El 'caso Fazio' y el crédito de Italia
El gobernador del Banco de Italia, Antonio Fazio, presentó ayer su dimisión tras cinco meses en el ojo del huracán por diferentes escándalos, entre ellos una abusiva parcialidad en favor de las entidades italianas en aquellas opas, las de Antonveneta y BNL, en que competían con otros bancos europeos, como el holandés ABN Amro y el español BBVA. La salida de Fazio cierra un lamentable episodio de la historia política y económica italiana, en el que un gobernador cuestionado en todos los frentes, desde Bruselas a los tribunales italianos, se atrincheraba en el cargo y resistía incluso situaciones como que el ministro de Economía, su viejo enemigo Giulio Tremonti, le negara la palabra en la asamblea del Banco Mundial.
El Gobierno de Berlusconi había sido al principio más que tibio en su presión sobre Fazio -quien había apoyado en el pasado al Cavaliere y mantuvo casi hasta el fin el respaldo de la populista Liga Norte-, pero la pasada semana inició reformas legales con el único propósito de forzar su dimisión, oficializada ayer.
La independencia de los bancos centrales es propia de las economías más avanzadas, pero se concibió para que la política monetaria y la supervisión del sistema financiero no estuviesen sometidas a injerencias partidistas. Desde luego, no se estableció para encubrir irregularidades como las que apenas disimulaba Fazio, desde el compadreo con banqueros locales -'te besaría en la frente si pudiera', dijo a Fiorani, ex presidente de BPI, hoy detenido, durante la crisis de Antonveneta- hasta la aceptación de regalos suntuosos. Era además inaudito el carácter vitalicio del cargo, lo que se corregirá en la nueva regulación del Banco de Italia.
El caso Fazio ha provocado el descrédito de las instituciones italianas ante Europa y ante la comunidad financiera internacional. Pero él no era el único problema. Su sucesor deberá enfrentarse al reto de propiciar la regeneración de un sistema financiero endogámico, clientelista y protegido de la competencia.