La huella histórica en Oriente Próximo
La idea inicial de Robert Fisk, corresponsal del periódico británico The Independent en Beirut, era escribir una historia contemporánea de Egipto. El relato, sin embargo, acabó en un ambicioso análisis del conflicto de Oriente Próximo, conocimiento que ha dado a Fisk prestigio en todo el mundo.
La historia siempre la escriben los políticos y él ha querido desafiar al poder con La gran guerra por la civilización. La conquista de Oriente Próximo, publicada en España por Destino, obra extensa (más de 1.500 páginas) que analiza los acontecimientos de los últimos treinta o cuarenta años en Afganistán, Irak, Irán, Israel, Líbano o Argelia.
Es significativa la elección del título: la gran guerra por la civilización es como se llamó a la primera contienda mundial, de donde surgieron las fronteras de Bosnia y Oriente Próximo. '¿Cuánta gente conoce que en 1917 Gran Bretaña invadió Irak con el mensaje de estamos aquí para liberaos de la tiranía?', observó Fisk. Occidente, recordó el corresponsal, siempre se ha visto como liberadora de Oriente Próximo.
Escribir el libro ha sido deprimente para el periodista, al ver todo el despliegue de historias atroces. Hasta el punto de llegar a la conclusión de que los árabes han sido muy comedidos en su respuesta, una opinión que, admite, no es muy popular.
La gran guerra por la civilización es un monumental reportaje en el que Fisk combina la explicación de los antecedentes históricos con la descripción del ambiente de cada lugar, poniendo especial énfasis en transmitir al lector el factor humano: recoge poemas escritos por soldados iraníes en la guerra contra Irak y registra los nombres de las víctimas.
El libro arranca con las entrevistas que hizo a Osama bin Laden en Sudán y Afganistán antes de que se convirtiera en el enemigo número uno de Occidente. El hombre de la guerra, como también Sadam Husein, son muestras del doble rasero empleado por los americanos. 'Sentimos una atracción patológica por gente peligrosa; los enseñamos a matar y luego nos sorprendemos por los monstruos que hemos creado', señala el periodista, convencido de que continúa el apoyo de Occidente a este tipo de personajes.
Otro ejemplo más actual es Irán. Fisk pregunta por qué Corea del Norte, un país que califica de más inestable, o Pakistán, con un sentimiento antioccidental más fuerte, pueden tener armas nucleares e Irán no. La respuesta: nadie los invade porque tienen armas nucleares, lo que llevará a los distintos países a sentirse más seguros con ellas.
Pero '¿es ese el mundo que queremos?', inquiere Robert Fisk. Es el problema de pensar en el mañana y no en la semana que viene, en ordenar la invasión de Irak y no prever las consecuencias.
El corresponsal de The Independent aventura que las tropas extranjeras se irán de Irak, aunque ahora no pueden hacerlo sin más, porque están atrapadas. 'Por ese motivo la crisis de Irán no es una buena noticia', y añade que a EE UU, a pesar de que defiende lo contrario, no le quedará más remedio que hablar con los insurgentes.
Testigo directo
Robert Fisk ha sido testigo directo del conflicto en las últimas décadas en Oriente Próximo, zona en la que ha vivido casi tres décadas. Ayer relató que se encontraba a 400 metros de distancia del coche-bomba que acabó con la vida del ex primer ministro libanés Hariri. El atentado hizo pensar a muchos en la guerra civil. 'Cada día que pasa sin que estalle la guerra civil en el Líbano es un día para celebrar', opina el periodista, convencido la implicación de Siria en el asesinato.A Irak no sabe cuándo irá. Es un país muy peligroso para los periodistas, más que lo era Argelia en los 90, y el riesgo no compensa el resultado informativo. Explicó que no sólo la insurgencia, también las mafias son responsables de la anarquía y el caos que sufren los iraquíes, 'de la que no hablan Bush o Blair'.