constitucional'. Lo que creo es que el excesivo rigor puede llevar a una burocratización o funcionarización de la vida del gobierno corporativo peligrosa. Viva la transparencia. ¡Viva! Pero creo que estamos en una fase complicada, porque se ha presupuesto la mala fe y esto es un cambio fundamental en el Derecho, porque nuestro sistema jurídico descansa en el principio de la buena fe. Si nos instalamos en la duda permanente sobre la buena fe el sistema puede tambalearse y generar injusticias.

¿Cree entonces que el borrador es excesivo?

Estoy de acuerdo en lo relacionado con la transparencia, pero me sentía más cómodo en el resultado del informe Aldama, incluso sin el paso regulador que a partir de esa comisión se dio más allá. Creo que quien no ha dirigido nunca una junta general debe opinar con prudencia. Es más fácil hacer una tesis académica sobre una junta general que dirigir una con 3.000 asistentes. Ojo. No juguemos. Una junta en la que se ocasione un barullo organizado por un 3% del capital al día siguiente sale en todos los medios y esto puede hacer bajar la cotización y perjudicar al accionista.

¿Deberían haber tenido más voz las empresas a la hora de idear un nuevo código?

Yo creo que sería bueno aplicar la experiencia. No discuto que tendremos que ir cada vez a más transparencia en el tema de las retribuciones, por ejemplo. Es ya una tendencia y qué le vamos a hacer. Pero que tenga que haber un vicepresidente… Parece como si alguien hubiera leído un reglamento del Parlamento y quisiera llevarlo a las sociedades anónimas. Pero la junta general y las sociedades anónimas no son un Parlamento, son otra cosa. Tenemos muchas más cosas de gobierno corporativo que deberíamos haber hecho para sociedades cotizadas y para no cotizadas.

¿Por ejemplo?

Pues hay un problema muy grave. Se debería tener mayor agilidad para poder resolver los gobiernos inviables. Es decir, sociedades al 50%-50%, que no hay manera de que se pongan de acuerdo. Esto está pasando mucho y el romper esto es muy arduo, muy caro y a veces cuesta hasta la vida de la misma empresa. Pues quizá deberíamos ser capaces de encontrar soluciones a estos temas. Hay muchos más aspectos en el tema corporativo que lo que se ha hecho en el Código. Pero me parece absurdo sacralizar y rigidizar las cosas, porque cada empresa es un mundo.

¿Es demasiado intervencionista el borrador de Código?

No es que sea intervencionista, sino que oficializa la presunción de la mala fe. Y esto es muy grave en Derecho. Eso es lo que pasaba en la Inquisición: 'demuéstreme lo contrario de lo que yo digo'.

Se trata de un borrador que estará en fase de consulta pública hasta finales de febrero ¿cree que se puede dar marcha atrás en algunos de sus planteamientos?

La experiencia demuestra que en muchas ocasiones se han hecho cosas que luego, antes de aprobarlas, se rebajan a la mitad. Las empresas buscan cada vez más a consejeros que representan algo en la sociedad y que son inspiradores de confianza porque se piensa que si tal señor está en esa empresa eso quiere decir que debe valer la pena estar ahí. ¿Cómo esos señores van a arriesgar sus trayectorias por estar en una operación que les va perjudicar? Alguien puede contestar, pues sí, porque ha habido casos. Bueno, pues entonces que se persigan esos casos concretos, pero que no se pase de la presunción de la buena fe a la presunción de la mala fe.

En todo caso, yo siempre me resistiré a que exista en la CNMV un registro de consejeros independientes acreditados por una oficina burocrática. æpermil;ste sería el fin de los consejeros independientes.

¿Qué han supuesto estos 10 años al frente de un despacho de abogados, que también suponen 10 años alejado de la política?

Yo siempre fui, incluso estando en política, abogado. Mi principal actividad en política estuvo en lo legislativo, en lo parlamentario, así que también estaba muy cerca del Derecho. Nunca dejé de ser fundamentalmente un abogado, de modo que cuando me reincorporé a la profesión de abogado me reencontré con mi gran vocación. Durante mi etapa política me lo pasé muy bien, disfruté mucho, pero disfruté haciendo leyes, porque soy fundamentalmente abogado.

¿Cómo era el despacho que montó cuando se retiró de la política?

Yo tenía una opción, o crear un pequeño despacho artesanal mío o aprendo a compartir y hacer un despacho colectivo con otra gente, con la que yo tuviera confianza personal y profesional. En aquel momento montamos el despacho con un grupo de profesionales. Fue una aventura apasionante en la que hemos tenido mucha suerte y hemos ido creciendo y siempre con calidad

¿Desde el principio se planteó que el despacho tuviera sede en Barcelona y también en Madrid?

Un 5 de febrero abrimos en Barcelona y en el mes de septiembre, en Madrid, porque queríamos hacer un despacho con visión global española y actuar en toda España.

¿Pensó hace 10 años llegar a tener un bufete de este tamaño?

No, siempre pensamos que íbamos a tener un despacho de unos 50 abogados y creíamos que eso ya era mucho. Y ahora somos entre 160 y 170 y sabemos que vamos a seguir creciendo, especialmente en Madrid.

Este año, singularmente, tenemos que hacer algunas operaciones para crecer más. ¿Por qué? Porque no hay más remedio. El crecimiento se tiene que hacer con mucha calidad. La calidad exige competencia, calidad y gente. Al cliente no podemos retrasarle los temas ni servirle mal por cicatería personal. Hay un ranking en el que nosotros siempre salimos muy mal, que es el de rentabilidad. Y yo, con sinceridad, no sé por qué los demás despachos dejan publicar esto, porque una buena rentabilidad puede ser interpretada por el cliente como un ahorro de costes con él. Nosotros preferimos ser menos rentables, dar mejor servicio y no estar dominados por la idea de la rentabilidad interna. Lo que nos interesa es ser rentables para el cliente y si para ello en vez de seis abogados tenemos un equipo de siete u ocho, pues se hace.

¿En qué lugar sitúa al despacho en el panorama legal español?

En lo que son despachos nacionales, estamos en el quinto despacho nacional. Y si contamos los despachos con auditoría o internacionales, entonces estamos en el puesto 12 ó 13. Hombre, en 10 años nadie crece tanto como nosotros. Lo que es evidente es que nosotros tenemos gente por delante y de buena calidad, buenos colegas con quienes trabajamos muy bien. Y ahí están. Pero ellos empezaron mucho antes. Estamos compitiendo con gente que tiene en algún caso 100 años de existencia profesional. Otros, al menos 50 años. Y nosotros, con sólo 10 años hemos hecho lo que hemos hecho. Estamos muy contentos.

'Ni puedo ni quiero ocultar mi trayectoria'

Miguel Roca asegura ser consciente de que se trata de un personaje muy conocido por su pasado político y que tener una personalidad muy marcada puede influir de una u otra forma en el desarrollo del negocio de la abogacía en el que ahora está inmerso. 'Es algo que no puedo evitar. Yo soy lo que soy. Soy heredero de una trayectoria que ni puedo, ni quiero ocultar. Y esto puede ser que alguien lo valore de forma positiva o de forma negativa. Pero mis socios ya lo han aceptado. De la misma manera que han aceptado que soy culé y que, incluso en la intimidad, hablo catalán. Hay estas cosas y qué le vamos a hacer. Y eso que es un drama para un culé como yo tener un gran amigo como Florentino Pérez. Así que tengo el corazón partío', explica Miguel Roca que dice sentirse muy a gusto en Madrid, donde pasa dos o tres días a la semana. 'La gente aquí siempre ha sido muy amable conmigo, muy cariñosa y muy respetuosa. Y he recibido siempre pruebas de consideración y de respeto. Yo me siento muy madrileño y no es para compensar mi catalanidad, sino porque me encuentro muy bien en Madrid', afirma. Roca añade que una de las ventajas de ser un personaje público como él es que no hay que disimular nada. 'Ya se sabe lo que hay'.El que fuera uno de los ponentes de la Constitución Española dice que ya no le pica el gusanillo de la política. 'No. Hombre, me interesa desde el punto que me leo todo, seguramente con más proximidad que quienes no han estado involucrados en el tema político. Esto seguro. Y me interesa y leo con avidez. Pero el gusanillo de la política, entendido como protagonismo, ya no lo siento. Nadie que no haya estado en política puede entender la ilusión que representa leer un periódico sabiendo que, en principio, no vas a estar tú ahí. Antes era a ver dónde salgo y qué dicen que he dicho, pero el político se curte y se hace alguien muy duro'. Todo lo contrario de lo que ocurre ahora porque Miguel Roca explica que en el despacho que dirige desde hace ahora 10 años se le ve y se le toca. Y es que la cercanía es una cualidad que considera importante para un abogado. 'Para nosotros, tan importante como la calidad es el buen rollo humano. Una de las características de este despacho es que la gente tiene que sonreír por el pasillo. Puede haber uno muy bueno, pero seguro que hay otro igual y que por lo menos sonría, porque es básico que la gente se encuentre bien. Nosotros en el despacho queremos gente simpática que genere un buen estilo de trabajo'.

Expansión. EE UU y China, en el punto de mira

Después de 10 años de trabajo para situar al despacho que lidera entre los primeros de España, el bufete Roca se plantea la internacionalización. Sin embargo, después de analizar la situación, explica que prefiere salir sin contar con una red internacional. Algo que, en opinión de Miguel Roca, supone crearse demasiadas incompatibilidades internacionales.¿Cómo se plantea el despacho Roca Junyent la expansión internacional?Hemos iniciado dos aventuras, una en China y otra en EE UU, en Nueva York, a través de una representación modesta, pero eficaz. No pretendemos tener un despacho propio allí, sino una gente nuestra que ayude a los clientes a trabajar en EE UU e incluso para seleccionar al despacho americano que mejor les pueda atender y que vigilemos desde allí sus intereses. Y a China vamos a ir en asociaciones puntuales con abogados chinos. Es un mercado emergente y, por tanto, tenemos que estar presentes, pero seguramente operación por operación, al menos durante un tiempo.¿Es importante para un despacho la presencia internacional?Sí, entendiendo por internacional singularmente EE UU, Latinoamérica o China. Hubo un momento en que la gente creía que había que tener un despacho en Bruselas. Muchos ya lo han cerrado porque Bruselas es una estación de metro. Ya no se puede disociar el Derecho comunitario del resto porque se aplica en cualquier cosa. De Derecho comunitario tienen que saber todos en el despacho.

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