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CincoSentidos

La fantasía conquista los estantes de la literatura 'seria'

Autores como Ishiguro, Roth, Saramago o Houllebecq se adentran en sus últimos trabajos en temáticas antes reservadas a las obras de géneros populares

La mayor parte de los lanzamientos editoriales de la actual temporada tienen un denominador común: son narraciones cuya temática puede incluirse en algún género. En un mundillo literario que, como el español, ha estado tradicionalmente apegado al realismo, la abundancia de obras emparentadas con géneros minoritarios como la fantasía, la ciencia ficción o el terror resulta una relativa novedad.

Pueden considerarse emparentadas con la fantasía obras como Las intermitencias de la muerte de José Saramago (Alfaguara) o Jonathan Strange y el señor Norrell de Susanna Clarke (Salamandra); están próximas a la ciencia ficción Nunca me abandones de Kazuo Ishiguro (Anagrama), Días memorables de Michael Cunningham (El Aleph) o La posibilidad de una isla de Michael Houllebecq (Alfaguara); y se acercan al terror La historiadora, de Elizabeth Kostova (Umbriel) y Pandora en el Congo, de Albert Sánchez Piñol (Suma de Letras). Incluso Philip Roth, se acerca a la ucronía o fantasía histórica en La conjura contra América (Mondadori). Jorge Herralde, editor de Anagrama, apunta: 'Creo poco en las fronteras de género cuando las traspasan grandes escritores, como Ishiguro o Roth. Sus novelas son, sin duda, literatura importante'.

José Carlos Somoza es uno de los escritores que lleva años discurriendo con éxito por ese sendero mestizo. 'No sólo es un fenómeno positivo y no solo es irreversible, sino que lo veo el único camino posible de la literatura hacia el futuro. Nuestra literatura estuvo demasiado tiempo anclada en la concepción de la novela del siglo XIX. El placer de leer, el encanto y el juego de la lectura, se disolvió en la masturbación intelectual de nuestra literatura posfranquista, que parecía una especie de carrera de obstáculos para autores incapaces de ver otra cosa que su propio ombligo (y que en muchos casos así se quedaron toda la vida, porque jamás cruzaron los Pirineos)'.

Esta eclosión coincide con un buen momento de la narrativa especializada en género fantástico. Varias pequeñas editoriales independientes se están asentando en este mercado. Una de ellas, Bibliópolis, apuesta en esta temporada por un título también mestizo entre géneros: La muerte del nigromante, de la estadounidense Martha Wells. Su editor, Luis G. Prado, señala: 'El fantástico ha atendido ciertas preocupaciones contemporáneas casi siempre ausentes de la narrativa de primera fila. Por ello, creo que los editores de género no debemos estar a la defensiva, sino más bien sentirnos halagados: cuando Philip Roth, por ejemplo, utiliza la clásica idea de la ucronía en una novela, no se trata de una invasión, sino de una reivindicación.'

Con su ironía habitual, Jorge Luis Borges se refirió al realismo como 'una moda reciente que en algún momento pasará', en referencia a los escenarios casi exclusivamente fantásticos de la literatura hasta el XVII. Quizá, en el contexto de una realidad que no gusta, pero ante la que no es fácil escapar, la fabulación puede estar cobrando de nuevo importancia.

Un reguero de éxitos sin el respaldo de la crítica

Aunque desdeñadas casi siempre por la crítica y mayoritariamente ausentes de los suplementos literarios, no han faltado novelas de más o menos corte fantástico entre los grandes fenómenos comerciales de los últimos tiempos: desde Harry Potter hasta Stephen King, pasando por el casi perenne éxito de El señor de los anillos (el libro más vendido en España en 2002 y 2003), La sombra del viento de Carlos Ruiz Zafón (ya por su 51 edición) o la gran bestseller de la literatura juvenil española actual, Laura Gallego. Según los expertos, la serie Canción de hielo y fuego, de George R. R. Martín, puede ser el próximo fenómeno.

Tradición extensa, aunque poco conocida

Menéndez Pidal sentenció hace un siglo que la literatura española era fundamentalmente realista, una idea que caló en ambientes académicos pero que no responde a la realidad. Las novelas de caballerías eran literatura fantástica, como luego lo fueron las fábulas de Samaniego o Iriarte. Escritores como Miguel de Unamuno, Clarín, Ramón Gómez de la Serna o Azorín publicaron relatos del entonces llamado 'romance científico' al hilo de los éxitos editoriales de Julio Verne y H. G. Wells; de hecho, la primera traducción de La guerra de los mundos se debe a Ramiro de Maeztu. Y, como curiosidad, puede señalarse que la primera novela sobre viaje en el tiempo no fue la conocida de Wells, sino diez años antes El anacronópete, de Enrique Gaspar, recientemente reeditada (Minotauro). Luego, pueden citarse novelas de ciencia ficción como La bomba increíble de Pedro Salinas, Quizá nos lleve el viento al infinito, de Gonzalo Torrente Ballester, Novela de Andrés Choz, de José María Merino, o Sin noticias de Gurb, de Eduardo Mendoza, cuyas temáticas se insertan en este género. La propia literatura fantástica española vive un momento excelente, y las obras de autores como Javier Negrete, Rafael Marín o Rodolfo Martínez se publican en Francia con tiradas mayores en España. Se da incluso el caso de que un autor valenciano, Juan Miguel Aguilera, ha firmado un contrato con una editorial francesa para escribir directamente novelas para ese mercado, que aparecen posteriormente en España con tiradas de apenas una cuarta parte.

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