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Columna
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Europa cifrada

Comparecía el miércoles pasado el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, ante el Pleno del Congreso de los Diputados para dar cuenta de los acuerdos del Consejo Europeo de Bruselas. Venía de visitar a nuestras tropas en Afganistán, en un viaje al que le habían acompañado, tal vez para hacer las paces, los ministros de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, y de Defensa, José Bono, así como el Jefe del Estado Mayor de la Defensa, general Félix Roldán. Se les había visto la víspera, el martes, en los informativos de televisión y en las fotografías de los diarios haciendo allí la ola con los uniformados. Era la imagen de una americanada a lo Bush, sin antecedentes entre nosotros. Traía el recuerdo del pavo de plástico cuando la visita del presidente a sus fuerzas en Irak el día de thanks giving de 2004 o su más reciente aparición ante los cadetes de la Escuela Naval de Norfolk.

Porque conviene observar que hay dos escuelas de pensamiento sobre esta materia. La europea, y de modo muy particular la española, se basa en ofrecer el máximo respeto a quienes están sometidos a la estricta disciplina de la obediencia. Según esta escuela, quienes ostentan el Poder deben recibir muestras de subordinación de los integrantes de los Ejércitos. Por eso, las fuerzas al recibirles les rinden honores de ordenanza y ellos pasan revista a la formación. De ahí también que queden excluidos del programa actos de confraternización que, de modo inevitable, dan un sonido falso.

La otra escuela, la norteamericana, incluye mimetismos como el del saludo al estilo militar sin uniforme ni prenda de cabeza o la utilización de los soldados al modo de coro cautivo para jalear intervenciones que sólo podrían repudiarse incurriendo en el arresto. Reconozcamos que hacia esta segunda escuela ya se inclinó José María Aznar durante su presidencia, al adoptar indumentarias, gorras y saludos exclusivos de la etiqueta castrense.

La sesión ofrecía toda esa colección de malos modos que han prendido en la vida política española del momento. Abría el turno de intervenciones el líder del Partido Popular, Mariano Rajoy, empeñado en marcar un tono de hostilidad y desconsideración hacia el presidente Rodríguez Zapatero. Sus palabras eran de exagerada exasperación con ejemplos sacados de quicio a base de la Armada Invencible, Trafalgar y el desastre de 1898 como antecedentes comparables a los resultados para España del último Consejo Europeo.

Ninguno de los portavoces de los otros grupos parlamentarios, que subieron después a la tribuna de oradores, le acompañó en esos maximalismos, pero su soledad todavía parece incapaz de moverle a reflexionar sobre la idoneidad de su abrupta postura. El ambiente se emponzoña y la reyerta dialéctica sigue calando hacia abajo para crear antagonismos mucho más agudos en el público de a pie.

Luego el presidente subía a la tribuna para cerrar el debate y se empeñaba en desmenuzar las cifras, empeñado en que quedaran registradas en el diario de sesiones. Era una ensalada de números imposible de seguir por los oyentes. Buena demostración de la necesidad de emplear las pantallas instaladas dentro del hemiciclo para presentar esos datos de manera comprensible como se hace en cualquier intervención pública mediante el recurso a las técnicas del power point, que deberían adoptarse sin tardanza en el Congreso de los Diputados.

Pero todo el estruendo del Pleno servía para ocultar la realidad de la Unión Europea. Volvía a cumplirse el dicho de 'en aquella polvareda, perdimos a don Beltrán'.

Cuánto más interesante hubiera sido acercar el nuevo futuro de la Unión a los españoles que tan comprometidos están en ese difícil proyecto. Por ese sendero se adentraban ese mismo día en el diario Financial Times sus corresponsales en Bruselas George Parker y Daniel Dombey al dar cuenta de cómo la UE comienza a debatir sobre la manera de revitalizar la Constitución paralizada tras los noes de Francia y Países Bajos. Como escribía en esa misma fecha en el diario Internacional Herald Tribune Gilles Merrit, secretario general de Friends of Europe, ya tenemos un Presupuesto y ahora hay que construir sobre esa base porque los europeos quieren que les digan en términos visionarios el para qué de la UE. Pero aquí el miércoles nos quedábamos con la Europa cifrada, en la abstracción de la bronca y los números.

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